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Las leyendas nunca se marchan

Allen, con un triple en el último suspiro, fuerza la prórroga en el sexto partido de la serie y espolea a Miami Heat para alargar la serie hasta la séptima cita. Fue el único que embocó de los tres que intentó.

Las leyendas nunca se marchan
ninozurich
Por Antonio Pulido Casas

No era la noche de Ray Allen. Campaba desorientado sobre la cancha del American Airlines Arena con el casillero de puntos inmaculado hasta que consiguió su primera canasta a mitad del último cuarto. Nada importante pues el partido se había convertido en un galimatías con más pinta de enredo que de salvación. Escondido, en su esquina de siempre, empató el marcador a falta de cinco segundos con un triple y dos defensores encima. Varios aficionados ya se fueron dando la espalda cuando Miami perdía por cinco en los últimos 30 segundos, pero las leyendas, como Ray, nunca se marchan.

La prórroga, agitada como sus periodos precederos, concluyó con dos tiros libres del propio Allen para cerrar una noche redentora. Las estadísticas señalan que en el 74% de los casos que un equipo aventaja las Finales por 3-2 acaba ganando el campeonato (20/27). Al menos, Miami Heat obligará a San Antonio a exprimirse en un partido más, donde las cosas cambian ostensiblemente y tornan de otro color: desde 1978 no ha existido ningún equipo que gane la NBA fuera de su pista en el séptimo encuentro (los Washington Bullets vencieron en Seattle). Toca romper alguna estadística.

LeBron, contagiado quizá por Ray, firmó una primera parte insulsa, impropia de él con nueve puntos (3/9 en TC), cinco asistencias y tres rebotes. Algo no marchaba bien. La zona, su hábitat, era tierra prohibida, no concebía forma de penetrarla sin recibir tarascazo o encontrarse con Diaw, el héroe anónimo. Lo curioso es que aquellos bagajes no correspondían a sus promedios en situaciones límites, es decir, choques en los que su equipo estaba al borde de la eliminación. Con dichas características, James promediaba 31,5 puntos (en torno al 50% en TC), 10 rebotes y más de seis asistencias en las 11 disputas anteriores (cinco victorias y seis derrotas). Al terminar el sexto enfrentamiento, ‘The King’ cosechaba 32 puntos, 11 asistencias y 10 rebotes. Misión superada.

Pero Miami llegó con oxígeno a la orilla porque Mario Chalmers decidió aparecer por segunda vez en la serie. Tan sólo había asomado la cabeza en el segundo partido (19+2+4, acumulaba 21 puntos en los cuatro restantes) y Miami necesitaba de un apoyo urgente. Lo encontró cuando los reyes flaqueaban, adueñándose él mismo del título monárquico y sosteniendo a los Heat con 14 puntos antes del descanso. Fue vital, más tarde, con dos triples que coagularon la sangría del tercer cuarto. Terminaron sanando.

Popovich acabó por desterrar el escepticismo y creer en el baloncesto. No había otro motivo para imaginar entonces por qué Tim Duncan, principal carroñero de las miserias floridanas con 30 puntos y 17 rebotes, fue inservible. Al igual que Leonard (22+11) y Parker (19+8). El francés, encendido sólo en los últimos instantes, careció de presencia en la dirección que, junto con su desacierto en el tiro (6/23), permitieron el estrechamiento en el marcador y la derrota final.

Aun así, espero que esta marabunta de cifras no nuble quién sostuvo la llave que permite un  último encuentro fechado para el próximo jueves. Bajo los 37 años (38 en julio) de Ray Allen se esconde el atributo que la mayoría de nosotros no alcanzaríamos ni con dos siglos de entrenamiento: el talento. Eso, y que él no sabe qué significa huir.