Fuente: SLAM

Oklahoma City Thunder, desde que adoptó tal nombre despegándose de lo que habían sido hasta ese momento los Seattle Supersonics, ha tenido dos estrellas indiscutibles por encima del resto: Kevin Durant y Russell Westbrook. “Durantula” es MVP y el líder del equipo, un alero de 2,06m. con las capacidades atléticas de un ágil escolta anotador y con la contundencia de un ala-pívot que martillea el aro como si no hubiera un mañana. Russell Westbrook es el atlético fiel escudero que saca las castañas del fuego cuando Durant no está acertado, siendo su complemento perfecto cuando su selección de tiro es acertada. Son los que más tiros se juegan en el equipo de Scott Brooks y los encargados de aniquilar al rival en los momentos decisivos. Pero, con una progresión meteórica más allá de lo que pueda parecer, ha habido un jugador que se ha convertido en clave para ese roster: Serge Ibaka.

No fue una llegada fácil

El ala-pívot hispano-congoleño llegó a la NBA procedente de Manresa sin tenido un gran desempeño en el equipo del Bagès. Llegó como suplente, teniendo como titular en su puesto a Nick Collison (aún compañeros). No habían llegado al final de la segunda temporada cuando Ibaka ya se había hecho fijo en la alineación titular. Serge sorprendía a propios y extraños con su capacidad atlética y sus tapones, lo que recordaba mucho al estilo de otro africano ilustre como Dikembe Mutombo.

Ibaka se formó en las canteras catalanas, donde aprendió la lengua, los conocimientos básicos del deporte e impulsó su capacidad física nata. Pero era un jugador de progreso, porque tenía que pulir muchos aspectos del juego. Tenía errores tontos en faltas, saltaba a todos los balones, su tiro era más que mejorable y aún no había desarrollado músculo para pegarse con hombres más contundentes que él en las zonas.

La llegada a EE.UU. fue una mutación para Serge

La llegada a EE.UU. fue una mutación para Serge, que venía de un estilo europeo que no favorecía en nada su juego al gran animal: la NBA. Y el que se acabó comiendo al animal fue él. La parte de gimnasio, tiro y táctica con los entrenadores de OKC fue fundamental, ya que llevaría al deportista de Congo a un nuevo nivel.

La mayor parte de tiempo que Serge ha pasado en pista durante los últimos años ha sido con Kendrick Perkins, un intimidador rocoso del que hasta el más pintado duda si es el adecuado para el puesto de pívot titular en uno de los mejores equipos del campeonato. Con lo que ha crecido Ibaka, la referencia en la pintura es -indiscutiblemente- él. Pero no es hombre de poste bajo y gancho.

Cada vez, más y mejor

La apertura que provoca en las defensas rivales que Serge se abra a poste alto para buscar tiros librados hace que Durant y Westbrook tengan pasillo libre para penetraciones poderosas o que Sefolosha, Fisher, Martin, Lamb o el propio Durant se hayan beneficiado en su lado propuesto de grandes oportunidades para enchufar triples. Lo que “vende” al equipo no es solo potencia o juego interior, sino una labor oscura y de buen trabajo que Brooks conoce a la perfección y que trata de premiar cuando puede.

Otro de los aspectos más destacados del cambio de fisionomía de Oklahoma City es que Ibaka se ha convertido en una ametralladora que sabe tomar la decisión adecuada en muchas ocasiones sobre si tirar o pasar, algo que no todos pueden decir (ni siquiera en su propio equipo). Además de animarse con los triples, donde se ha estabilizado en torno al 35% de acierto en las tres últimas temporadas, subió hasta un 57% en tiros de campo la pasada temporada con un aumento significativo de tiros totales. El equipo sabe de su IQ -inteligencia en el juego- y busca sus decisiones.

Un último ítem en su juego que llama poderosamente la atención es la defensa. Curiosamente, cuantos menos tapones ha dejado de poner es cuando mejor defensa posicional ha hecho. Ya no es el Ibaka en modo espectáculo que levanta de los asientos a sus aficionados, pero ha evolucionado en un auténtico cerrojo que es capaz de parar a los hombres más decisivos de la liga en la pintura: Griffin, Pau Gasol, Randolph o Garnett. Su pico taponador fue en la temporada 2011/12, con 66 partidos jugados y 3’7 tapones de media; en la siguiente campaña, con 12 partidos más jugados, bajó a un promedio por partido de 3 tapones. Se ganó el apodo de “Iblocka”, pero no el derecho a ser considerado como el Mejor Defensor del Año.

No sólo es pieza clave en su equipo. Desde que se nacionalizó español en 2011, Serge ha pugnado con el hispano-montenegrino Nikola Mirotic por esa única plaza que otorga al FIBA para competir por un país en el que no se ha nacido. Desde que ambos compiten por el puesto, en todas las ocasiones ha ido Ibaka convocado. ¿Por qué? Habrá muchas razones que hayan hecho ser el elegido para Scariolo y Orenga, pero lo que muestra sobre el campo es que se puede competir mejor en la pintura contra atletas de talla mundial con su presencia en pista. La llegada a EE.UU. fue una mutación para Serge Los Gasol e Ibaka forman una terna temible, con calidad y potencia para enfrentarse a lituanos, argentinos, franceses o estadounidenses en condiciones parejas. En los JJ.OO. de Pekín 2008 -y sin Ibaka- España tuvo a tiro de piedra a EE.UU. en el renacer de su selección. En Londres 2012 –con Ibaka- estuvo más cerca aún cargarse a los americanos y su casi “Dream tam”. En un equipo con una calidad técnica envidiable pero que adolece de físico, Serge Ibaka asume todo el peso de bregar contra auténticos monstruos de la canasta. Es muy útil para la selección para la que juega, eso es indudable.

Nada que envidiar

Las aptitudes de Ibaka han evolucionado y él ha subido como la espuma en el ránking de importancia del equipo en el que juegue. Duncan-Ginóbili-Parker, James-Wade-Bosh, Pierce-Garnett-Allen, Gasol-Bryant-Odom y un largo etcétera son ejemplos de tríos ganadores de grandes jugadores que componen un equipo en torno a ellos, pero para los Thunder ésa no es la fórmula del éxito: la victoria se escribe en congoleño.