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Miami y San Antonio, Chicago y Utah: reviviendo la historia

Miami Heat y San Antonio Spurs son los dos últimos equipos desde 1998 que se enfrentan dos años seguidos en las Finales de la NBA. El último precedente fueron las Finales de 1997 y 1998, donde los Bulls de Jordan y Pippen se impusieron por partida doble a los Jazz de Stockton y Malone.

Miami y San Antonio, Chicago y Utah: reviviendo la historia
(Foto: hoopswallpapers.com)
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Por Nacho González Rueda

Ha habido que esperar dieciséis años. Todo ese tiempo ha sido el que ha hecho falta para que dos equipos hayan vuelto a imponer su hegemonía al mismo tiempo en el Este y el Oeste de la NBA. Miami Heat y San Antonio Spurs vuelven a verse las caras en las Finales de la NBA con el mayor de los premios esperando al vencedor: el anillo de campeón. Los de Florida y los de Texas repiten así la misma final del año pasado, hecho que no se había dado desde que, en 1997 y 1998, Chicago Bulls y Utah Jazz lucharan por el título en la serie definitiva en dos temporadas consecutivas. Dieciséis años después, vuelve a aparecer una rivalidad digna de repetir final.

Los dos últimos anillos de los Bulls de Jordan

Parece que no hay camino que tenga que recorrer LeBron James en su cruzada por entrar en la historia del baloncesto en el que no se tope con la eterna figura de Michael Jordan. El considerado por muchos como el mejor jugador de baloncesto de todos los tiempos no sólo vivió también dos Finales de la NBA contra el mismo equipo de forma consecutiva, sino que en esos años consiguió completar el segundo "threepeat" de su carrera (ganó tres campeonatos seguidos en 1991, 1992 y 1993, y posteriormente en 1996, 1997 y 1998). Esa proeza de ser campeón tres veces consecutivas es precisamente a la que aspiran este año los Heat con James a la cabeza.

Foto: basesandbaskets.com

Las mencionadas Finales de la NBA con idénticos protagonistas en los años 1997 y 1998 enfrentaron a los Bulls de Chicago y los Jazz de Utah en su particular pelea por el trono de la NBA. Chicago llegó a la primera de estas tras ganar su cuarto anillo en la temporada 1995-1996, y defendían el título frente a los mejores del Oeste. Los Bulls tuvieron un récord de 69 victorias y 13 derrotas en temporada regular, y los Jazz 64 victorias y 18 derrotas. Jordan, Pippen y compañía contra el equipo de Stockton y Malone.

El primer gran duelo entre ambas franquicias acabó con la victoria de los Bulls por 4-2, lo que supuso el quinto anillo de la generación dorada que había surgido en Illinois. Sin embargo, no se puede hablar de esta serie sin mencionar un partido que forma parte de las líneas más leídas de la historia de la NBA. Se trata del "Flu Game".

Era el quinto partido de las Finales y la serie llegaba empatada 2-2, tras haber remontado Utah el 2-0 inicial. Los Jazz jugaban en casa y una victoria más les haría rozar la gloria, suponiendo un enorme empujón de moral al ganar tres veces consecutivas a los todopoderosos Bulls. Pero más allá de eso, la noticia más impactante había saltado horas antes: Michael Jordan sufría severos problemas estomacales y no podría jugar ese fundamental encuentro.

Una simple enfermedad no podría frenar a la bestia baloncestística que vestía el dorsal 23 de los Bulls. Y no sólo jugó, sino que se propuso el más difícil todavía. Chicago venció en Utah por 88-90, pero lo que hizo eterno a ese choque fue el partido de Michael Jordan. El escolta anotó 38 puntos para acabar siendo el héroe de su equipo, y al sonar la bocina final, su cuerpo le recordó su condición humana, desvaneciéndose en brazos de su escudero sobre el parqué, Scottie Pippen.

Los Bulls se alzaron con su quinto campeonato en el siguiente partido. Pero Jordan había ganado mucho más que eso en el "Flu Game". Se había ganado otro hueco más en la memoria colectiva.

Tras estas inolvidables Finales, Bulls y Jazz aún tenían cuentas pendientes. Hasta tal punto, que volvieron a citarse en la carrera final por el título. Ambos conjuntos habían tenido un idéntico registro de 62 victorias y 20 derrotas en temporada regular, y la igualdad era máxima. El segundo "threepeat" de los Bulls frente a la oportunidad del grupo con Stockton y Malone a la cabeza de ganar "su anillo".

De nuevo, la supremacía de los toros rojos se impuso a las aspiraciones de sus rivales del Oeste. Y otra vez, con 4-2 en el cómputo global de la eliminatoria. Pero esta vez la eternidad se la ganó el sexto y a la postre definitivo choque. No sólo por ser el momento en el que los Bulls certificaban el segundo "threepeat" de su historia, sino porque Utah volvió a rendirse por última vez a los pies de Michael Jordan.

El partido número seis de las Finales de la NBA de 1998 llegó a su desenlace inmerso en una gran igualdad. Los Jazz, que jugaban en casa (otra vez), tenían en su mano la posibilidad de forzar el séptimo partido, pues vencían por 86-83 a falta de 41 segundos. Chicago había pedido tiempo muerto y tenía la posesión. El balón fue a las manos de Jordan, que no perdió el tiempo y cuatro segundos le bastaron para penetrar la zona rival y anotar una fácil bandeja ignorando la defensa rival.

La siguiente posesión corrió a cargo de los locales, que no podían dejar pasar el tiempo ya que aún quedaban segundos para una última jugada de los Bulls. Stockton subió la bola y buscó a Malone, que cogió la posición al poste bajo y recibió el balón. Pero el número 32 de los Jazz no era el dueño de ese balón. El esférico naranja tenía un único y dictatorial dueño: Michael Jordan. La estrella de los de Illinois apareció desde detrás de Malone, y le arrebató a este un balón fundamental con un robo agresivo pero limpio. Quedaban 20 segundos, el marcador reflejaba 86-85 y la diferencia entre el séptimo partido o el sexto anillo estaba en las manos de Jordan.

Se dice que la historia la escriben los vencedores. Y esos segundos servirían para cerrar toda una carrera. Una trayectoria intachable como la de Michael Jordan, que le ha colocado en el Olimpo del baloncesto, tuvo en esa jugada final la foto. La instantánea que resumía la magnitud de una bestia baloncestística sin igual. El 23 miró al aro y debió haber complicidad entre ambos. Los Bulls se abrieron dejando vía libre a la magia de Jordan, y este encaró a su defensa, arrancó, frenó en seco a media distancia con un movimiento que sentó a su defensor, y ejecutó "el tiro". Un lanzamiento que pareció durar horas mientras se veía pasar la carrera de Jordan durante el proceso. El escolta soltó el balón y entró, era su punto número 45 en el partido. Chicago tocaba su sexto anillo a falta de cinco segundos.

Foto: ESPN
Foto: ESPN

La última posesión del partido fue para un John Stockton que lanzó desde la línea de tres puntos, pero falló. El destino del campeón estaba reservado única y exclusivamente para Jordan y sus inmortales Bulls. Como dijo Antoni Daimiel en su retransmisión del partido junto al recordado Andrés Montes, "Dios se ha vuelto a disfrazar de jugador de baloncesto".

Tras este inolvidable par de Finales que nos dejaron momentos memorables con un Michael Jordan y unos Bulls eternos, uno de los mejores equipos de la historia se descompuso. Phil Jackson dejó el banquillo, Scottie Pippen abandonó el barco y Dennis Rodman pasó a ser agente libre. Por su parte, Jordan se retiró en lo que pareció su despedida definitiva del baloncesto profesional. Volvería años más tarde, en el 2001, para jugar dos temporadas en los Washington Wizards. Pero eso es otra historia. Las dos Finales entre Chicago y Utah cerraron una etapa, y lo hicieron de la forma más épica posible.

El anillo de Miami y el milagro de Allen

Nuevo siglo, nuevos protagonistas, y el inicio de una nueva rivalidad. Era la temporada 2012-2013, y el dominio de la liga años después había cambiado de manos. Los Miami Heat, liderados por el nuevo rey de la liga, LeBron James (MVP de la NBA en 2009, 2010, 2012 y 2013), habían ganado el segundo anillo de la franquicia y el primero de la asociación estelar James-Wade-Bosh. Ese campeonato llegó ante unos aún inmaduros Thunder que no pudieron con los de Florida. Sin embargo, esta vez tenían delante a algo más que un equipo.

El rival de cara al segundo anillo fueron los San Antonio Spurs. El equipo de los ganadores inmortales. Año tras año, un equipo del que se espera que caiga por la longevidad de sus principales estrellas, Duncan, Parker y Ginobili. Y sin embargo, un equipo que sin aparecer en los Top 10 de jugadas espectaculares, valorando más una jugada con mil pases antes que un mate espectacular y en el que todos y cada uno de sus integrantes son una pieza fundamental de la maquinaria, volvió a estar en la cima. Se dice que los texanos prefieren los años impares para ganar anillos, y era su oportunidad de seguir con la superstición tras los campeonatos de 1999, 2003, 2005 y 2007.

La ambición imparable de James y los suyos se impuso al poder del elixir de San Antonio. Fue una guerra sin cuartel en la que hizo falta llegar hasta el séptimo partido para decidir un vencedor entre dos equipos a los que el balón naranja les debía la gloria. Sólo podía quedar uno, y Miami repitió anillo, confirmándose como el coloso a batir en la liga. Un coloso que estuvo a punto de caer. Concretamente, a cinco segundos.

Era el quinto partido de la eliminatoria, y San Antonio lideraba la serie 3-2. Lo que los americanos llaman un "win or go home" (gana o vete a casa) para los Heat. Los vigentes campeones jugaban en casa para luchar contra viento, marea y los hombres de negro que tenían delante. Sin embargo, el partido se torció, y llegaron a los últimos segundos contra las cuerdas. A falta de diecinueve segundos para el final, Miami sacó de fondo perdiendo por tres puntos. Un triple era la línea que separaba la gloria de los Spurs y el séptimo partido.

Foto: theguardian.com

El balón llegó a manos de LeBron James, quién si no. Y parecía que la historia quedaría escrita de la mano de James, pero cuando el dorsal 6 de Miami lanzó, el aro escupió su lanzamiento. A pesar de ello, el destino aún reservaba un momento de gloria a dos fundamentales escuderos en el equipo. Tras el fallo, Chris Bosh se elevó más que nadie para hacer volver a latir el corazón de los Heat, miró cómo Ray Allen se abría a una esquina, y no lo pensó. Pasó a uno de los mejores tiradores de todos los tiempos, y Allen, dando un paso atrás para colocarse en su territorio, en el triple, encestó uno de los tiros de tres puntos más espectaculares jamás vistos.

Allen forzó de esta forma la prórroga en un momento en el que San Antonio pudo tocar el trofeo con sólo estirar un poco más los dedos. A partir de esta proeza, las fuerzas de los de Florida se triplicaron. Por el milagro de Allen, por la suerte que les sonrió en el mejor momento, por establecer una dinastía en la NBA, ganaron la prórroga del sexto partido y el séptimo. La foto final de los campeones siempre mostrará al trío James-Wade-Bosh con el trofeo de campeones, pero todo ese éxito sería inconcebible si no hubiese salido desde el banquillo un tal Ray Allen.

Segunda batalla: duelo entre dinastías

Michael Jordan, Scottie Pippen, Karl Malone, John Stockton, LeBron James, Dwyane Wade, Tim Duncan, Tony Parker... Muchos son los nombres célebres que se nombran cuando se habla de las dos últimas veces que dos equipos han repetido duelo en las Finales de la NBA de forma consecutiva. Miami Heat y San Antonio Spurs son ahora los encargados de cerrar este círculo en el que la épica y la leyenda baloncestística forman parte de cada trazo de la circunferencia.

No es un enfrentamiento cualquiera. Es la posibilidad de Miami de conseguir el "threepeat" contra una de las últimas oportunidades de los imperecederos Spurs, o al menos hasta que el paso del tiempo consiga por fin imponerse a sus ganas de seguir venciendo. Nadie negaría el derecho de Miami a ser considerados como la dinastía de estos años si ganan su tercer anillo seguido, y en el caso de San Antonio, si bien no se acoplarían a la definición exacta de dinastía, habría que buscar otro término para un equipo que se ha ganado el corazón de todos los aficionados al baloncesto. Heat-Spurs, sólo puede quedar uno en esta cita con la historia.

Foto: nbatseba.com