Lo ha sabido siempre, ilusos ignorantes. Primero envió a Rondo a Texas a cambio de jugadores residuales: Brandan Wright, Jameer Nelson y Jae Crowder. El base de Kentucky, teórica piedra angular del proyecto futuro de los orgullosos verdes, abandonaba el barco casi a desgana —"Todo el amor que me han dado estos años hacen que no me vea en ningún otro lugar que no sea los Boston Celtics", decía en noviembre de 2014—, mientras que Wright, un interior con uno de los mejores porcentajes de tiro de la liga, y Nelson, base de experiencia pero con demasiadas lesiones a sus espaldas, hacían lo propio poco después de firmar con los de Massachusetts, en una operación que daría con los huesos de Isaiah Thomas en el TD Garden. Por otro lado, Jeff Green, gran abanderado del equipo tras la salida de 'The Clinic' y teórico jugador franquicia de la entidad, también hacía las maletas con dirección Memphis apenas un mes después de que Ainge se desprendiera del base All Star. A cambio, los Celtics se hacían con el contrato del veterano alero Tayshaun Prince —hasta final de temporada—, que poco duraría en poder del director de operaciones verde: Jonas Jerebko y Luigi Datome llegarían a Boston tras enviar los derechos de Prince a Detroit.

Más de 40 jugadores han pasado por el roster de los Celtics este año

El desmantelamiento de una plantilla ya de por sí desarmada el pasado curso —con el adiós de Paul Pierce y Kevin Garnett— parecía evidente en una plantilla que acumula este año más de 40 jugadores y que, tras caer en casa a finales de enero ante los Heat, tocó fondo con un balance de 16 victorias y 30 derrotas. Los Celtics, guiados por el extremadamente joven Brad Stevens —unos meses menor que Tim Duncan, por poner un ejemplo—, parecían tirar la temporada ante la imposibilidad siquiera de luchar por el tanking con Knicks y Sixers. Pero mientras los fans se echaban las manos a la cabeza, Danny Ainge —insistimos— sabía lo que hacía. Del maremagnum del mercado Stevens sacaba un buen sexto hombre (Isaiah Thomas), dos incógnitas (Datome y Jerebko) y un jugador teóricamente carne de futuros traspasos: Jae Crowder. Eso, en una plantilla que tenía a sus dos interiores titulares lesionados y muy lejos del nivel que se esperaba de ellos (Olynyk y Sullinger), su apuesta de primera ronda del Draft haciendo aguas (Smart) y dos hombres de segunda fila (Evan Turner y Avery Bradley) sosteniendo a la franquicia más laureada de la historia de la NBA. Pero, de verdad: él sabía lo que hacía.

A pesar de los buenos informes que tenía sobre la mesa, su primera decisión peliaguda de esta nueva etapa fue la contratación del técnico, en 2013. Ainge apostaba por un novato para hacerse cargo de la reestructuración de los Celtics y sustituir así a uno de los mejores entrenadores del panorama: Doc Rivers. Con un subcampeonato de la NCAA con los Bulldogs de la Universidad de Butler y pinta de becario simpaticón se presentaba en Boston Brad Stevens, quien, a día de hoy, es el principal responsable de que los orgullosos verdes, contra todo pronóstico, certificaran en la madrugada del lunes al martes —con la victoria de los Bulls ante los Nets— el pase a los Playoffs, una meta inimaginable a principio de temporada y utópica tras el traspaso de Rajon Rondo y Jeff Green.

Entre Ainge y Stevens se han encargado minuciosamente de encajar las partes de un puzle extremadamente complejo y cuyas piezas, cambiantes, estaban desperdigadas entre las diferentes franquicias de la liga. Mientras el TD Garden veía desconsolado el vagar de un equipo incapaz de encadenar tres partidos seguidos a buen nivel, dos procesos poco mediáticos y de intenso trabajo tenían lugar en las entrañas del mítico pabellón verde: Ainge analizaba y ejecutaba sus opciones de mercado —siempre sin perder de vista el objetivo final de este proceso: asegurar un margen salarial lo suficientemente amplio como para firmar uno o dos agentes libres de relumbrón el próximo verano—, mientras que Stevens pulía y explotaba a base de trabajo las mejores cualidades de sus jugadores.

El crecimiento estadístico de la plantilla es prácticamente generalizado

Así, el técnico de Indianápolis ha conseguido, en los últimos meses, ofrecer la mejor versión de hombres como Avery Bradley y Evan Turner; ha ensamblado un cuarteto interior de muchísimas garantías con la eclosión definitiva de Olynyk y Sullinger y la madurez de Brandon Bass y Tyler Zeller, techo del equipo y una de las sorpresas más agradables del curso para la afición verde. Marcus Smart, por su parte, ha pegado un acelerón en el último tercio del campeonato y en su temporada de adaptación parece comenzar a justificar su elección en el número seis del pasado Draft; e Isaiah Thomas y Jae Crowder han demostrado ser el mejor ejemplo de la labor mágica de Ainge al frente de la dirección deportiva y de Brad Stevens a la cabeza del cuerpo técnico. Ambos se han comprometido de forma excepcional en el proyecto Celtic y, si bien del menudo base ya se conocían sus habilidades tras su paso por Sacramento, el alero de Villa Rica se ha rehecho tras su paso por Dallas: 9.5 puntos, 4.6 rebotes y 1.5 asistencias promedio desde que viste de verde y saliendo desde el banco. Y es que el crecimiento estadístico de la plantilla es prácticamente generalizado con respecto a la pasada temporada / su anterior equipo. Hasta el punto de que Isaiah Thomas, con 19.5 puntos, 2.2 rebotes y 5.4 asistencias por partido desde su llegada a Boston, se ha convertido en las últimas semanas en un firme candidato al galardón de mejor sexto hombre a final de temporada.

Isaiah Thomas se ha convertido de uno de los mejores jugadores verdes. Fotografía: Press Herald.

Decía Red Auerbach lo siguiente: "Algunos dicen que hay poner en cancha a los cinco mejores jugadores, pero yo os digo que para ganar debes poner en cancha a los cinco jugadores que hacen mejor al equipo". Esa filosofía es la que ha seguido a pies juntillas desde su llegada Brad Stevens y la que explica que un equipo sin rumbo, plagado de jugadores sin experiencia y que ha perdido a sus dos mejores hombres, se alce hasta la zona noble de la tabla de la Conferencia Este con un respetable 22-10 desde aquel encuentro ante los Heat. Y por eso Ainge eligió a ese prometedor —exclusivamente prometedor— entrenador para firmar por los Celtics y encabezar la enésima revolución verde. De nuevo, Red, en plena efervescencia de la rivalidad con los Lakers, decía: "Muchos de los entrenadores actuales enseñan algo y desarrollan jugadores. Phil —Jackson— probablemente pueda hacerlo, pero no lo ha demostrado aún. Sus equipos ya vienen prefabricados"; Stevens, en cambio —guardando las distancias con el ilustrísimo 'Maestro Zen'—, ha tenido que fabricar su propio roster, con la inestimable ayuda de Ainge, y ha sabido hacer mejores a un grupo de jugadores cuando salen al parquet bajo su tutela.

La entrada en los Playoff 2015 no deja de ser un premio honorífico; casi no más que una mención, ya que, siendo lógicos, las opciones de los Celtics al anillo son más bien escasas. Del partido que le resta a la franquicia de Massachusetts para finalizar la temporada dependerá el séptimo u octavo puesto; o lo que es lo mismo, enfrentarse a los Cavaliers de Lebron o a los Hawks de Millsap, Teague, Horford y compañía. Cada cual más complicado. Pero si hay algo que ya han ganado —o más bien recuperado—estos Celtics es el respeto de la liga, el mismo que nunca hay que dejar de tenerle a Danny Ainge. Y con él, el Belive in Boston, el orgullo, el Celtic Pride, que ha vuelto para inundar las canchas de la NBA con un equipo contra pronóstico en todas las facetas. Pero ya deberíais saber que él sabía lo que hacía.

Danny Ainge y Brad Stevens han dado con la tecla de estos Celtics. Fotografía: Getty Images.