Los Golden State Warriors vencieron a los Grizzlies en el primer partido de la serie, y dan así el primero de los cuatro pasos necesarios para estar en la final del Oeste. Sin necesidad de actuaciones estelares, los de Steve Kerr lograron anular la defensa de los de Memphis, que ha sido una de sus mejores armas en los últimos años, y dejaron el partido visto para sentencia cuando el tercer cuarto aún no había acabado.

Stephen Curry, aún en un día comedido, fue el mejor de los suyos con 22 puntos, siete asistencias, y algún que otro de esos chispazos de magia con los que ha conseguido enamorar a toda la liga. El base se enfrentó en muchos casos a una defensa muy centrada en él, pero hombres como Green o Thompson supieron castigar esta decisión y obligaron a la defensa de los de David Joerger a atender a más frentes de los que podía contener. No puede decirse lo mismo del ataque de los de Tennessee, que dependió demasiado de la dupla interior Gasol-Randolph y que se apagó cuando estos no estaban en cancha o cuando estaban desacertados.

Los Warriors marcan el ritmo

Desde el inicio del partido se vio que el ritmo anotador iba a ser mucho mayor de lo que Memphis podía interesarle. A base de un gran acierto, los Warriors desarbolaron la defensa de su rival, e impusieron un ritmo de partido alto y de muchos puntos. No obstante, no hicieron esto solo a través de su poderío ofensivo, sino que se hicieron fuertes en defensa para forzar varias pérdidas de los Grizzlies y anotar en transición. Con Curry y Thompson bien frenados, fue Draymond Green quien asumió un rol protagonista en ataque tanto a la hora de anotar como de asistir. La brecha llegó a ser de 10 puntos en el primer periodo, pero una pequeña reacción de los de Tennessee la redujo ligeramente, de forma que al final de los 12 minutos el marcador reflejaba un 32-25.

En el inicio del segundo cuarto los de Oakland trataron de pegar un tirón y romper el marcador gracias a la aportación de sus hombres secundarios. Harrison Barnes se irguió como hombre polivalente defendiendo a hombres altos como Randolph o Koufos en cancha propia y aprovechando su agilidad para anotar varios puntos consecutivos. Su aportación obligó a Joerger a modificar su quinteto y jugar con un solo pívot, y tras anotar el triple que puso a los suyos 14 arriba (45-31) terminó de consagrarse como el protagonista de estos compases.

Maurice Speights logró ampliar la ventaja a 16, pero entonces los Grizzlies reaccionaron con algunas variantes tácticas. En ataque, buscaron dejar aclarados a Marc Gasol y Zach Randolph para que estos lograran puntos en el uno contra uno, y les funcionó bastante bien, pues ambos acabaron la primera mitad con 11 y 16 puntos respectivamente. Mientras, en defensa Calathes se encargó de defender a Curry en un cara a cara y logró atascar el ataque de los Warriors, pero en cuanto fue sustituido por Courtney Lee el base de los de Kerr aprovechó cada centímetro que le dejaban y anotó dos triples consecutivos que frenaron ligeramente la reacción visitante.

Memphis consiguió irse al descanso solo nueve abajo tras una fase en la que pareció que el partido podía romperse, pero el ritmo del partido seguía sin ser el que necesitaban para ganar. Necesitaban imponer su defensa en la segunda mitad para tener opciones reales de dar la sorpresa.

El martillo pilón no encuentra oponente

El guión no cambió con la llegada del tercer cuarto, pues Golden State volvió a ser un vendaval, esta vez tanto en ataque como en defensa. Los puntos se fueron repartiendo entre todo el juego exterior de los de Kerr, pero todo pasaba por las manos de Stephen Curry, que cada vez que tenía el balón en sus manos se convertía en comandante del encuentro y que destrozó a Calathes y todos sus intentos de anularle. El propio Curry llevó la ventaja a los 20 puntos, máxima del encuentro, y los Grizzlies cada vez tenían más problemas para anotar incluso a través de Marc y Randolph.

Imagen: Golden State Warriors

Los de Joerger estaban totalmente descompuestos, pues hasta en una batalla como la del rebote en su propio aro en la que deberían dominar sin problemas ante el quinteto pequeño de los Warriors tenían problemas. Los de Oakland, ya de por sí demoledores, aprovecharon las segundas oportunidades para castigar aún más la defensa de Memphis, que, en gran parte por el excelso nivel de su rival, estuvo a años luz de la que habitúa a ser. De hecho, era la defensa de Golden State la que estaba secando a su rival, y con el 83-66 con el que acabó el tercer el duelo parecía ya sentenciado.

Así lo creyeron también los jugadores locales, que parecieron salir bastante relajados y sin la intensidad que les había hecho escaparse en el electrónico. Los Grizzlies poco a poco se fueron acercando, pero cada vez que la distancia bajaba de 15 y daba la sensación de que podían meterse en partido se llevaban un golpe en forma de canasta en contra. El ataque de Memphis no ayudaba a buscar la remontada, y los locales, con el partido ya ganado, comenzaron a gustarse, a correr, y a celebrar la victoria cuando aún quedaban varios minutos por jugarse.

De esta forma, los Warriors se adjudicaron el primer punto de la eliminatoria, y, lo que quizás sea más importante, mostraron una imagen de superioridad que pocos esperaban. Los de Tennessee apenas lograron hacer valer su defensa, y cuando lo hicieron se encontraron con que los de Kerr tuvieron tanta capacidad como ellos para hacerlo en su propio aro. Sin necesidad de que sus estrellas tuvieran una noche brillante, Golden State ganó de forma plácida y sin sufrimientos, y los Grizzlies deben reaccionar cuanto antes. Quizás un 2-0 sea una losa excesivamente difícil de levantar ante un equipazo de esta magnitud.