En quizá uno de los duelos más disparejos en toda la NBA, por la actualidad de ambas franquicias, Golden State Warriors derrotó a Phoenix Suns por 112-104. Claro, el marcador no indica una paliza de tamaños proporcionales -y a decir verdad el partido no lo fue-, pero en ningún momento se consideró la posibilidad de que Phoenix pueda ganar.

Fue otra noche mágica para Stephen Curry y compañía. El base terminó a un rebote y una asistencia de un triple doble, aunque se encargó de entregar varias jugadas dignas de la admiración de toda la afición del Talking Stick Resort Arena.

Así va a ser difícil

De por sí, los Warriors son un tremendo equipo en ofesiva. Históricamente bueno. Los Suns recibieron a este monstruo y permitieron que anote en sus cuatro primeras posesiones ofensivas, abriendo el encuentro prácticamente desde el vestuario.

Curry anotó 12 de sus 26 en los primeros doce minutos de juego, en los que el conjunto dirigido por Steve Kerr llegó a sacar una ventaja de apenas seis unidades. Para sorpresa de varios, los comandados por Earl Watson combatieron la embestida inicial y, a base de un sólido movimiento de balón, llegaron al comienzo del segundo cuarto abajo por la mínima.

En un abrir y cerrar de ojos

Para los Suns -como para cualquier rival que enfrenta a Golden State- es vital limitar los intentos de triple. Si bien los Warriors estaban lanzando, no estaban conectando y, de a ratos, se mostraron algo desconcentrados.

Por el otro lado, Archie Goodwin y Devin Booker conformaron una dupla de guardias sólidos, contrarrestando la ofensiva constante de los Splash Brothers. Sin embargo, así como en un momento parecen estar pensando en otra cosa, de repente cualquiera de los dos se puede encender.

Primero, fue Klay Thompson. El escolta -que anotó 24 puntos y consiguió 5 robos- encestó dos bombazos. Luego sería el turno de Curry, que en menos de un minuto convirtió una ventaja de 10 puntos (es decir, un partido relativamente cerrado) en una ventaja de 17, borrando cualquier esperanza de los rostros de los Suns.

No hay paciencia

El momento que más se recordará -por lo menos del lado local- ocurrió cuando Marcus Morris quiso pelearse con Goodwin, por algún motivo que el equipo se encargó de no disolver.

La temporada del gemelo viene siguiendo este mismo hilo conductor y ha llegado a tal punto que, a pesar de tener un gran talento, su nombre es moneda corriente en los rumores que circulan alrededor de la fecha límite para realzar traspasos (la famosa Trade Deadline).

Justamente, el tercer cuarto fue el mejor momento de Morris, pero obviamente no alcanzó para acortar la brecha entre Phoenix y Golden State. Para los visitantes, se lució Leandro Barbosa, otro miembro del banco de suplentes, que siempre suele aportarle algo a su equipo.

Por segundo partido consecutivo, el que no tuvo una actuación especialmente buena fue Draymond Green. El ala-pivot multiuso con el que siempre cuenta Kerr no se lució en el estado de Arizona, aunque sí marcó su presencia en defensa, batiéndose contra Morris, Tyson Chandler y Alex Len en diversos momentos. Desde la banca, también lo ayudó Marreese Speights, que parece haber renacido desde el regreso del entrenador en jefe de Golden State (tras recuperarse de dos cirugías en su espalda).

Una ráfaga de Goodwin y Booker en los dos minutos finales fue lo que terminó decorando el resultado final, en el que la diferencia fue de apenas ocho puntos. Otra noche normal para los Warriors, que siguen en camino a romper ese récord histórico que poseen los Chicago Bulls de 1995/96.