Estambul es uno de esos lugares que hay que visitar al menos una vez en la vida. La belleza de sus paisajes es una maravilla visual envidiable para cualquier ciudad del mundo, entre otras muchas cuestiones que hacen de la urbe turca un sitio fascinante. En Turquía, el fútbol se vive con pasión. Conocidas son las aficiones de Fenerbahçe, Galatasaray o Besiktas por los infiernos en los que convierten sus estadios. En los últimos días se han confirmado dos llegadas que ponen de manifiesto que el fútbol otomano quiere tener un hueco en la agenda del aficionado al balompié europeo. Dos futbolistas que, si bien uno rinde a nivel determinante cada vez que se enfunda la histórica y valorada casaca de su selección, y el otro siempre poseyó un talento no acorde a su baja comprensión del juego y a su irregular mentalidad, nunca cumplieron las expectativas que generaron en los inicios de sus trayectorias.

Una redención cada verano

Podolski solo se encontró realmente cómodo en un club, el Colonia. Tras despuntar en su equipo de origen, ya hace una década, llegó el Bayern Münich, en un método habitual del gigante bávaro: firmar a los mejores jóvenes del fútbol alemán. Pese a tener algunas buenas actuaciones, nunca llegó a asentarse en un Bayern al que aún no había llegado Van Gaal para devolverlo al lugar que por el peso de su escudo merece. Lukas regresó al Colonia en busca de relanzar su carrera, previa llamada a Löw para asegurarse de que si daba ese paso atrás en su carrera seguiría contando para la selección nacional.

Podolski fue durante años indiscutible con Alemania pese a su dudoso rendimiento a nivel de clubes

Y es que la trayectoria de Podolski se resume como una constante redención en cada verano con la Mannschaft, pese a un dudoso rendimiento en clubes. 120 partidos y 48 goles avalan a quién se disfraza de estrella cada vez que se viste la camiseta de Alemania. Paradójicamente, a nivel de clubes, nisiquiera Wénger, quién convirtió a jugadores estancados en leyendas gunners, pudo dotarle de la regularidad y estabilidad necesaria. Un último paso en forma de cesión por un Inter en crisis, en el que tampoco dejó un gran recuerdo, y finalmente, de camino a Estambul para firmar por el Galatasaray. Sus virtudes, conocidas de sobra y explotadas, sobre todo, en la selección, como son su efectividad, su alta capacidad goleadora y su inteligencia a la hora de ofrecerse, desmarcarse y abrir líneas de pase para sus compañeros, atributos que le convirtieron en un socio perfecto para talentos como Özil, y que le permitieron ser un fijo en el once alemán durante años. 

Desborde sin regularidad

Nani fue el enésimo extremo salido de la prolífica escuela del Sporting de Lisboa. Otro más de una estirpe que ya contaba con nombres como Paulo Futre, Luis Figo, Simao, Cristiano Ronaldo o Quaresma. Como años atrás hiciera Cristiano, Nani puso rumbo a Manchester, de la mano de Sir Alex Ferguson. Sus condiciones, las de un talento innato para la práctica de este deporte, convencieron al legendario escocés para pagar 25.5 millones de euros al Sporting. Un físico prodigioso, una explosividad bestial, capaz de desbordar por velocidad y por técnica en el regate en cualquier situación, a lo que siempre sumó un disparo desde media distancia poco reconocido, con el que hizo algunos de sus mejores goles. No era Cristiano, por supuesto, pero sí podría haber sido mucho más de lo que su recuerdo dejará. Y lo peor es que solo tiene 28 años.

Nani compartía ciertas condiciones con el Cristiano de Manchester, como su capacidad de desborde

Cuando Ronaldo dejó el United, se vio en Nani a su sucesor. Nada más lejos de la realidad. Si bien Nani compartía algunas condiciones con la primera versión del actual jugador del Real Madrid, como su regate, al originario de Cabo Verde le fallaba uno de los aspectos más importantes de este juego: la cabeza. En primer lugar porque su comprensión de lo que ocurría en el campo era bastante inferior y jugaba acelerado, lo que le hacía tomar malas decisiones pese a su talento, no acabar las jugadas y reducir su efectividad. Y, por otra parte, porque nunca pudo ofrecer un rendimiento regular con la camiseta de los red devils, solo algunos destellos de la calidad que se le presuponía. Pasó la última temporada cedido en el Sporting de Lisboa, previo paso a viajar a Estambul para firmar por el Fenerbahçe. Quién sabe si Nani aún le debe al fútbol una temporada memorable, a la altura de su talento.