La anécdota está considerada como la hermana menor de la historia, en ella, en su morfología breve pero intensa, se esconden perfiles históricos y situaciones que en muchos de los casos contribuyeron a la humanización del mito. Relatos breves de nuestro pasado en los que la realidad se conjugó con la imaginación, para hacer del suceso una leyenda en clave de humor. El fútbol y sus protagonistas, como no podía ser de otra manera, generaron todo tipo de situaciones que pasaron a la historia del mismo y, que en muchos de sus casos resultaron poco menos que increíbles, muy especialmente las anécdotas del siempre apasionante y docente fútbol británico:

El 19 de agosto de 1975, Alex Stepney, portero del Manchester United, tuvo que ser ingresado en el hospital durante un partido ante el Birmingham City por una dislocación de mandíbula, causada al parecer tras gritar efusivamente a un compañero de equipo. Al guardameta inglés se le salió literalmente la mandíbula con su voz de mando desde el fondo de la meta, imagino que a partir de entonces, su defensa tuvo mucho más en cuenta las indicaciones de su portero, tanto por el bien del equipo como por la integridad física de su peculiar compañero.

El San Bernardo del United

Hablando precisamente del United, en la insigne historia del club existe una bonita historia que vincula a un perro con la salvación del club de la quiebra económica. Hemos de remontarnos al año 1901, para encontrar los archivos históricos que la documentan, época en la que el Manchester United era conocido con el nombre de Newton Heath, modesto club del norte de Manchester vinculado a la industria del ferrocarril, muy conocido por los colores verde y oro de su zamarra. El club de Manchester atravesaba entonces por una grave crisis económica, el montante de la deuda puede parecer en la actualidad irrisoria, pero por entonces las 2.000 libras impagadas, lo situó al borde del abismo, muy cerca de la disolución y la desaparición. El Newton Heath pasaba también por un delicado momento deportivo, pues ocupaba las últimas plazas de la clasificación de Segunda División.

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La situación económica llegó a ser tan grave, que los jugadores tuvieron que recurrir a una tómbola para recaudar fondos para la entidad. El capitán del equipo Harry Stafford prestó a su perro ‘Major’, -un San Bernardo- para que se paseara con una caja colgada del cuello, animando a la gente a depositar sus monedas en beneficio del club. El perro recorrió los bares del centro de Manchester recaudando fondos para el equipo, pero tras tres días se extravió sin dejar rastro, dando a parar a la casa de John Henry Davies, acomodado empresario y dueño de las cervecerías de la ciudad de Manchester.

Davies le tomó gran cariño, se encaprichó con aquel enorme y noble can, llegó incluso a decidir que iba a regalar el perro a su hija por su cumpleaños, pero a pesar del cariño que le había tomado, quiso averiguar quién era su antiguo amo. Así fue como se topó con Harry Stafford, capitán del equipo, que había echado mucho en falta a ‘Major’. Éste le contó la penosa situación del Newton Heath, al borde de la bancarrota. Y en un gesto de buena voluntad, movido por su amor hacia aquel San Bernardo, se comprometió a aportar dinero a cambio de su perro 'Major' y la Dirección General del Club, que tras una reestructuración adoptó el nombre de Manchester United. Así fue como Davies, se convirtió en el primer Presidente del Manchester… gracias a un San Bernardo extraviado que llevó colgado sobre su cuello el futuro de la que hoy es una de las entidades deportivas más poderosas del planeta.

Mick O’Brien, el payaso roto

Abundando en la inagotable fuente de anécdotas que nos aporta el fútbol británico, retrocedemos en el tiempo al año 1975, concretamente a un partido de la liga irlandesa disputado entre el Athlone Town y el St. Patrick en el St. Mel’s Park, campo del Athlone. Encuentro televisado que estaba siendo dominado de manera abrumadora por el equipo local. La superioridad del Athlone Town era tal, que la mayoría del tiempo se jugaba en el campo del St. Patrick. Un abrumador dominio que marcó el detonante de una rocambolesca historia, que desembocó finalmente en la disparatada expulsión del guardameta local. Un controvertido y excéntrico personaje llamado Mick O’Brien, famoso por sus payasadas. Al parecer O’Brien con la infeliz intención de combatir el aburrimiento decidió hacer una de las suyas y comenzó a atraer la atención del público.

Las cámaras de televisión no tardaron en captar las evoluciones de Mick, que justo desde aquel instante se convirtió en ‘showman’ de un partido cuyas evoluciones futbolísticas dejó de interesar a todos los espectadores, cautivado por el show de O’Brien. De cuando en cuando las cámaras dejaban de lado la portería donde se disputaba el partido, para mostrar al portero local, unas veces sentado en el suelo, otras colgando del larguero, imitando a un chimpancé por el área, incluso sentado en el centro del larguero. El show estaba servido, pero en un momento del partido, un gran ruido llamó la atención de todos los presentes. Al instante la cámara se giró hacia la portería del portero Mick O’Brien y mostró el larguero roto, la portería hundida y a él sentado sobre la red y las maderas. El árbitro que lo había estado observando durante el encuentro no lo dudó ni un momento. Llegó corriendo desde la otra mitad del terreno de juego y le mostró la tarjeta roja. O’Brien abandonó el campo y el partido continuó tan pronto la portería fue reparada. Una ‘payasada’ que pasó a la historia y tuvo gran repercusión mediática en la época.

John Lambie y Pelé

Igualmente curiosa y genial fue la anécdota protagonizada John Lambie, técnico del Patrick Thristle, año 1993: En aquella anécdota protagonizada por Lambie, eligió al escocés Colin McGlashan como actor secundario. McGlashan era el centro delantero de su equipo, un futbolista de menuda estatura y mucho talento que solía recibir golpes en cada partido. En uno de ellos recibió tal encontronazo con un rival, que se quedó conmocionado sobre el terreno de juego. El masajista llegó raudo y veloz para recuperarle con el agua milagrosa, gotas celestiales que como suele suceder lograron reanimarle, pero que no le sacaron del tremendo estado de mareo y confusión en el que había quedado tras el golpe. McGlashan no sabía quién era ni dónde estaba. El fisio se acercó al banquillo y se lo comentó a John Lambie: “Ha recibido un tremendo golpe, está conmocionado, no sabe dónde está y ni siquiera sabe quién es”. A lo que el controvertido técnico escocés contestó: “Perfecto. Dile que es Pelé y que vuelva al campo rápidamente.”

Groucho y el fútbol

Foto: elloboiberico.com

Finalmente y para cerrar con otra anécdota genial futbolística acaecida en tierras británicas, nadie mejor que uno de los cómicos y filósofos del humor más grandes de la historia: Groucho Marx. Puede que no sea una anécdota directamente relacionada con ningún equipo británico, pero sí que guarda tremendamente relación con las alfombras verdes sobre las que se juega aquel fútbol vertiginoso que tanto cautiva al espectador. Perdonen que me levante para aplaudir literal y físicamente el relato de esta curiosa anécdota, esta vivencia personal del gran Groucho en la siempre brumosa y atractiva Londres:

Tras rodar su segunda película titulada El Conflicto, estrenada en agosto de 1930, los hermanos Marx, aquellos chicos de Nueva York que despuntaban sobremanera en el teatro, se encontraban a un solo paso de dar su salto definitivo a Hollywood. Una conquista en toda regla que llegó poco después de una exitosa gira europea efectuada por Londres y Paris.

La familia Marx firmó un contrato de seis semanas, a finales de año en un teatro de vodevil en Londres. Al completo se trasladaron a Londres y se divirtieron a fondo en la ciudad londinense. Instalados en el Hotel Savoy, y según cuenta David Brown en su libro “El mundo según Groucho Marx”, las mujeres emplearon las mañanas en ir de tiendas, mientras Groucho salía con su hijo a ver la ciudad y a hacer turismo. Dicen que un día le expulsaron de la Cámara de los comunes porque Groucho se levantó, en medio de un debate entre el Primer ministro y el líder de la oposición, y se puso a cantar en voz alta “When Irish Eyes Are Smiling”. También cuentan que compró una pelota de fútbol en Harrods y jugaba cada día con su hijo en Hyde Park. Una tarde, un policía les indicó que dejaran de jugar porque no estaba permitido “usar el pasto de los jardines de la Reina para actividades deportivas” Entonces Groucho se quedó atónito y recurrió a una de aquellas salidas y ocurrencias geniales con las que conquistó el mundo e hizo brotar una sonrisa eterna sobre el rostro de la ironía y la faz de la inteligencia.

Groucho exclamó: ¡El pasto de los jardines de la Reina! ¿Qué le pasa a la comida del palacio de Buckingham para que tenga que salir fuera a comer hierba?

Simplemente genial, la espontaneidad y ocurrencia de Groucho, que lograba transformar las escenas cotidianas de la vida en algo genial a través de su irónico humor. El humor del señor del puro, que en aquel maravilloso viaje se topó de forma circunstancial con el fútbol.