Se va el fútbol sala

Kike Boned cuelga las botas del futsal profesional después de 19 temporadas levantando títulos sobre todo escenario que tuviera dos porterías y un balón.

Se va el fútbol sala
Luis Amado y Kike Boned se abrazan durante un encuentro (foto: Dani Mullor).
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Por Antonio Pulido Casas

Llega un punto en el que la palabra es corta y el texto, insuficiente. Cuando la majestuosidad de una efigie se pretende describir con letras, es sencillo quedar en evidencia: por falta de letras y de pensamientos, por falta de recursos léxicos y descriptivos. Se opta entonces por mostrar una imagen, que vale más que mil palabras, pero que no encierra ni la décima parte de sentimiento. ¡Quién es quién para definir a cualquiera! A uno se le recuerda por las veces que se pasea por los sueños (hechos ya realidad) de su familia, de sus amistades, de sus aficionados (también amigos), y Kike ha jugado en todas esas pistas mentales saliendo siempre campeón, alzando el trofeo de la honestidad y de la deportividad. Siendo un futbolista, sí, pero también un maestro moral.

Kike Boned, el valenciano que se puso birrete para jugar al fútbol sala, se retira del deporte profesional después de 19 años rindiendo al máximo nivel, el de la élite. Al final del trayecto, su nombre se acerca a toda lista en la que el futsal se siente en deuda. Como pasa con los Eremenko, Manoel Tobías, Luis Amado o Jordi Torras, encabeza los podios de cualquier clasificación que respire canchas de parqué, cemento o goma, pero que sean canchas, que tengan el espíritu. Y ese espíritu ondea a los flancos del sendero perfilado por Kike. A su paso se construyen dos tipos de enseñanzas: hacia el balón y hacia el respeto. Si bien es doctor con la bola, es aún mejor en la segunda acepción, donde confluyen los aspectos intangibles que le perpetúan como excelente persona. Ese es el éxito, ser recordado por lo que haces más que por lo que has dejado de ser, porque la carrera de futbolista tiene su fin, no así la de una persona.

Sin embargo, el mayor honor que puede recaer sobre un deportista es estar presente en el momento de la eclosión de su deporte, de vivir desde primera mano de la transformación que hace convertir su práctica en visible. Kike, junto a otros tantos ilustres, formó parte del combinado español que levantó en Guatemala 2000 el primer título mundial del fútbol sala hispano (algo que repetirían en 2004). Ese momento en suelo sudamericano fue el germen que profesionalizó de forma definitiva el fútbol sala en España, otorgándole la preponderancia necesaria para pasar de deporte de moda a realidad. No se trataba de un juego sin más. Y Kike fue responsable de que aquello sucediera.

Tiene condecoraciones en pecho y corazón. El palmarés habla de 180 internacionalidades con la zamarra española (el que más), con la que acumuló los citados cetros mundialistas y cinco Eurocopas, además de un torneo FIFA Singapur y otro torneo IV Naciones. Debutó en clubes con el Valencia Vijusa y a él le prosiguió el CLM Talavera, pero, sobre todo, ha desarrollado su grandeza en ElPozo Murcia, donde ha conquistado todo lo que luce en su carrera: cuatro ligas, tres Copas de España, tres Supercopas de España, una Recopa de Europa y una Copa de Ibérica. Y no se crean que su despliegue individual no ha pasado inadvertido, por que en hasta en tres ocasiones fue considerado el mejor jugador de la LNFS y, en siete, el mejor cierre. En términos comunes, esto significa ser una leyenda.

Y ser eterno.

Foto: Ernesto Aradilla.

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Sobre el autor
Antonio Pulido Casas
Periodismo cuya máxima vocación es informar de lo que acontece en el plano deportivo. Hijo del año 92 e impulsado por los valores doctrinales del olimpismo. Tú escucha, que yo te cuento.