Allá por 2011, en plena efervescencia del duelo Mourinho-Guardiola, los mejores momentos del férreo comandante José y su arma letal Cristiano Ronaldo, y del creativo general Pep y su Pulga Messi, liderando a las tropas blancas y al ejército blaugrana, respectivamente, construyeron los Clásicos más memorables e intensos que se recuerdan. Fue un período inolvidable, de un nivel irrepetible y espectacular, en el que se vivió un ambiente electrizante y especial. El mayor duelo del fútbol español y probablemente también del panorama europeo, convertido en mejor partido del mundo por el nivel de todos los elementos, y dotado de un alcance emocional, mediático y deportivo jamás visto antes. 

Se puede decir que aquellos partidos malacostumbraron a todos. La salida de Guardiola provocó que el gran partido empezara a perder magia, y la marcha de Mourinho ya definitivamente terminó con aquellas irreales sensaciones, devolviendo la normalidad al status de una confrontación ya grande de por sí antes del comienzo de la Belle Époque de los Clásicos.

El duelo de Mourinho y Cristiano contra Guardiola y Messi elevó a los Clásicos a otra dimensión

26 de octubre de 2013. El primer Barcelona-Real Madrid de la normalidad tras Mourinho y Guardiola. El ambiente en las horas previas era de posible decepción, de absoluta ausencia de tensión competitiva, de que ya nada volvería a ser como antes. Incluso el horario no era el habitual de noche importante, era una hora reservada para esos partidos que significan solo una tarde más. El glorioso Real llegaba a la cita en una teórica posición dominante en estas citas ganada en las últimas batallas del equipo de Mourinho, pese a las dudas que acechaban al actual conjunto del calmado Ancelotti, un colectivo que aún parece no saber a qué quiere e intenta jugar. En el otro lado, el Barça del Tata Martino, llegado desde Rosario, cuna argentina de grandes genios, buscando revitalizar la esencia perdida del mejor Barcelona de todos los tiempos, con resultados tan solo correctos, hasta el momento.

El Real del italiano Carletto se encargó de confirmar que tiene pocas ideas claras desde el principio. ¿Qué es exactamente el Real Madrid de Ancelotti? ¿A qué juega? ¿Qué busca y qué quiere hacer? Preguntas sin respuesta segura ahora mismo. Metiendo a Ramos como pivote defensivo, lo que a la larga resultó ser un fracaso, y amagando con un posible 3-5-2, el cuadro madridista dejó constancia de su inferioridad sobre el papel respecto a un Barça gris, que al menos mantuvo sus conceptos básicos e interpretó el papel de equipo grande. En un 4-3-3, los de la capital buscaron replegarse con solidez, cerrar el carril central y hacer daño al espacio por medio de sus dos gacelas, Cristiano y Bale, que a campo abierto tenían las de ganar ante Piqué y Mascherano.

Sergio Ramos fracasó como pivote defensivo, y los primeros 45' del Real Madrid ante un Barcelona discreto fueron horribles

En primer lugar, Sergio naufragó en su novedosa posición. Perdido sin una referencia a la que marcar, demasiado nervioso, acelerado y errático. Iniesta campó a sus anchas ante el zaguero de Camas. Por otra parte, el ofensivo Carvajal, lateral que tiende a descuidar su espalda, sufrió lo indecible ante Neymar, que fue el mejor argumento ofensivo culé. Regates en corto, rupturas en largo al espacio... para pesadilla del carrilero canterano, Neymar Jr. ratificó su prestigio haciendo el mejor partido desde que está en la Ciudad Condal, lo que le sirvió para abrir el marcador en combinación con Andrés, el otro gran protagonista de la primera mitad.

Pese a todo, la organización defensiva del Real Madrid, dado su nivel actual como equipo, fue bastante decente, de la mano de Pepe, que sorprendentemente se acerca a su nivel de antes de la lesión. El problema es que en ataque no generó nada. Solo Khedira, con una llegada desde atrás, fue capaz de crear una mísera oportunidad. Al fin y al cabo, un planteamiento de contragolpe no funciona si no robas bien y a buena altura, y eso es algo que los blancos a día de hoy no hacen. 

El Barcelona se bastó del talento de Iniesta y Neymar para marcar diferencias

Tampoco el Barcelona hizo un partido superlativo, pero como mínimo enseñó un estilo inamovible y unas ideas reconocibles. Al abrigo del talento de Iniesta y Neymar, beneficiados por las facilidades merengues, y con Busquets haciendo un encuentro perfecto pese a estar amonestado desde el minuto 7 (¡qué exhibición!), a los de Martino les sirvió su corrección y su grandeza para acabar felices cuando pitó el árbitro. Incluso Messi, el que siempre aparece en estos días, estuvo totalmente missing desde la posición de extremo derecho, una demarcación que recordó a sus orígenes. La presencia del '10' y de Neymar en las bandas sirvió para abrir el campo y estirar el sistema defensivo madridista, en busca de espacios por dentro, pero Leo, notablemente lento y pesado, lejos de su tope físico, no dejó buenas sensaciones.

Tras una primera parte mediocre, que definió a la perfección lo que fue el enfrentamiento, Ancelotti reaccionó bien, aunque ciertamente tarde, casi a la hora de partido, y retiró a Ramos para dar entrada a Illarramendi. Con el ingreso del centrocampista vasco se activó la transición ofensiva del Madrid, disfrutando el equipo de un sostén y una salida fiable y más veloz. Cristiano empezó a hacer daño al espacio, y además entró Benzema en sustitución de Bale, que dejó buenos minutos y estrelló un balón en el larguero. En ese tramo del encuentro el Madrid pudo empatar el partido.

La entrada de Illarramendi por Sergio Ramos activó la transición ofensiva madridista y permitió a su equipo meterse en el partido

Por cierto, Bale se mostró visiblemente fuera de forma y aún falto de acomodo en el equipo, aunque no debería ser preocupante, pues solo le hace falta tiempo para adaptarse. Al final, cuando mejor estaba el Real, llegó Alexis, se inventó una vaselina de maestro y finiquitó el partido. Solo el ilusionante Jesé, que combina calidad con el hambre de la cantera, pudo recortar distancias. Aún así, la segunda parte fue positiva para los visitantes.

El Clásico de la vuelta a la normalidad nos mostró a dos equipos en construcción, aún lejos de sus posibles mejores versiones, y sobre todo en el caso del Real Madrid de Ancelotti, a un cuadro que pide paciencia y calma para autodefinirse, pese a que esa virtud en la élite del balompié no existe. En un club enorme como el de La Castellana todo gira a mil por hora, todo se rige por el presente, por el "ya y ahora", inclusive cuando es necesario mirar un poco más allá y trabajar a medio plazo.

El tiempo corre en contra de Carletto y los suyos, pues el fútbol no espera a nadie, y si los resultados no acompañan el primero en pagarlo será el técnico. Mientras tanto, en Can Barça el buen inicio y la victoria ante el eterno rival permitirán obtener un colchón de confianza. Lo único que queda confirmado es que los inigualables Clásicos pasados se fueron, y ya no volverán...