La decisión de Diego Costa de no disputar el Mundial de este verano con la anfitriona, Brasil, y decantarse por España provocó una sacudida de reacciones por todo el país sudamericano. La principal respuesta, más que positiva a esta elección, fue en Lagarto, una pequeña ciudad brasileña de 100.000 habitantes, el lugar de origen del delantero español más en forma de la temporada con sus 36 goles en 52 partidos: el propio Diego Costa.

Lagarto es brasileña, pero Diego Costa es español y esta única razón vale para que el color rojo de la Selección se adentre en Brasil como nunca antes se había imaginado.

El primer partido que disputará la Selección Española en el Mundial de Brasil, ante la Holanda de Van Gaal, tendrá como escenario el Estadio Fonte Nova de Salvador de Bahía, localidad ubicada a tan solo 300 kilómetros de las raíces del '19' rojiblanco: Lagarto. Su familia y viejos amigos siguen desde allí los partidos del Atlético de Madrid y, también ahora, de la Selección que defiende su vecino más ilustre.La ciudad de Lagarto se ha convertido en un auténtico apoyo para la carrera futbolística de Diego Costa. Los colores del Atleti que defiende La Pantera han sido capaces de viajar miles de kilómetros desde el Estadio Vicente Calderón hasta Brasil para crear una auténtica afición rojiblanca que anima en cada partido a su delantero más goleador.

Familia y amigos han impregnado las calles de Lagarto con el sentimiento de la ribera del Manzanares durante toda la temporada y desde hace siete años, cuando un joven Diego llegaba al Atlético de Madrid, donde empezaría a limar las asperezas de su juego callejero. Con tanto ahínco se ha dedicado Diego Costa a perfilar y modelar su juego al fútbol europeo que ha logrado la envergadura necesaria para convertirse en la figura clave del campeón de la Liga Española y del subcampeón de Europa, lidiando para hacerse con sus goles una batalla las selecciones de Brasil y España, algo inaudito.

Gracias a programas como Informe Robinson, hemos podido comprobar el hueco que la Selección de España se está haciendo también en el pueblo natal de Diego Costa, "el único rincón de Brasil donde también piensan en rojo".

La humildad de las calles de Lagarto destaca entre sus paisajes del nordeste de Brasil. Diego Costa se formó entre estos singulares parajes, como persona y como futbolista. Muy unido a su familia, el deporte parecía un pasatiempo para el pequeño Diego que pasaba horas y horas pateando el balón día sí y día también. Los barrios de la pequeña ciudad servían al ahora profesional como cancha de juego, viviendo en ellas en una sencillez tan modesta como real. Como muchos otros niños, Diego vivía por y para el fútbol, sintiéndolo como una vía de escape para una vida demasiado humilde de trabajo diario en lq que lo profesional quedaba demasiado lejos. Pero él ya apuntaba maneras.

La personalidad que ha defendido el delantero desde que llegó a España no se trata de un papel de representación: su juego es de lucha, entrega y disputa.

Desde pequeño ha defendido su fútbol y sus más allegados así lo confirman. La personalidad que ha defendido el delantero desde que llegó a España no se trata de un papel de representación: su juego es de lucha, entrega y disputa. Trabajaba por mejorar día a día y en ello se basaba su fútbol y su vida. A colación resulta necesario traer las palabras que Diego Pablo Simeone lanzó a los cuatro vientos desde la Plaza de Neptuno en la celebración de la décima liga del Atleti: "Si se cree y se trabaja, se puede". Ese mismo guión ha sido el que ha seguido Diego Costa para llegar hasta ser el jugador por el que suspira los grandes clubes de Europa, el jugador capaz de ser el más revulsivo de un partido, el jugador convertido en una pieza clave de un equipo porque demuestra en cada galopada por el campo la misma identidad que defienden los colores del club.

Diego se dedicó a vivir y conocer el mundo desde la humildad, como había siempre su vida en la pequeña Lagarto. Sus viajes a Sao Paulo primero y a Portugal y España después irían marcando al joven futbolista que recalaba en el año 2007 en el Atlético de Madrid. Muy ligado a su familia y a sus raíces, La Pantera vivía nuevos mundos lejos de Brasil. El fútbol de Diego se formó desde una base humilde y en esta humildad en juego agresivo era el principal. La vida en la modesta Lagarto giraba en torno al fútbol, un fútbol sin conocimiento por el respeto que debió limarse con su llegada a las categorías superiores del fútbol europeo. El propio Diego lo reconocía en diferentes entrevistas y sus viejos compañeros que compartían vestuario en sus primero equipos lo corroboraban. La Pantera jugaba para ganar y para ello no le importaba quién estaba enfrente. El juego de brazos era clave en sus disputados de balón y eso, sumado a la actitud de lucha sin límites admisibles, era capaz de ensombrecer toda la historia futbolística que había detrás y que, afortunadamente, ha podido demostrar conforme disputaba más encuentros.

El juego sin base con el que se formó Diego Costa ha dejado paso a un fúbol que ha recibido la llamada de las dos mejores selecciones que disputarán el Mundial de Brasil 2014.

Pero su fútbol y predisposición ante él han encontrado su recompensa. La llamada de la Selección de Brasil y de España evidenciaba el poderío que Diego Costa tenía en sus botas. Su decisión, como era de esperar, no ha dejado indiferente a nadie y menos a Lagarto. Ciudad de Brasil y con corazón de Diego Costa, la Selección Española ha encontrado una nueva afición en esta pequeña localidad. Diego Costa se ha convertido en el protagonista de este Mundial de Brasil y en su ciudad natal ha provocado una dualidad Brasil-España hasta entonces desconocida. Con división de opiniones, puesto que La Canarinha tiene mucho empuje en su país, los vecinos de Diego Costa no les duele reconocer su apoyo al jugador español y, de esta forma, a la Selección con la que el fubolista se ha comprometido y a la que defenderá a partir del día 14. Lagarto es brasileña, pero Diego es español y esta única razón vale para que el color rojo de la Selección se adentre en Brasil como nunca antes se había imaginado.