Atlético de Madrid y Real Madrid volverán a vivir esta noche de viernes un duelo con un título en juego, algo que se hacía imposible unos pocos años atrás y que se ha convertido en el pan de cada día desde hace un par de campañas. El Atleti ha madurado y ha dejado de ser el niño al que le roban el bocadillo en el patio, y desde que se subiera a las barbas de su vecino en la final de la Copa del Rey 2012/2013 se ha situado a la altura de los merengues. La batalla está servida.

Poco queda ya de ese cuadro rojiblanco lastimero que vagaba sin rumbo en los derbis. La patética racha ya de infausto recuerdo que fue quebrada a lo grande en el Santiago Bernabéu, a medias entre la testa de Miranda y la recogida de uvas de Diego López, parece olvidada. Aún quedan vestigios, como los quince años sin ganar de los de la Ribera del Manzanares jugando precisamente a la orilla del río, pero parece que la igualdad reina entre ambos y juega en beneficio del espectáculo.

Todo esto pese a que lo que hay en juego es un título menor. Parece mentira que se tenga que calificar así a una cita en la que están en liza nada menos que los ganadores de la última Liga y la última Copa del Rey, pero eso ha provocado la RFEF metiendo esta cita con calzador: a doble partido, desplazando parte de una jornada liguera y comprimiendo un calendario que ya no deja un resquicio por el que tomar aire.

Falcao, Reus... unos y otros se curan en salud ante un posible fracaso

Sin embargo, por menor que sea el trofeo en juego las circunstancias que rodean a ambos equipos hacen que lleguen al encuentro decisivo, el de vuelta, con mucho que perder y muy poco que ganar. El Atleti, por el marcador favorable que se trae de tierras enemigas; el Real, por el aura de equipo invencible creado en su entorno, que piensa en el sextete cuando aún apenas ha ganado un título. La derrota, sea de quien sea, traerá consecuencias inminentes, especialmente si quienes hincan la rodilla son los merengues. Florentino Pérez amenaza con tirar de talonario para olvidar un posible fracaso, y Falcao parece seguir en la recámara. E incluso TERRA sigue insistiendo en que Reus firmará con el Atlético de Madrid el sábado. Malas fechas las de agosto para perder partidos.

Hace falta mucho más que el martes

Sea como fuere, lo que está claro es que quien quiera levantar el trofeo tendrá que ofrecer una versión mucho mejor que la del encuentro de ida, que se asemejó más a un mal amistoso que a un partido oficial. Una prueba más de que las miras distan mucho de concentrarse más de lo debido en este trofeo de reputación casi veraniega.

Sin Diego Costa, el perfil de Mandzukic obliga a que Griezmann sea, sí o sí, su acompañante

El Atleti, que se llevó el mejor botín, no puede conformarse con lo exhibido en el Bernabéu. El equipo del 'Cholo' Simeone estuvo a años luz de las versiones mostradas el año pasado en escenarios como Stamford Bridge o el Camp Nou, donde a su solidez defensiva añadía una terrible mordiente en campo contrario y un contraataque letal, aspectos estos que no se vieron en la ida de la Supercopa. Tímido y cobarde hasta el extremo, sus escasas ocasiones llegaron de un balón largo a la cabeza de Raúl García desde los pies de Moyá, de un par de malos despejes de la zaga merengue y del balón parado. Balance demasiado exiguo y que denota la necesidad de que el míster acelere la integración de Griezmann, el encargado de encender la mecha de tres cuartos en adelante.

Atrás, y eso alivia a la afición, se vio lo mismo de siempre. El bloque hace honor a la palabra y sigue siendo coral y perfecto, sin fisuras evidentes: colchón para que el trabajo de Simeone se enfoque en la tarea ofensiva. Y es que las comparaciones son odiosas, pero Siqueira no es Filipe y esa era una vía vital para la salida de balón. Tampoco Moyá es Courtois, pero eso ni se nota; de los milagros ya se encarga la zaga. Al arco los balones llegan sin fuego y cuando llegan. Ah, falta Costa, que sigue siendo Costa... pero en otro lado. Tarea complicada llenar el hueco abisal dejado por el hispano-brasileño.

Con este panorama, al cuerpo técnico le surgen dudas. Atrás las cosas parecen claras: repetirá portero y línea defensiva, así como el doble pivote. Mario Suárez sigue sin encontrar el fútbol que sí tuvo en el primer tercio de la pasada campaña, pero de momento le gana la partida a Tiago. Por delante Koke, escorado a un costado, es seguro como lo será hasta el día en que decida abandonar la que es su casa.

También lo parecen, pero habrá que verlo, Mandzukic y Raúl García, pues el trabajo de ambos en el Bernabéu fue encomiable. Igual o más lo fue el de Saúl, pero el canterano es el eslabón más débil y al ataque le falta velocidad. Imposible un embotellamiento como el de la media hora mágica de la vuelta de cuartos de la Champions ante el FC Barcelona sin chispa, y decir eso es decir Griezmann. El internacional galo puede ser la solución partiendo de inicio como acompañante de Mandzukic, tirando a Raúl a la banda derecha. Con ese sistema y esos hombres llegaron el martes los mejores minutos.

Ancelotti se abona a las rotaciones

Si los problemas atléticos parece que podrían solucionarse, al menos en la pizarra donde todos los entrenadores ganan, con solo un cambio, muchas más variantes se plantea Carlo Ancelotti en el otro banquillo. No hay linea que el transalpino no maneje tocar, bien por debate (Casillas - Navas), cansancio (Pepe - Varane), lesión (Cristiano - James) o rendimiento (Alonso - Di María; Marcelo - Coentrao).

Pero más allá de los nombres que elija, Carletto es consciente de que necesita otro aire para su equipo. En la ida, pese a jugar en casa, faltó frescura. La posesión fue tan abrumadora a su favor como estéril. Hubo pocas ideas, menos desborde y una casi nula aportación de los laterales y extremos, salvándose apenas un Carvajal más voluntarioso que decisivo.

La previsión es la de un Madrid más valiente y directo. Uno de los cambios seguros, el de Coentrao por Marcelo, parece restar dinamismo, pero este vendrá en otras zonas, como por ejemplo la medular. En ella Alonso, irregular, parece que dejará su sitio a Kroos, que al desplazarse al pivote deja un interior abierto. Ahí puede jugar Di María, que se quiere ir pero sigue de blanco le guste o no. El jugador a quien más teme Simeone puede romper con su desborde la organizadísima zaga rojiblanca. Esa que ni Bale, impreciso, ni Cristiano, lesionado, pudieron derribar el martes. Estos dos se juegan mañana, con James, las alas del tridente, con el intocable Benzema como '9'.

Posibles onces