Desde la Plaza de Unzanga, arteria principal del corazón de Eibar, hasta Ipurúa hay una larga caminata de casi un kilómetro, no apta para cobardes, para alcanzar la cima del estadio del SD Eibar. Rodeada por colinas y abrazada por las nubes, la cuesta que asciende hasta Ipurúa, similar a lo que podría ser una etapa de ciclismo en puerto de montaña para un aficionado, representa la dificultad contra la que ha tenido que combatir el conjunto armero para, primero, ascender por primera vez en su historia a Primera División y, después, salvar la ampliación de capital que le exigía la LFP y el CSD a pesar de su modélica gestión económica para jugar en la Liga de las estrellas.

El SD Eibar es el orgullo de toda una ciudad. Bañada por el río Deva y colindante con la provincia de Vizcaya, Eibar es la sonrisa que más brilla del fútbol español. La ciudad, cuya densidad de población es la mitad del aforo del nuevo San Mamés y un poquito inferior a la capacidad de Anoeta, vive una fiesta a costa de un grupo de jugadores que han hecho realidad el sueño de Alex Aranzábal, su presidente. Con 74 años de historia, el SD Eibar ha debutado recientemente en la Liga con una victoria en el derbi contra la Real Sociedad.

En dos temporadas consecutivas el SD Eibar ha pasado de la Segunda División B a la Primera División. El camino para alcanzar la gloria por primera vez en la historia ha sido lento y punzante. Desde el descenso de categoría en la temporada 20008/09, los armeros han vagado por los campos embarrados del fútbol de bronce durante cuatro temporadas hasta que lograron ascender de nuevo a la Segunda División. En una única temporada, la que se podría calificar como brillante, el SD Eibar se desquitó de la etiqueta que tenía grabada a fuego de jugar al patadón demostrando un estilo vistoso, asociativo y con un Jota Peleteiro que hizo las delicias del aficionado con su calidad y su técnica depurada.

Una identidad a la que Gaizka Garitano, entrenador armero, no quiere renunciar en Primera División. Él es el creador del sueño que toda una ciudad vive y que no pudo materializar como capitán en el año 2005 cuando vestía en el césped la camiseta eibarresa. El Eibar se quedó a tres puntos de entrar entre los tres equipos que ascendían de categoría. Necesitaba ganar al Ferrol en la última jornada y esperar a que Cádiz o Celta no hicieran lo propio en su partido. Ni uno ni lo otro. Empató en Ipurúa contra los gallegos y no se cumplió la obra de José Luis Mendilibar. No se pudo festejar la celebración en casa, aunque tanto aficionados como directivos no dudaron en saltar al campo para reconocerles la gesta.

El SD Eibar conserva en la actual plantilla a ocho jugadores del grupo que consiguió el ascenso a la Segunda División

Ahora es Garitano, desde el banquillo, quien quiere hacer disfrutar al pueblo armero. Hay valores en la filosofía del club que son irrenunciables. La gestión económica es indiscutible. El club nunca se ha gastado más de lo que se necesitaba gastar y siempre se ha mirado por la economía como si fuera la de uno propio. Otro de los valores de la entidad es ser justo con la gente que ha luchado por el escudo de la ciudad. El SD Eibar conserva en la actual plantilla a ocho jugadores del grupo que consiguió el ascenso a la Segunda División y siete disputaron el primer partido de Liga en Primera División. Son, además, el segundo equipo que debuta en la Liga con once españoles, por detrás del Pontevedra, pionero de tal orgullo en el año 1963.

Iniciada la aventura en Primera División, el SD Eibar no quiere pecar de novato y su futuro en la máxima categoría del fútbol español pasa por convertir Ipurúa en un feudo inexpugnable para todo rival que se precie a llevarse los tres puntos. Desde el enclave vasco ya presumen, con cierta burla, que los armeros son uno de los cinco equipos (Athletic, Barcelona, Real Madrid y Getafe) que nunca han descendido a Segunda División y el único club que ha ganado todos los partidos que ha jugado en Primera División.