Si hiciéramos una lista de todo lo positivo que ha aportado la llegada de Diego Pablo Simeone al Atlético de Madrid, esta podía resultar prácticamente interminable. Pocas cosas se le resisten. Desde su llegada al Atlético en diciembre de 2011, Simeone ha conquistado una Europa League (2011-12), una Supercopa de Europa (2012), una Copa del Rey (2012-13), una Liga española (2013-14), una Supercopa de España (2014) y ha llevado, 40 años después, al conjunto colchonero a una final de Champions.
Pero al margen de títulos y reconocimientos individuales, que los ha tenido y muchos, lo que ha conseguido el entrenador rojiblanco en el club de la ribera del Manzanares trasciende de lo puramente físico. Ha devuelto al club a lo más alto del panorama internacional, volviendo a situar al Atlético de Madrid codeándose con los grandes clubes del continente europeo. Ha logrado transformar a un equipo sin alma, sin identidad y que parecía abocado a la mediocridad en un equipo campeón. Un equipo convertido en referente a lo largo y ancho de Europa que ha sido capaz de romper el binomio Madrid - Barça reinante en España y acariciando el trono europeo. Un equipo que desprende "cholismo" por los cuatro costados, que ha logrado hacer de la filosofía de su entrenador la filosofía del club y que lleva más de tres años cosechando éxito tras éxito.
La gran nómina de éxitos de Simeone con el Atlético tiene una pequeña mancha: una gran remontada pendiente
Unos méritos que, hablando en términos económicos, engrosan el “haber” del técnico de Buenos Aires, pero que tienen un ligero vacío en el “debe”: una gran remontada. El argentino, desde que está al mando de la nave rojiblanca, no ha conseguido darle la vuelta a una eliminatoria que se pusiera en contra en el partido de ida. No pudo voltear la eliminatoria de Europa League en la campaña 2012-13 ante el Rubin Kazan ni la de Copa del Rey en la que el Atleti cayó eliminado en semifinales la temporada pasada frente al Real Madrid.
Ante los rusos, la eliminatoria se puso realmente difícil en el partido de ida del Vicente Calderón. Un partido en el que el Rubin Kazan se adelantó en los primeros minutos, en el que el Atlético de Madrid, con un hombre más toda la segunda parte, buscó desesperadamente el gol del empate durante todo el encuentro. Finalmente, un gol del ex jugador del Athletic Pablo Orbaiz al contraataque, cuando el guardameta Asenjo había subido a rematar un córner en el descuento, puso el 0-2 definitivo que no pudo voltear el conjunto de Simeone. En tierras rusas, el solitario gol de Falcao no fue suficiente para remontar la eliminatoria.
La remontada en la eliminatoria copera frente al Real Madrid del curso pasado tampoco pudo darse. No estuvo cerca en ningún momento. Al incontestable 3-0 del Santiago Bernabéu debía seguirle una remontada épica. De aquellas que hacen historia y quedan grabadas en la memoria de los aficionados de uno y otro equipo. Dos tantos de Cristiano Ronaldo en la primera mitad sentenciaron el partido y la eliminatoria a favor de un Real Madrid que, a la postre, resultaría vencedor del torneo.
La que se nos presenta en el Vicente Calderón es una nueva ocasión para que Diego Pablo Simeone traslade esa remontada de un lado a otro de su cuenta de pérdidas y ganancias. Una ocasión en la que el resultado de la ida (1-0) no es tan adverso como en las dos situaciones anteriormente citadas, pero en la que el rival es del máximo nivel. Un Barcelona hambriento de títulos que intentará impedir que los rojiblancos avancen a la siguiente fase y que Simeone apruebe su asignatura pendiente.