Fernando Torres suelta el menhir

El Niño se libra de la última carga de su carrera, los cien goles.

Fernando Torres suelta el menhir
Foto: AG - ATM
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Por Kike Ramos

Llegó el éxtasis al Calderón. Bernini quedó minimizado en simetría con la afición rojiblanca tras el gol centenario de Fernando Torres. Fue la consecuencia de cerrar un capítulo de la historia de un ídolo. Un referente. Defendido por pocos, entendido por menos, inexplicable para colchoneros. Pero ni siquiera hace falta entenderlo o ser del Atleti. Tan solo hay que respetar a un caballero de la cabeza a los pies,  o lo que es lo mismo, desde su primer gol hasta el número cien. 

Un futbolista que no olvida y que ama el escudo colchonero por encima de todas las cosas. Un jugador que marchó como una estrella, que volvió como un peón y que aceptó desde el minuto uno su nuevo rol en su casa. Ni un reproche, ni un pero. Viviendo todos los goles aun sin jugar. Con un caparazón durísimo, de un material inquebrantable, resbaladizo,  que repele como los imanes las críticas y la poca memoria del mundo del fútbol.

Pero si algo tiene el club asentado a orillas del Manzanares, eso es memoria. Una memoria, esta sí, que no olvida quien y que es Fernando Torres.  El chaval que cargó a un equipo en la UCI y en Segunda División como Obelix el menhir sin llegar a la veintena de años y sin poción mágica. Un Fernando que tampoco olvida y que regala una camiseta tan histórica, la de su gol cien, a una persona tan anónima para muchos y tan especial para El Niño. Un día para recordar, el día que se desquitó de una carga. De la última carga.

Porqué ya está bien de cargar rocas y rocas. Eso se acabó. Y es que la carrera del delantero de Fuenlabrada ha sido tan exitosa como dura. Escondido en la imagen de un privilegiado y regateador de imparables críticas y menosprecios. Valoración ínfima al valor de un futbolista cargador de tanto peso en su carrera. El peso de un equipo roto cuando ni siquiera le había cambiado la voz. La consigna de volver a colocarlo entre los grandes. La oportunidad de marchar en busca  de una gloria conseguida pero desprestigiada por algunos. La vuelta al Calderón destronado del fútbol, pero con la corona de la afición rojiblanca. La losa del gol 100.

A pesar de haberlo sido todo y conseguir prácticamente todo, Fernando ha vivido toda su carrera con un peso que soportar. Un costalero permanente en el mundo del fútbol. Pero eso se ha acabado. A Torres le llega su época de tranquilidad, de serenidad. Sin querer usar el símil de un jubilado para no dar la satisfacción a esos críticos, al Niño le llega la vida de un pensionista librado del duro y responsable trabajo para poder dedicarse sin presión y sin cargas. Llegó la hora de disfrutar después de una larga y triunfante carrera, pero  llena de cargas.

Fernando Torres ya no tiene que tapar más bocas. Ya no tendrá que responder y responder. Ya no. Ya no tendrá que recordar quien es, serán ellos quien lo recuerden. Ya no habrá presión. Ha vuelto ver florecer su jardín. Su césped luce verde y su afición le quiere. Él ya no tiene pájaros con prisas de renovaciones en la cabeza, no ahora al menos. Ya no tiene a usurpadores inmerecidos de puesto de trabajo y la barrera de los cien goles ya se ha levantado. Fernando Torres ya puede disfrutar sin presiones de su última etapa. Última etapa sin menhir a la espalda.