Ya es un tópico de nuestro fútbol el introducir en tertulias cual es la mejor afición. Un debate creado en la calle, hablando con el vendedor del kiosko o incluso en el bar. De lo popular a lo profesional, de la calle al papel y a la materia de estudio. Y es que parece que no nos saciamos de fútbol y queremos más y más. Aunque el “forofismo” por los colores y el escudo de un club así como la rivalidad entre aficiones es tan primitivo como la práctica de este deporte, es ahora cuando aparece la llamada de la síntesis y el estudio del fenómeno.

No hace mucho al CIS le dio por descifrar el enigma. Decidió crear un mapa de “referencia” centrado en estudios sociológicos para ver que afición era más numerosa a nivel nacional. Intrépidos. No hace falta justificar algo que ya está justificado: la mejor afición es la mía. Sí, la mía. Pero la tuya será la tuya y la de él será la de él. Si vamos a un campo de un equipo de 2ªB y hay 300 aficionados, para ellos la mejor afición es esa y ninguna más. Se fijan en el gran número de aficionados que movilizan los grandes equipos, pero como nos cansamos al contar más allá de 100 (acuérdense de cuando jugábamos al escondite)  para ellos 300 siguen siendo muchos (acuérdense de lo que pasó en las Batallas de las Termópilas con ese mismo número de gladiadores).

Pero los del CIS se fueron a Sevilla y… ¡ay Sevilla! Dividida en el fútbol como en otras muchas cosas, aquí o eres verdiblanco o eres rojiblanco, no hay más (o sí). O eres del Arrebato o de Los Cantores de Híspalis. O del Ramón Sánchez Pizjuán o del Benito Villamarín (ya nadie es del Manuel Ruíz de Lopera). Se siente el fútbol de manera diferente, con mucha rivalidad, demasiada a veces, pero después se agradece ver a amigos de toda la vida, sevillistas y béticos, abrazados después del partido. Y aunque un año sin derbi sea un año largo, si el equipo desciende, la afición no lo hace.

La afición más grande de Sevilla, la del Betis (lo dijo el CIS no yo, que no se enfaden los otros), vio como su equipo descendía. Después de algunas lágrimas, desesperaciones y los “¡yo ya lo dije, este Betis no juega a ná!”, la afición volvió a dar una lección de pasión con el seguimiento de su equipo en la categoría de plata de nuestro fútbol. Precisamente, el Sábado de Pasión la afición bética se desgañitó nuevamente gritando y coreando el nombre de “¡Betis, Betis!”. Dijo Mel que no le sorprendió, que ya lo vio en Gijón y que ya no era de extrañar. Alguien que se asomase al famoso puente-sifón Santa Eulalia de Huelva y viera de cerca esas barquitas en la calmada marea y observara de lejos el tsunami verdiblanco en el Nuevo Colombino… ¿qué pensaría?

Y es que el equipo, la entidad, los jugadores, el entrenador, la directiva, el nombre del Betis descendió, pero la afición no lo hizo. Allí donde juegue el Betis habrá siempre una bandera del Betis, una bufanda o alguien cantando el nombre de Miki Roqué en el minuto 26. El sábado fue en Huelva, pero ya se ha visto en Gijón, Girona, Sabadell, Las Palmas… y Sevilla. Y es que cuando la afición no desciende, hay motivos de decir “¡Yo soy del Betis y tenemos la mejor afición del mundo!”.