Si alguien hubiera podido pensar que el Real Betis ha desplegado buen juego en alguna fase del campeonato, bien puede estar muy equivocado. El conjunto de las trece barras volvió a demostrar ayer su incapacidad a la hora de desplegar un juego vistoso, la principal premisa de Pepe Mel. Si además lo acompaña una defensa propia de Hallowen, un centro del campo inoperante o una delantera con la pólvora mojada desde hace semanas, los objetivos están condenados a incumplirse. Caer está permitido, pero no hacerlo humillado.

Un estilo fallido perpetrado y predecible

El empeño de Mel en desplegar un estilo vistoso y atractivo parece no estar resultándole en esta nueva etapa como técnico verdiblanco. A pesar de disponer de mimbres para ello, la incapacidad del entrenador en hacer jugar a su equipo tanto el curso pasado en segunda como este en primera parece comenzar a agotar la paciencia de la parroquia verdiblanca, ansiosa de ver a los suyos codearse con los más grandes tras un letargo en segundo plano.

Cumpliendo el reclamo de muchos, el madrileño introdujo a Ceballos en la medular junto a N'Diaye, insertando a Portillo escorado a banda. La presencia del canterano hacía prever un juego más atrevido, en busca del protagonismo con el balón y las transiciones con la punta de ataque. A pesar de ello, el Real Betis volvió a mostrar el mismo estilo predecible registrado en jornadas anteriores, una faceta más que estudiada por los entrenadores rivales, a los que apenas les supone dificultad alguna vencer a este equipo.

Un equipo que depende de los destellos de calidad de Joaquín, un hombre que atesora una magia incalculable en sus botas, pero que carece del estado físico que los aficionados desean, un físico digno de estudio al igual que el del resto del grupo y es que hace un lustro desde que la plantilla no goza de un estado físico adecuado a la categoría en la que militan, una faceta desaprovechada y relegada a un segundo plano por ensalzar el dichoso "trato del balón".

Un conjunto lento y errante, repleto de sinsentidos a la hora de actuar con el esférico en los pies, jugadores fuera de zona y ocupando puestos que desconocen, una defensa lenta y deslavazada, dos laterales esperpénticos acompañado de una dudosa sapiencia técnica, hacen que este Real Betis sea incapaz de tratar de tú a tú a la mayoría de equipos de la primera división.

Peligro a ráfagas

Una vez más, el juego propuesto por Pepe Mel no surtió efecto y la imposición de Ceballos en el mediocentro para darle más fluidez a la salida de esférico resultó fallida. El utrerano desperdició una nueva oportunidad de oro para demostrar el por qué de su renovación y devolverle a los aficionados la confianza depositada en él.

La medular bilbaína hizo desaparecer a la verdiblanca, probablemente la mejor parcela del equipo en lo que va de temporada. Respecto a las zonas ofensivas, Van Wolsfwinkel fue el elegido para acompañar a Rubén Castro arriba, una nueva probatura que deja latente la necesidad de tener a Jorge Molina sobre el tapete, una pieza más importante de lo que el respetable cree.

La incapacidad del holandés y el canario por entenderse hizo del ataque local una parcela inofensiva, con un solo tiro a puerta durante los noventa minutos e incapaz de ocasionar peligro al marco defendido por Gorka Iraizoz, excepto desde los once metros.

'Joaquín-dependencia'

Como se puede ver en los gráficos, la incidencia de ambos en el área rival fue inédita. El estilo propuesto por Mel volvió a fracasar, refrendado en la nulidad de balones recibidos por los atacantes en el interior del área. El canario se vio obligado a bajar hasta la medular para recibir el balón y abrir el mismo a la banda. La gráfica deja latente la dependencia al desborde de Joaquín para ocasionar jugadas de peligro, desplazando el 70 % de balones a la banda diestra donde estuvo situado el portuense.