Real Betis Balompié Amateur, 2013-2016

El conjunto ahora dirigido por Juan Merino fue vapuleado por el Sevilla, y deja unas sensaciones de juego que requieren solución inmediata o el camino a Segunda División se entrevería cada vez más diáfano.

Real Betis Balompié Amateur, 2013-2016
El Sevilla Fútbol Club despedaza al Real Betis de principio a fin sin mancharse.
guillermo-azabal-chacon
Por Guillermo Azábal Chacón

“Parecía que estábamos empezando a jugar al fútbol en cuanto a conceptos tácticos”. El revelador entrecomillado refleja que esta alocución no procede del que ahora teclea; Juan Merino fue el autor de estas palabras tras el partido. Con esta ineludible e indemne sentencia podría definirse más de varias decenas de encuentros que el conjunto de Heliópolis ha jugado durante los últimos dos años y medio. Recordemos que el Betis asciende debido a grandes actuaciones individuales de jugadores como Adán, Rubén Castro o Jorge Molina, cuyas cualidades superan ampliamente las de la mayoría de los jugadores de Segunda División.

En esta situación, analizar un partido del Betis se antoja una labor prolongada más que compleja, porque las erráticas actuaciones y decisiones (sobre el terreno de juego) las podría percibir sin demasiada dificultad cualquier aficionado al fútbol con historial reciente en la materia.

Los verdiblancos tienen un problema de gran calado en las raíces de la creación de fútbol; en el origen del juego, en la capacidad de elaboración que te permite no ser un equipo previsible y diferenciarte de las tres cuartas partes de los equipos de Segunda División. Sí, de Segunda. El balompié en Primera radica fundamentalmente en la velocidad de juego, poseerla o no es lo que te permite mantenerte (sin encomendarse a la suerte) o volver a la covacha segundona donde juegan (con las debidas excepciones) los que, por variopintas circunstancias, no están cualificados con el don de la celeridad mental o física para desenvolverte en la élite.

El Real Betis cuenta con el impactante guarismo de CERO centrocampistas puros –organizadores- con la mencionada cualificación. El equipo, por ahora, de Merino tiene en la medular a Digard, N´Diaye, Petros y Xavi Torres (Matilla hace muchísimo tiempo que no cuenta y ni siquiera tiene ficha). Pues bien, ninguno de ellos, sin excepción, ha demostrado ser una solución con criterio y fiabilidad para desempeñar el primordial papel de convertirse en los primeros en recibir de la zaga y dar un buen acervo de pases por partido que superen las dos primeras líneas de presión rival (balón raso o cambios de orientación a la otra banda). Además, los dos que “han jugado” –Digard y Petros- fracasaron en la lectura de juego; tampoco acompañaron una sola combinación en ataque –de las pocas que dispuso el Betis- para ayudar y ofrecer oportunidades de asociación a los jugadores de banda o a la línea de tres cuartos de campo habitada por Ceballos y luego por Fabián.

Ante una lucha por el mediocampo entre cuatro futbolistas (dos por cada lado, con el ya habitual 4-2-3-1), los béticos quedaron retratados. Un litigio entre jugadores de supuesto corte parecido –ortodoxamente defensivos-, manteniendo una visión demasiado reduccionista, en el que N´Zonzi e Iborra escobillaron a Digard y Petros del foco de atención sin apenas pestañear.

Desde que partiese el vizcaíno Beñat Echebarría en el Betis no se ha visto un jugador que mínimamente se acerque a este prototipo de futbolista indispensable en Primera. Fichajes a medio camino entre la virtud técnica y el músculo que, por extraño que parezca, acaban por no acaparar ningún registro. En esta tesitura, los de Nervión mostraron no echar en falta a su mejor pieza en esta particular batalla, Grzegorz Krychowiak. Buena actuación de su mediocampo, aunque no parece que haya sido una prueba de nivel como para evaluar si están a la altura de pelearle minutos al polaco.

Eso sí, es de honesto reconocimiento el buen funcionamiento del valenciano y el exfutbolista del Stoke City. Muy superiores en lecturas y en físico al equipo verdiblanco; supieron moverse coordinadamente y ofrecer variantes a la defensa sevillista para salir con el balón jugado desde atrás cuando ellos lo consideraban oportuno. Intercalando fases de control absoluto de la posesión con el balón solapado al suelo (fueron las que más daño moral le hicieron al Betis), y envíos aéreos (recurso más utilizado) a un Fernando Llorente cuya labor de recepción y descargas de cara a banda y atrás recordó a los mejores tiempos de un delantero de Malí especial en la memoria de Nervión.

Imponentes también en la anticipación y en la perseverancia para forzar al Betis a patear en largo el balón (con la consiguiente ventaja de defender a Ceballos, Portillo, Joaquín y Castro por arriba) o a jugar hacia atrás, propiciando así una salida de solución mucho más artificiosa.

Por otra parte, el Real Betis renunció a mantener el plan que le había dado un buen resultado en Liga: la presión defensiva fue una completa calamidad. Tres líneas de presión completamente desajustadas en las que Castro por hambre de gol y Ceballos por casta quedaban aislados arriba siendo presos de un peculiar rondo de entrenamiento entre el centro del campo y la defensa del Sevilla Fútbol Club. El Betis, a priori, quiso esperar al Sevilla en la línea divisoria para comenzar a azuzarlos con pseudointensidad.

Sin embargo, el Sevilla se deshacía rápido y bien de las líneas dispuestas con pases interiores y recursos técnicos de mucha calidad. La referencia Digard-Petros era muy poco compacta (Petros se descolgaba por delante de Digard hacia una zona que debería ocupar Ceballos) y, lógicamente, Francisco Portillo y Joaquín tampoco aportaban demasiado en este sentido. Entonces el Sevilla descubrió la fórmula que le permitiría destrozar al Betis sin excesivo esfuerzo: Iborra o N'Zonzi filtraban para Banega, que conducía hasta la banda pasado el centro del campo, arrastraba a Digard, y Reyes o Yevhen Konoplyanka se encontraban en conducción en carrera ante Pezzella y Bruno (dos centrales imprecisos durante los 90 minutos, además Bruno falló estrepitosamente en la marca a Rami del segundo tanto; haciendo patente nerviosismo o falta de cocción propia de categoría infantil) para optar por escorarse e intentar golpear a portería o triangular a/con Llorente.

En la segunda parte, con la entrada de Gameiro y Krohn-Dehli, la estrategia era la misma, y aunque se perdía la opción de buscar que Llorente ofreciera devoluciones de cara, el Sevilla ganaba olfato goleador; pocos segundos le hicieron falta a Gameiro para repetir lo acordado y batir a un Adán que no estuvo afortunado en la mayoría de los goles.

Asimismo, tampoco la actitud de los jugadores estuvo a la altura de la afición y el partido que se “disputaba”. El timonel en este sentido, y en muchos otros, suele ser Dani Ceballos, pero el de Utrera tampoco personalizó la entrega a la que tiene acostumbrada a la parroquia bética. Quizá el gol en el minuto 4 acabara precipitadamente con una motivación bajo mínimos tras la dinámica y las turbulencias vividas desde hace semanas. Con él en el campo, el Betis tuvo también un ataque muy plano, y la incursión de Portillo en el once para darle más capacidad de creación al equipo y juntarse con Ceballos obtuvo ineficaces resultados.

La desidia se apoderó incluso de Ceballos que no ayudó a la línea de centrocampistas a intentar montar jugadas desde posiciones defensivas. Como consecuencia se produjeron un gran número de pérdidas en lugares peligrosos al intentar hacer esta labor Digard y Petros, y demasiados balones al azaroso frente que acababa en dominio sevillista. El equipo de Emery, cuando quiso hacer daño, se abría rápido y ocupaba todo el ancho de campo del Sánchez-Pizjuán, con laterales muy profundos y un gran margen para prodigarse en ataque, ya que los extremos pasaban al interior concentrando la inútil presión bética, y sus homólogos Vargas y Piccini dejaban descubierto el terreno que tenían detrás.

En ataque pudimos ver cómo Rubén Castro retrocedía varios metros y caía a banda izquierda para poder condensar algo de posesión, pero sin omnipresencia le era imposible ayudar en la elaboración y finalizar él mismo las jugadas. Por su parte, vimos también a Kadir, que intentó varias internadas diagonales al área e incluso tuvo un tiro lateral dentro de la misma. Hizo más que muchos de sus compañeros en sus pocos minutos; eso denota el nivel del equipo actualmente, ya que no ha contado durante toda la temporada para Mel y debería estar falto de físico.

El resumen del partido puede apreciarse en estos esclarecedores datos: el Betis pergeña su primera jugada decente en el minuto 28, golpea sólo desde fuera del área, y una sola vez a puerta. En la misma línea, los últimos cinco minutos de la primera parte vinieron a destapar públicamente los dos polos existentes en el panorama futbolístico sevillano: N´Zonzi se colocaba como tercer central y durante varios minutos la escuadra de Emery se libraba de los futbolistas béticos con la tranquilidad que te permite gustarte con recursos técnicos incluso en tu área.

De lo poco reseñable positivamente del Betis fueron los minutos de Fabián, un chaval de la cantera que aportó movilidad como mediapunta, intención y sacrificio por su escudo.

Finalmente, las carencias técnicas, de actitud y de un plan que pudiese conducir a combatir al Sevilla volvieron a machacar al Betis, que no sabe a qué jugar y tampoco tiene otras variantes de creación a las que encomendarse. La defensa del Sevilla fue un muro inexpugnable, la del Betis un frontón que se limitaba a rechazar balones sin cordura hasta que el paredón acabó por desplomársele encima. El Sevilla hizo cuatro sin forzar la máquina y Kakuta se llevó la mano a la oreja. Lahoz no quiso ahondar la herida, si da algún minuto de descuento Nervión hubiese pasado del gesto de la oreja al de la dolorosa manita.

VAVEL Logo
Sobre el autor
Guillermo Azábal Chacón
Periodista por mí y para los demás. Asido a un bolígrafo y a un bloc de notas deseoso de albergar historias de vida que transmitir. Este oficio que propicia estados democráticos empezó a irse a pique cuando dimos al espectáculo más guión del que necesitábamos. Los extremismos nos acercan al precipicio.