Desde que empezó la temporada, directiva, cuerpo técnico y jugadores han pedido con insistencia paciencia y tranquilidad, mientras el celtismo vivía en una montaña rusa de emociones: incertidumbre ante el cese de Abel; euforia por la llegada de Luis Enrique; temor por su posible salida hacia Barcelona; ilusión por el gran inicio, incluso con alguna cábala europea; y, por último, decepción por una crisis de resultados que se prolongó casi dos meses, con una sensación creciente de vuelta al pasado y al sufrimiento, desencadenadas por una aciaga semana en la que el equipo arrastró su imagen ante Villarreal, Getafe y Elche.

El fin de las rotaciones

El calendario tenía reservada otra jornada semanal un mes después, y ante rivales mucho más complicados sobre el papel. Pero esta vez Luis Enrique, que tiene una idea muy clara de lo que quiere de este Celta, ya tenía definido también su once inicial, y apostó por él sin más cambios que los obligados por lesión. El resultado fueron seis puntos en tres encuentros, con una única derrota ante el Barcelona que dejó más luces que sombras. Y con la sensación de que este es un equipo muy competitivo, de que le puede ganar a cualquiera.

Nueva defensa

La defensa ha sido la línea que más ha evolucionado, con la entrada esta semana de Aurtenetxe y Cabral. Ninguno había tenido protagonismo en el inicio, pero su irrupción en el once coincidió con el paso adelante defensivo. El vasco se lesionó contra el Barcelona y devolvió la titularidad a Toni en Sevilla. Allí, Cabral también dio el Luis Enrique, con su once inicial definido, apostó por él sin más cambios que los obligados por lesiónsusto en un mal apoyo, pero pudo terminar el partido con una actuación más que solvente y la rodilla algo tocada. Si no puede estar en el siguiente partido, David Costas espera en la recámara. El canterano ha tenido una irrupción en la élite complicada por los malos resultados, pero parece en condiciones de crecer aún más si vuelve a un equipo ganador.

Fin del debate

El equipo presionó con eficacia en el Sánchez Pizjuán, conteniendo las acometidas de un Sevilla al que se le iba la vida, con la dificultad añadida de que defendió la ventaja durante medio partido casi sin fisuras. A este buen bagaje contribuyeron Fontás y Oubiña. El catalán se ha consolidado en el centro de la zaga, después de un inicio en el que sonó como sustituto del capitán en el centro del campo. Finalmente se ha revelado como una ayuda fundamental en la salida de balón, liberando a Oubiña de esa posición entre los centrales en la que tanto sufría. El vigués puede ocupar una mayor parcela, dando consistencia al centro del campo y haciendo brillar a sus compañeros de posición.

La importancia de la segunda línea

En un equipo que aspira a la permanencia, los problemas para encontrar un goleador solvente siempre se multiplican. Charles es el elegido por el Celta. Ha jugado todos los partidos menos el de Getafe y, de momento, suma cuatro goles. Pocos discuten su juego, y su importante sacrificio físico para el colectivo. A nivel goleador lleva una progresión similar a la de su antecesor en el puesto. Iago Aspas acabó la temporada pasada con doce goles, una cifra nada despreciable, aunque mejorable.

Así que cobra una gran importancia que la segunda línea de ataque colabore a nivel goleador. La del Celta lo está consiguiendo, empezando por Álex López. El ferrolano es El Celta dio una lección en el Sánchez Pizjuán de cómo debe competir un equipo visitanteuno de los preferidos por la afición, aunque siempre se le pidió una mejora a nivel goleador. El sistema de esta temporada, con dos hombres por el centro ayudados por Oubiña, parece sentarle como un guante. En Sevilla consiguió su cuarto gol, empatando con Charles. A día de hoy parece un fijo en el once.

También han acudido a su cita con el gol sus compañeros de la medular Rafinha y Augusto. El del argentino es un caso curioso. A pesar de definirse como jugador de banda siempre que comparece ante los medios, parece evidente que rinde mucho más cuando juega por el centro. Y, sobre todo, resulta mucho más útil al equipo por sus dotes de sacrificio. En esa posición consiguió su gol en Málaga, y en el centro contribuyó decisivamente en la victoria del Pizjuán, donde incluso tuvo alguna clara ocasión.

Para cerrar el círculo, desde la banda izquierda Nolito ya ha aportado tres tantos. Con la irrupción en el primer equipo de Santi Mina, y a falta de la llegada de Mario Bermejo, la faceta goleadora parece cubierta. Claro que, con el gol, nunca se sabe...

La gran asignatura pendiente

El Celta dio una lección en el Sánchez Pizjuán de cómo debe competir un equipo visitante si quiere llevarse los tres puntos. Presionó bien, consiguió un gol, y lo defendió con uñas y dientes provocando los nervios y la frustración entre la parroquia rival. Hasta aquí, todo bien, pero...¿qué pasa con Balaídos?

Está claro que una buena temporada, o incluso una simple temporada sin sobresaltos, pasa por ganar cierta cantidad de partidos en casa. La temporada pasada, el Celta consiguió ganar siete y, aún así, acabó sufriendo. Este curso ya ha malgastado seis ocasiones de estrenar su casillero de victorias. Sólo quedan 13. Urge pues conseguir un triunfo que le permita al equipo dejar de mirar hacia abajo. La ocasión parece propicia, contra el colista y antes de un nuevo parón, lo que permitiría dejar atrás definitivamente el peor momento de la temporada.

La misión no parece imposible, y hay precedentes para asegurarlo. De hecho, el once que empezó la liga contra el Espanyol, y que llegó a ir ganando 2-0, sólo se diferenciaba del de Sevilla en la presencia de Krohn-Dehli y la ausencia de Santi Mina. Sea por casualidad o por lógica, el Celta se encuentra en el mismo punto: con una afición ilusionada, y con la oportunidad de conseguir una victoria en Balaídos que relance las expectativas creadas en días anteriores.