“Vai o gato metido nun saco. Así reza una popularísima canción gallega. En o noso derbi, el Gato (el de Catoria en esta ocasión), salió del saco para dar una victoria importantísima para su equipo.

Y es que el fútbol son momentos. Instantes que marcan la diferencia, que reducen el desarrollo de todo un partido a un segundo. O noso derbi lo volvió a demostrar. Un encuentro en el que el Celta fue absoluto dominador en la primera parte y que el Dépor niveló en la segunda a base de entrega, a pesar de que el fútbol y la pelota seguía perteneciendo a los locales. Con 2-1 en el marcador, en el epílogo del choque, los visitantes gozaron de un penalti para llevarse un punto de territorio comanche. Sergio tenía otros planes. El Gato de Catoira voló a su izquierda para rescatar tres puntos que el dominio del juego no había acabado de asegurar.

Pasión contra el horario

Ni el día ni la hora del partido pudieron frenar a unas aficiones apasionadas. El celtismo respondió y Balaídos rozó el lleno. Además, mil fieles del Deportivo pusieron la nota blanquiazul en el municipal vigués. Por su equipo, la gente hace sacrificios complicados de entender a veces. Gracias a ello, o noso derbi tuvo un ambiente a la altura de la categoría del encuentro. La pelota echó a rodar con el rugido atronador de las gradas y las primeras disputas y choques empezaron.

La afición respondió

Dos minutos duró la igualdad. El tiempo que tardó el Celta en echar la pelota al pasto y ponerla a correr como el rayo. De lado a lado. Y poco más tardó en dar el primer zarpazo. Nolito recibió en la izquierda, se fue de Sidnei y con un latigazo raso, batió a Lux. Explosión. Los locales se ponían por delante a la primera y el camino parecía inclinarse hacia abajo.

Dictadura infructuosa

Con marcador a favor y una parroquia entregada, el Celta desató todo su fútbol. Circulación veloz, asociaciones, profundidad. Balón. Los locales se quedaron con la pelota y dominaron el juego con autoridad. El Dépor se agazapaba atrás, como podía. Sufrimiento. En esta tesitura, la solución de los locales era como cubrirse de un huracán con una cucharilla. Orellana y Nolito, una vez más, percutieron desde ambos costados. Buscándose, encontrándose. La otra parte del tridente celeste, Larrivey, se encargó del trabajo sucio. Fijó a los centrales, les empujó metros atrás y en todo momento trabajó para abrir huecos a los extremos, que gozaron de varias ocasiones para ampliar la ventaja.

Nolito volvió a besar el escudo. (Foto: LFP).

A medida que la primera parte fue avanzando, el ritmo local fue bajando. El Deportivo se empleó con dureza, frenando en falta las arremetidas celestes. Sin embargo, el mayor problema físico para un jugador local, llegó en una acción fortuita. En un salto, Radoja se abrió la cabeza. Una brecha que necesitó de un aparatoso vendaje, pero que no impidió al Costurero firmar una actuación estelar. Siempre bien colocado, perfecto en las coberturas y correcto con balón. El serbio estuvo acompañado en el medio por un Krohn-Dehli magistral. El Vikingo tiene una regularidad nunca antes vista en Vigo que le ha convertido en el motor del equipo celeste.

Pero el ganador de un partido lo deciden los goles, no el dominio. El Celta fue incapaz de anotar un segundo tanto para el que hizo méritos y el choque se fue al descanso.

La fe mueve montañas

En cualquier otro deporte, es impensable que un equipo tan inferior a otro pueda nivelar un partido así

En la segunda parte cambió el decorado. El Celta tuvo mal de altura y el Dépor empezó a crecer. En cualquier otro deporte, sería impensable que un equipo tan inferior a otro pueda nivelar un partido así. No en fútbol; por eso es tan mágico. Los de Víctor subieron líneas, apretaron más, y sin dejar de luchar buscaron la igualada. Y la encontraron. Tras un aviso de Postiga, que estuvo en una batalla continua con Fontàs toda la noche, llegó el empate. En la única acción en la que el nueve portugués le ganó la partida al central catalán, su apertura la recibió Juanfran, que centró para que Cuenca controlase dentro del área y marcase. Calidad. El ex del Barça demostró su capacidad técnica para poner las tablas en el marcador. Había partido.

El Celta acusó el golpe. Unos minutos de zozobra dejaron a la deriva a los celestes y pusieron al Deportivo en franquicia por primera vez en el encuentro. El coraje coruñés lo había conseguido. Sin embargo, a igualdad de coraje, la calidad debe imponerse. Y el plus de garra celeste lo puso Joaquín Larrivey. El de Gualeguay lo peleó todo, chocó con todos y corrió a todo. Guerrero. El argentino contagió a sus compañeros y los locales pudieron templarse y empezar a manejar de nuevo.

La batalla entre Postiga y Fontàs, una constante. (Foto:César Quian | La Voz de Galicia).

Entre vendaje y revendaje de Radoja, que no acababa de dejar de sangrar, el Celta se fue a por la victoria. Nolito puso a prueba a Lux con un gran disparo que el guardameta argentino despejó a córner. Después fue Krohn-Dehli el que lo intentó, aunque su chut salió desviado. Berizzo relevó a Álex López por Augusto y el Celta cogió aire. Volvía a llevar la voz cantante.

A pesar de forzar multitud de saques de esquina, los locales no sacaban peligro de ninguno. Todos muy cortos o sin rematador. La debilidad a balón parada del Celta es un mal endémico, histórico, que parecía no tener fin. Pero nunca llovió que no escampase y en uno de los córners apareció Larrivey para rematar con el alma a la red. Un gol que desató el delirio en Balaídos y que acercaba la victoria en un derbi gallego oficial, más de siete años después. Era el minuto 72.

Así remató Larrivey a gol. (Foto: César Quian | La Voz de Galicia).

La hora de Sergio

Sergio obtuvo el premio a muchos años de trabajo en la sombra

Pero un derbi casi nunca es fácil. El Dépor igualó una vez y podía volver a hacerlo. Y más teniendo en cuenta el bajón físico que acusa el Celta en el tramo final de los partidos. Víctor movió el banquillo, con cambios ofensivos. Cavaleiro, José Rodríguez y Toché al campo. Pero el equipo coruñés sigue en construcción y, a pesar de contar con buenos jugadores, le cuesta generar peligro. Los locales aguantaron e incluso pudieron matar con una clara ocasión de Larrivey. El delantero intentó una vaselina ante Lux, desbaratada a la perfección por el portero blanquiazul.

Los minutos finales llegaron y el empuje visitante embotelló a un Celta que esperaba una contra para finiquitar el encuentro. No llegó. Lo que sí llegó fue la ocasión de oro del Deportivo para llevarse botín de Balaídos. Una internada de Sidnei en área rival acabó con un centro que dio en la mano de Cabral. Penalti. Era el minuto 87. Medunjanin, que ya anotara desde los once metros contra el Real Madrid asumió la responsabilidad. Sergio Álvarez también la asumió. El Gato de Catoira voló sin motor para enviar a córner el lanzamiento del bosnio. Momento mágico para el portero celeste, que después de más de diez años en el club, jugaba un derbi oficial por primera vez.

El partido acabó minutos después y Balaídos explotó. Una victoria importantísima en lo moral, tres puntos más que dejan el casillero en nueve y con la imbatibilidad prolongada. Una victoria con un sabor especial, como reflejaba la efusividad con la que la celebraron los jugadores. Pero esta Liga no da tiempo a demasiado festejo. El Celta volverá a jugar el viernes, en el Martínez Valero de Elche, donde intentará prolongar este magnífico arranque liguero.