La espinita

Desde que todo se vino abajo en junio del año 2007, con descenso, ley concursal y cinco años de penitencia por Segunda División incluídos, el Celta de Carlos Mouriño ha ido dando pequeños pasos en la dirección correcta. Ha seguido la única senda posible, un giro diametral, un paso hacia adelante obligado hacia el propio ombligo de la cantera, la racionalización del gasto, y las cosas bien hechas como única solución para sobrevivir. Y la estrategia ha ido funcionando poco a poco. Solo quedaba una espinita clavada: volver a ganar un derbi. Siete años después, se ha conseguido.

La espinita
Nolito y Larrivey festejan con rabia el gol con el que el Celta acabó con una racha de siete años sin ganar el derbi (Foto: LFP)
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Por Miguel Gallego

Reza el proverbio, y así lo recordó algún jugador durante los últimos días, que los derbis no se juegan, se ganan. Los dos contendientes llegaban con sensaciones muy diferentes, con un Celta mucho más en forma, invicto. Pero, sobre el césped de Balaídos, las diferencias se diluyeron con el paso de los minutos. Después de un inicio fulgurante y de una primera mitad de dominio, el equipo vigués acabó sufriendo, y mucho, pero se llevó los puntos.

Sin rotaciones

Por lo visto hasta el momento, Eduardo Berizzo no piensa hacer rotaciones. Apenas tres días después de arrancar un valioso empate del Calderón, en el derbi se presentaron los mismos jugadores, con la entrada del recuperado Nolito por Pablo Hernández como única modificación. Toda una declaración de intenciones.

El Celta iba a por el partido, sin importar que este llegara entresemana, demasiado pronto para recuperar. Y esto quedó demostrado ya en los primeros minutos. Sabedores de que su juego pasa por varias fases, incluyendo un inevitable bajón físico en los últimos minutos, los vigueses se lanzaron en busca del gol que pusiera el partido cuesta abajo. Y no hubo que esperar mucho.

Otra vez Nolito...

Cuando un jugador está en racha hay que aprovecharlo. Debe hacerlo el equipo, que puede sacar beneficios incalculables, pero también tiene que hacerlo el propio futbolista, que ve cómo su cotización sube como la espuma, y cómo su nombre está en boca de todos. Y Nolito, hombre de fútbol donde los haya, tiene esto muy claro.

Cuando un jugador está en racha hay que aprovecharlo

El gaditano vive este deporte, y sabe que es un símbolo para el celtismo. Este verano hizo un importante esfuerzo para quedarse en el Celta, y la afición lo venera. Y además también sabe que parte de esta admiración viene por su gol al Deportivo en pretemporada y su peculiar celebración. Así que, cual canterano salido de los pastos vigueses, no dudó en aprovechar ese estado de gracia para inventarse otro golazo, lanzar a la grada y al equipo, y achicar un poco a la afición rival besándose el escudo ante ella.

Nolito tira del Celta, y el Celta lo celebra. A su estela crecen futbolistas llamados a tener un papel importante en el equipo. Quizá un pequeño daño colateral es el ansia de Orellana. El chileno también está de dulce, se asoció de maravilla con Nolito, juntos irrumpieron como puñales tras la defensa coruñesa. Pero es ese deseo de seguir el ritmo de su compañero, de mantener su pulso goleador, el que le hizo precipitarse en varias ocasiones. Parece demasiado obsesionado con la portería rival.

...y otra vez Sergio

Con su espectacular parada en el último minuto, Sergio Álvarez ganó el derbi

Pero, en un partido que se fue complicando, el papel estelar estaba reservado a un portero canterano de 28 años. El portero que salvó un punto en el Calderón y que, solo tres días después, completó un ciclo de película para meterse para siempre a la afición en el bolsillo. Ya no hay debate. Con su espectacular parada en el último minuto al lanzamiento de Medunjanin desde el punto de penalti, Sergio Álvarez ganó el derbi. Después de todos los ríos de tinta que corrieron en las últimas semanas alrededor del partido más importante del año en Galicia, la lectura final es así de sencilla, como reconoció el propio Berizzo.

El Gato de Catoira ya ha hecho lo más difícil. Aprobar con nota su reválida como portero titular de Primera División. Mantener invicto al Celta, que asoma la cabeza en puestos europeos por primera vez en mucho tiempo y con él en la portería. Y, por supuesto, haberse ganado un merecido lugar en la historia del equipo ganando un derbi siete años después.

El bajón

Pero, antes de que Sergio escribiera su página más brillante (por el momento), quedó al descubierto una peligrosa realidad: el Celta no encuentra su ritmo de competición ideal. No es capaz de mantener la intensidad con que se planta en los partidos, que le ha llevado a adelantarse en el marcador en las cinco jornadas de Liga. El derbi no podía ser una excepción, y no lo fue.

Berizzo acumuló defensas para asegurar una victoria que tendrá que analizar en profundidad.

El arreón del equipo vigués duró unos 25 minutos. En ese tiempo consiguió un gol, pero no más. Y quizás Berizzo haya reconfigurado su planteamiento en base a los empates de las anteriores jornadas. Lo cierto es que sus jugadores bajaron el ritmo en el tramo final de la primera mitad, y en el inicial de la segunda. Quizás conscientes de que si no lo hacían, acabarían sufriendo. El problema es que, de momento, no encuentran el equilibrio. Siguieron dominando la posesión, pero fueron dando pasos atrás, perdiendo la profundidad, permitiendo al Deportivo meterse en el partido.

Con el inicio de la segunda mitad, el Celta pareció bajar incluso la intensidad, encomendandose al pase en largo, algo sumamente extraño en un derbi que, precisamente, vivían de manera más especial la estrella del equipo y el propio entrenador. Como resultado, se perdió la iniciativa del juego, que se volvió imprevisible, igualado e incluso algo caótico. Y, cuando eso pasa, es difícil recuperarse. Por eso Berizzo optó por acumular hombres en defensa, como hizo en el Calderón, para asegurar una victoria muy sufrida, que tendrá que analizar en profundidad.

El mundo al revés

Fue después del empate coruñés, y de que el Celta se volviese a poner por delante en la suerte que estuvo a punto de costarle el partido del Manzanares: a balón parado. Cierto que el Celta acumuló una montaña de saques de esquina sin aparente peligro. Pero el enésimo lo acabó empotrando en la red Larrivey, que se comió literalmente a Lux. El argentino domina totalmente el juego aéreo lejos del área, es una de sus especialidades. Baja los balones con suma facilidad. Así que era solo cuestión de tiempo que se impusiera también en el área pequeña.

Pero el Deportivo aún guardaba su traca final, como lo hizo cuando se llevó el último derbi de Segunda en el descuento. Se apoyó en esa pizca de suerte que siempre hace falta para mantener una racha de siete años, y se plantó en los once metros casi sobre la bocina. Fue en ese momento cuando todos los fantasmas sobrevolaron Balaídos. Pero fue también cuando apareció el Gato para sacarle al celtismo esa espinita que tenía clavada desde aquel fatídico 2007.