Hace más de dos años que Michael Krohn-Dehli recaló en Vigo. Un guerrero vikingo en busca de su destino, un hijo de Odín en las Rías Baixas. En su primera incursión con las tropas celestes dejó gotas de calidad. En la segunda, entrega. En ambas le faltó constancia. Y en esta tercera, por fin lo ha encontrado todo.
Poderes de mago, casta de guerrero
Ya no hay hordas celestes. Ahora son vikingas. A imagen y semejanza del motor que mueve un barco que ya no es barco, es drakkar. Como las naves nórdicas, el Celta es veloz, agresivo y siempre va al frente. Y el impulsor de este arranque espectacular es el general que dirige las batallas, el que acelera o pausa la navegación según convenga, el rubio con el 23 a la espalda.
De Norte a Norte
Tras toda una vida en su tierra, en Asgard, el Celta reclutó al Vikingo para batallar al máximo nivel. Como hiciera su antepasado Thor, Krohn-Dehli peleó en tierras sureñas, lejos de su hogar. Pero el Sur al que viajó era en realidad el Norte. Otro Norte. No obstante, su adaptación no fue fácil. Aunque no fuese a menudo, dejó claro de lo que era capaz. Poderes de mago, casta de guerrero. Siempre a cuentagotas. Una batalla memorable, alternada con tres en la retaguardia.
Al hijo de Odín no le salieron las cosas a la primera. Puede que tampoco a la segunda. Voces críticas contra su proceder y contra su endeble consistencia se podían escuchar. Dudas sobre su compromiso y sospechas sobre algún supuesto intento de saltar del barco. Pero no hay mejor juez que el tiempo. El Vikingo no ha parado de progresar desde que abandonó Asgard. Pequeño en tamaño, enorme en influencia.
Bastón de mando
Aunque por su menudo aspecto pudiera parecer un nibelungo, Krohn ha demostrado ser un todo un señor de Asgard. Dos años como guerrero han quedado atrás. Ahora es general. Motor. En el medio de la batalla maneja los hilos, dirige a las tropas, ordena las ofensivas. Las hordas celestes guerrean al son de su melodía.
El frío también puede quemar
Tiempo atrás, el escandinavo recibió críticas por su intermitencia, por parecer ausente, por ser frío. Pero, paradójicamente, el frío también puede quemar. La heladora personalidad del hijo de Odín es también volcánica en el campo de batalla. Ha encontrado lo que necesitaba, lo que le faltaba. Ya fuera confianza, ya fuera sensación de pertenencia o ya fuera, simplemente, el momento exacto. Lo cierto es que Krohn-Dehli se ha convertido en manantial. En fuente de la que nacen y fluyen todas las directrices celestes, brotando constantemente. Regular, al fin.
Pero el Vikingo no es solo director, también es ejecutor. Guerrero total. En la reciente batalla del Palmeral, contra las tropas ilicitanas, Krohn apareció en el frente para lanzar un fulgurante hechizo. Magia escandinava. Un movimiento maestro, un jaque que dejaba el mate en manos de su compañero Nolito, el afilador de las espadas celestes.
Está en su mejor momento. Se sabe importante, se siente importante y le sienten como importante. Por ello quieren retenerle. Su acuerdo marcaba este año, como el último en las Rías Baixas. Sin embargo, aún es pronto para el final. El Ragnarok puede esperar. Si todo transcurre normalmente, el Vikingo sellará un nuevo acuerdo para seguir defendiendo la Cruz de Santiago, dirigiendo a las tropas y dejando destellos de magia escandinava allá dónde pisa. El drakkar celeste navega más veloz que nunca en la última década. Lo dirige el Vikingo, hijo de Odín, señor de Asgard.