La profecía de Álex López

“Este será el año de su explosión”. Una profecía escuchada en más de una ocasión cuando se habla de un futbolista que apunta alto. En el caso de Alejandro López Sánchez los años van pasando y el vaticinio no ha llegado a cumplirse, pese a haber amagado en numerosas ocasiones con hacerlo. A sus 26 años parece un buen momento para que por fin se consolide entre los mejores, algo que se sigue esperando con ilusión en Vigo. Pero quien piense que a Álex le faltan ingredientes para situarse en la élite tiene serios motivos para reafirmarse. Desgraciadamente los precedentes le avalan.

La profecía de Álex López
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Por José Luis Rodríguez Sánchez

La historia de Álex López con el Celta comenzó en agosto de 2010. Un par de meses antes había debutado bajo la batuta de Eusebio Sacristán aunque su participación no había pasado de anecdótica. Pero en la primera jornada de la temporada 2010-2011, en una derrota en Balaídos ante el Barcelona B, Álex mostró sus credenciales. Compartiendo mediocampo con López Garai y Roberto Trashorras, el ferrolano enseñó que a aquel futbolista de 22 primaveras había que darle cancha. Toque, visión de juego y alegría se reflejaban en sus ojos. Paco Herrera no dudó y Álex se convirtió en imprescindible. Durante las más de dos temporadas y media que el técnico catalán permaneció en el banquillo celeste el canterano fue protagonista, a caballo entre el doble pivote y la mediapunta. El ex de Racing de Ferrol y Narón distribuía y trazaba buenos pases aunque le faltaba acertar un poco más con el marco rival. Finalizando la primera campaña de Herrera el equipo caía en picado, dejando escapar un ascenso que se había encarrilado magníficamente durante 25 jornadas. Coincidiendo con la debacle, Álex perdía su puesto en el once. Nada que extrañase demasiado a sus 23 años.

Curiosamente, en la campaña siguiente se produjo la situación inversa, con un Álex López que finalizaba la temporada en plenitud consiguiendo seis goles y creciendo exponencialmente para llevar al equipo a Primera. La profecía se empezaba a cumplir y solo faltaba demostrarlo en la máxima categoría. Una vez allí, los primeros meses le costaron mucho. La famosa adaptación. Paciencia. El equipo jugaba razonablemente bien, pero sumaba pocos puntos. En enero, frente al Valladolid, Álex anotaba uno de sus dos únicos tantos de la temporada y completaba un buen partido. Pero la explosión tampoco llegaría ese año. “Algo normal, la novatada del primer año en la élite”, se decía.

De más a menos con Lucho

Foto: David Ramos / Getty Images

Con Luis Enrique y el cambio al 4-3-3 quedaron atrás sus años como mediocentro, ciñéndose su papel al de interior. No fue casualidad. Su labor siempre se distinguió por el buen trato hacia el balón y en muy pocas ocasiones por un despliegue físico exigente por lo que asumir la función de pivote único no parecía adecuado a sus características. Su sufrimiento cada vez que un contrario buscaba el cuerpo a cuerpo con él era – y sigue siendo– evidente, pero también su resistencia dejaba bastante que desear, con frecuentes bajones de rendimiento a partir de la hora de juego que le llevaban al banquillo antes del minuto 70. Con todo, su inicio de liga fue de notable, alcanzando incluso el sobresaliente en la goleada por 0-5 en La Rosaleda. Pero seguramente su encuentro más completo llegó antes, en la tercera fecha ante el Granada. Aquel día se vio una versión excelsa de Álex con el balón. Cambios de orientación, presencia constante en las inmediaciones del área rival, avidez por la pelota, ganas de disparar, ambición, puro deseo… Ese es el Álex que el celtismo quiere cada domingo con independencia del acierto, que no siempre se puede garantizar. Lamentablemente su buen tono no duraría demasiado, llegando incluso a perder su habitual puesto en el once durante la segunda vuelta, a imagen y semejanza de lo sucedido en la temporada 2010-2011 con Paco Herrera. Y siendo exigentes, Álex López se puede considerar uno de los pocos fracasos de Luis Enrique como técnico del Celta.

Sin regularidad

A día de hoy no se contabilizan demasiadas alegrías por parte del centrocampista gallego en este primer sector de la temporada. Ha gozado de la titularidad en cada partido a excepción de la visita a Elche – en la que no participó– aunque Berizzo ha optado por retirarle sistemáticamente en los segundos tiempos. Pese a que no le faltan minutos y a que su posición de interior se ajusta a las mil maravillas a su perfil, Álex no acaba de intervenir en el engranaje del equipo todo lo que se espera de él.

Cierto es que su capacidad de llegar a la portería rival se manifestó ante Getafe y Córdoba aunque sin acierto de cara al gol. Frente a la Real Sociedad su encuentro discurrió en paralelo al del resto del equipo, asociándose con acierto con sus compañeros en la primera parte y disminuyendo su rendimiento en la segunda. Pero a partir de la visita al Calderón su fútbol se ha diluido, ausentándose de manera casi permanente en cuanto al rol que debe desempeñar en este Celta, combinativo y finalizador desde media distancia a partes iguales. Lo que actualmente se conoce como un box-to-box aunque con un recorrido más focalizado en el campo rival. Porque si de lo que se trata es de presionar y robar, será cuestión de tiempo que algún compañero – Augusto y Tucu esperan – le arrebate el puesto.

¿Un asunto mental?

Eduardo Berizzo decidió mantener el 4-3-3 a su llegada, situando al ferrolano como interior, al igual que hiciera Luis Enrique. El matiz presionante que quiso inculcar el argentino a sus futbolistas no parecía favorecer al centrocampista gallego a la vista de los precedentes. Su físico también se resentía cuando la intensidad de la presión del equipo era máxima, por lo que sus permutas en los segundos tiempos parecían lógicas. Últimamente, en cambio, ante unos planteamientos con más mesura por parte del Toto sus prestaciones no han mejorado y continúa sin completar 90 minutos de una tacada. Parece por tanto claro que no todo tiene que ver con su resistencia o con su hipotético cansancio.

De los nueve disparos que ha ejecutado a lo largo de este mes y medio, cuatro los realizó frente al Getafe

Dando por sentado que no se cuenta con un gran margen a la hora de mejorar su condición física de base, sí parece interesante incidir en el componente anímico-mental que afecta a su rendimiento. Un tema en el que Berizzo debe trabajar a fondo para hacerle despertar definitivamente. Álex López ha vivido durante los cuatro últimos años buenos y malos momentos con el Celta pero jamás ha completado una temporada a un nivel uniforme. Partidos como el de Balaídos frente al Granada hace cosa de un año, dejan claro que condiciones no le faltan. Sin embargo su trayectoria hasta la fecha le delata como un futbolista profundamente irregular, algo que una vez más se ha podido constatar en las siete primeras jornadas de la presente temporada.

Escasa iniciativa, exceso de inhibición

El número de disparos que efectúa durante un partido no tiene mayor trascendencia si no acaban en gol pero sí constituyen un claro indicador de sus apariciones. Que Álex dispare a puerta tiene que ver con el hecho de que participa del juego y llega con el balón controlado a la frontal. Sin duda su mejor virtud, la suma de combinación y llegada. De los nueve disparos que ha ejecutado a lo largo de este mes y medio, cuatro los realizó frente al Getafe y dos frente al Córdoba, sus dos actuaciones más destacadas hasta la fecha. En el resto de partidos no promedia ni siquiera un lanzamiento a puerta. Preocupante. Especialmente porque, cuando no consigue aparecer tiende a esconderse todavía más, lo que revela una vez más que detrás de su irregularidad permanece latente un tema mental. ¿Complejo? ¿Falta de fe en sus posibilidades? Lo cierto es que hasta el momento carece de ese punto de iniciativa para abandonar su zona y aproximarse al balón que le permita habilitar una línea de pase fácil a sus compañeros, y de esa forma retroalimentar su fútbol.

Pese a la falta de continuidad en su trayectoria, resulta llamativo el actual tono gris del interior celeste cuando se encuentra rodeado por futbolistas como Krohn-Dehli, Nolito, Orellana o Larrivey, quienes, no solo complementan a la perfección su fútbol ofensivo, sino que se encuentran en un momento de forma rutilante. En los últimos encuentros la producción atacante del Celta manaba sin cesar de las botas del capitán del Drakkar que, por momentos parecía interior izquierdo y derecho a la vez, con un Álex totalmente inhibido en materia ofensiva. En este sentido llaman la atención sus últimas declaraciones, en las que asegura encontrarse en forma y con confianza.

Lo cierto es que Álex López, dada su condición de canterano, todavía tiene crédito para mantenerse como referencia en este Celta durante mucho tiempo. A sus 26 años, la explosión todavía es posible. Mentalización, iniciativa y ambición son sus puntos a mejorar. Porque a quien bien se quiere, se le debe pedir más, el celtismo está obligado a exigir a Álex López que dé un paso al frente, busque la pelota, arriesgue en el pase y chute a puerta. Siempre. En cada uno de los partidos en los que participe. Que ofrezca regularidad pero de la buena. Solo así se podrá cumplir de una vez la vieja profecía.