Amor en 'stand by'

El Barcelona visita Balaídos este miércoles, pero Rafinha Alcántara no podrá pisar el césped vigués. La lesión sufrida la pasada semana en Roma lo mantendrá apartado de los terrenos de juego hasta la próxima temporada. En la retina de los aficionados vigueses, sin embargo, persiste el recuerdo de uno de los futbolistas que mayor huella ha dejado en la grada celeste.

Amor en 'stand by'
Su rodilla derecha impedirá a Rafinha volver a Balaídos (Foto: Dani Mullor / VAVEL).
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Por Adrián Viéitez

Robe Iniesta, líder del grupo musical 'Extremoduro', decía vivir "mirando una estrella, siempre en estado de espera" en su tema Stand By. Un sentimiento similar al que recorre cada arteria del cuerpo de aquellos padres que esperan a sus hijos en la estación para abrazarlos, dejarles su hombro para posar las mejillas y susurrarles al oído todo lo que los han echado de menos y lo mucho que se alegran de que sus ausencias hayan, ¡al fin!, alcanzado su término. Algo así como verse obligado a dejar escapar aquello que más aprecias y a observarlo desde la distancia con el único deseo de que, antes o después, eche la mirada atrás, aparque las maletas y regrese al hogar aunque sea de forma temporal.

El 15 de julio de 2013, Rafinha Alcántara do Nascimento, hijo del astro brasileño Mazinho, efectuaba su particular regreso a casa. Aquella tarde veraniega, Balaídos presentaba una entrada inusual para una simple presentación de un futbolista. Error. Nada de simple. El semblante de un Rafinha con la veintena recién estrenada exhalaba nostalgia y sorpresa a partes iguales. Sin más, le facilitaron el primero de los muchos esféricos que sus botas acariciarían durante la temporada 2013/14. Los aficionados celestes vivieron tal grado de excitación que aquel día acabaron derribando las vallas publicitarias.

El periplo del joven futbolista en Vigo, a modo de regreso trampolín, fue sencillamente extraordinario. En apenas diez meses de estadía en la Ría de Vigo, Rafinha acabó por conquistar todos los rincones del corazón de cada aficionado celeste, convirtiéndose en uno de esos jugadores cuyo nombre queda inscrito con fuego en las entrañas de la entidad. Uno de esos hombres con un poder emocional difícilmente igualable para un equipo que, al verlo marchar en junio de 2014 de regreso al Barcelona, le besaba la mano y le prometía guardarle un hueco y brindarle aplausos siempre que sintiese ganas de volver.

Rafinha emigró al Mediterráneo un verano después de haber regresado al Atlántico. Y es que la historia iba de regresos. Tardaría aproximadamente lo mismo en realizar su vuelta a Balaídos ya enfundado en la camiseta azulgrana. El 5 de abril de 2015, con la mirada titubeante y las manos temblorosas, el centrocampista de corazón celeste caminaba a través del túnel de vestuarios abrazando a sus antiguos compañeros, consciente de que aquel día sería uno de los grandes protagonistas. El coreo de su nombre en el videomarcador, su ingreso al campo y cada una de las ocasiones en las que tocó la pelota se convirtieron de inmediato en ovaciones cerradas dignas de un futbolista que lleva más de un lustro en el equipo. La ironía era inequívoca, y es que aquel día Rafinha era un rival.

En su segundo año como barcelonista, sin embargo, el azulgrana más celeste no podrá efectuar su rutinario regreso a casa. El pasado miércoles, en uno de sus caracoleos habituales, Rafinha se despojaba de la presión del belga Radja Nainggolan, quien, sin embargo, arrancaba en su persecución y se deslizaba con la mala suerte de enganchar la pierna del brasileño rompiéndole los ligamentos de la rodilla derecha. Sus ojos se estremecían de dolor, su cuerpo al completo rodaba por el césped del Olímpico romano y su temporada llegaba, en aquel momento y con efectos inmediatos, a su fin.

Este miércoles el Barcelona visitará Balaídos, pero Rafinha no bajará del autobús del equipo dirigido por Luis Enrique. Sus aplausos, ¡sus aplausos!, ellos no faltarán. Pese a su ausencia, es preciso ser conscientes de que el estadio del Celta de Vigo lo tendrá bien presente en su recuerdo. El césped vigués, aquel que sus botas apisonaron con la potencia desmesurada de su arrancada hacia el área, guarda su memoria futbolística con la insistencia de aquel que todavía no se ha rendido respecto a recuperar lo perdido.

La conexión emocional entre Rafael Alcántara do Nascimento y el Real Club Celta de Vigo alcanzará un nuevo estadio en la quinta jornada de la presente temporada. Tras ser vitoreado como local y como visitante, el miércoles el brasileño será coreado sin pisar siquiera el césped. Y cuando el Fútbol Club Barcelona regrese a su feudo, en Vigo se seguirá anhelando que, en algún momento de una carrera cuya proyección ha sido frenada por tan gravísima lesión, el hijo pródigo del celtismo regrese de nuevo a su hogar. Y que quizá esta vez lo haga de forma definitiva.

Mientras tanto, el celtismo disfrutará, en primer lugar, con la recuperación eficiente de Rafinha Alcántara y, a continuación, con cada éxito que coseche. Orgulloso del vuelo voraz de una estrella que desdibujó la cal de Balaídos con lágrimas sobrecogidas al despedirse cuando apenas nacía como astro. Un ave fénix cuyo hábitat natural siempre han sido los andenes. Atrapado entre dos estaciones, generando pasiones y convirtiéndose en héroe fugaz en una orilla y promesa eterna en la otra. Buscando acortar su stand by para refulgir con su brillo etéreo.

Antes de hacer la maleta

y pasar la vida entre andenes,

[...]

viene el viento y se la lleva,

y desde entonces su cabeza

sólo quiere alzar el vuelo.

[...]

Sueña que sueña la estrella,

siempre en estado de espera.