La historia de amor de Juan con el fútbol se inició a la vez que la adolescencia llamaba a su puerta. Nacido en el barrio ferrolano de Esteiro, fue precisamente allí donde comenzó a despuntar y a llamar la atención de los entendidos. En su época de juvenil pasó del Esteiro al Racing de Ferrol, para continuar su formación en el seno del equipo verde durante la campaña 1965/66. Una cesión durante una temporada al Arsenal ferrolano le permitió destaparse como goleador, con 19 tantos convertidos en Tercera División durante el curso siguiente. El premio iba a ser gordo, nada menos que una convocatoria con la selección nacional para el Campeonato de Europa juvenil de 1967, que se celebró en Turquía. En aquella selección coincidió —entre otros— con Juan Manuel Asensi, por entonces joven promesa del Elche. El ferrolano sucedía a otro ilustre céltico, Manolo Rodríguez, quien en 1966 había acudido al mismo campeonato —disputado en Yugoslavia— a defender la camiseta roja con cierto éxito, pues regresó con un meritorio cuarto puesto. A Juan no le fue tan bien al año siguiente ya que España, incapaz de lograr un solo triunfo en su grupo, iba a caer prematuramente eliminada.

Olímpico antes de la explosión

A partir de ahí el de Esteiro pasó a formar parte de la primera plantilla racinguista, lo que le permitió debutar en la Segunda División. Con apenas 19 años Juan iba ya a participar en 25 partidos de liga y a lograr tres goles, que le facilitaron el pasaporte a los Juegos Olímpicos de 1968, celebrados en México. De nuevo los caminos de Juan y Asensi discurrían en paralelo aunque esta vez con algo más de suerte. España, encuadrada en un grupo más complicado de lo que parecía inicialmente, logró imponerse a Brasil y a Nigeria. El de Esteiro consiguió el gol de la victoria ante la Canarinha y disputó también al completo el choque contra los africanos y la eliminatoria de cuartos de final. Un empate en el tercer choque de la fase de grupos ante Japón permitió asegurar la primera plaza que, eso sí, no deparó un rival sencillo en el cruce. México, con el 'jugador número 12' a favor, eliminó a España y la apartó de la lucha por las medallas.

Juan se sentía mejor si jugaba más centrado y con opciones de encarar la meta rival

Con todo, la explosión del centrocampista gallego llegó en la campaña 1968/69. Un Racing de Ferrol crecido peleó por el ascenso a Primera hasta las últimas jornadas y Juan iba a ser pieza clave en el entramado verde. Ocho goles a lo largo de 29 partidos tuvieron la culpa aunque finalmente el equipo de la ciudad departamental no iba a lograr entrar entre los tres primeros, entre los que sí iba a estar el Celta. Los de Vigo conseguían hacerse con los servicios del prometedor centrocampista, quien iniciaba en 1969 una andadura como celeste que se iba a prolongar durante 11 años. Su sueldo fue inicialmente de 500.000 pesetas anuales, cantidad que sería mejorada tras su renovación en 1972.

Once años de regularidad

Juan era un jugador que destacaba por su clase. En una época en la que el barro oscurecía cualquier intento de filigrana, el de Esteiro intentaba tocar con mimo la pelota ofreciéndose siempre a sus compañeros para buscar la portería contraria. Y es que en eso consistía su segunda gran virtud, la capacidad para llegar y batir al guardameta contrario. Juan poseía más olfato de gol que muchos delanteros de la época, característica que demostró un año sí y otro también. Si hubiese jugado en el fútbol actual seguramente se le definiría como un falso nueve, término que —obviamente— no se utilizaba en la década de los 70.

Sus cifras a lo largo de más de una década muestran una regularidad aplastante, que le llevó a totalizar 45 tantos con la casaca celeste. Fue máximo goleador del equipo en las campañas 1970/71 y 1974/75, con ocho y seis tantos respectivamente. Resultaba curiosa su alternancia con Manolo Jiménez como 'Pichichi' del equipo durante esta década, cuando ni uno ni otro se comportaban como verdadera referencia en ataque. Solo se quedó sin mojar en la 1977/78, pese a que intervino en los 34 partidos de liga. En cuanto a participación, en sus primeras nueve temporadas vestido de azul cielo no bajó de los 1.700 minutos de juego, superando siempre los 20 encuentros de liga por temporada. Su pico lo alcanzó en la 1971/72, en la que lo jugó absolutamente todo, eliminatoria europea contra el Aberdeen incluida.

Sus inicios en Vigo no resultaron fáciles ya que la disciplina que imponía Roque Olsen resultaba muy dura para un joven acostumbrado a moverse a sus anchas en el terreno de juego. Las experiencias a finales de los 60 en la banda le dejaron un poso de amargura ya que Juan se sentía mejor si jugaba más centrado y con opciones de encarar la meta rival. Pero de manera paulatina fue encontrando su sitio en el equipo, hasta el punto de convertirse en un auténtico pilar durante toda una década. En la parte negativa hay que decir que sí se notó un bajón importante de minutos en sus dos últimas campañas, en las que no superó los 17 partidos de liga. Poco a poco languidecía la década de los 70 y se acercaba 1980, el año de su despedida como celeste.

El que tuvo retuvo

Once Celta-Getafe (04/11/1979)

De la temporada 1979/80 data un partido disputado frente al Getafe Deportivo, en la que se puede considerar la última gran actuación del ferrolano con la elástica celeste. Los 31 años a sus espaldas ya comenzaban a pesar y las entradas y salidas del veterano centrocampista en el once eran continuas. Llegaba la décima jornada de la Segunda División y el Celta apenas había podido sumar seis puntos, circunstancia que le situaba en zona de descenso y que motivó la sustitución de Pedrito por Carmelo Cedrún en el banquillo olívico. El Getafe, con nueve unidades, se encontraba inmerso en el pelotón de la zona media. Juan, que llevaba varios partidos sin jugar, no fue de la partida pero la lesión de Paco Vidal a los seis minutos del inicio le brindó una oportunidad, provocando su pronta entrada en el terreno de juego.

Una vez colgadas las botas, Juan retomaría su vinculación con el club olívico

La primera parte puso de relieve el estado de nervios con el que jugaban los locales, recién descendidos y con un exceso de presión por remontar posiciones en la tabla. El Getafe, por su parte, se centró en tareas destructivas y asumió un posicionamiento eminentemente contemplativo. Con estos condicionantes el gol solo podía llegar en una jugada aislada. Y esta sucedió en el minuto 23, cuando el defensor azulón Alfonso introdujo el balón en su propia portería al intentar jugar con su guardameta. Fue un tanto importante para el equipo vigués aunque no sirvió para serenar su fútbol, que continuaba lleno de imprecisiones y prisas. Con todo, en el minuto 32 un nuevo error de la zaga visitante iba a servir para ampliar la diferencia en el electrónico. Un córner botado por Sanromán no pudo ser despejado por la cobertura del Getafe, que permitió el remate de Juan. Con 2-0 y un cierto alivio para la parroquia celeste se iba a llegar al intermedio.

Juan, situado al lado del guardameta Fenoy, formó parte del once que empató en 1977 en el Bernabeu (Foto: halacelta.com)

En la segunda mitad los de casa se centraron un poco más, lo que les permitió mantener la ventaja con cierta suficiencia y merodear el área madrileña en busca de un tercer tanto que se haría de rogar. No fue hasta el minuto 86 cuando Del Cura realizó una gran jugada y colocó un centro a la cabeza de Juan. El de Esteiro ejecutó un remate de libro y alojó de manera inapelable el cuero en las redes visitantes mostrando una vez más sus aptitudes en el remate a puerta. El choque quedaba visto para sentencia pero un minuto más tarde Lemos todavía iba a colocar el cuarto tras una buena combinación entre Ademir y Castro. Al final se completó una goleada con cierta sensación de que el equipo no había acumulado méritos para un triunfo tan holgado.

Retorno a Vigo

El Celta abandonaba momentáneamente la zona de descenso y Carmelo Cedrún expresaba su deseo de que la victoria permitiese al equipo reencontrarse a sí mismo. Lamentablemente el destino ni siquiera quiso que terminase la temporada en el banquillo olívico. Los de Vigo nunca llegaron a superar el duodécimo puesto, volviendo a caer a la zona de peligro en la segunda vuelta. La llegada de Juan Arza no mejoraría las cosas y se consumó un impensable descenso a Segunda B. Fue una triste despedida para Juan Fernández Vilela, que recaló aquel verano en las filas del Pontevedra, club en el que se retiraría dos años más tarde.

Una vez colgadas las botas Juan retomaría su vinculación con el club olívico, dirigiendo a equipos del fútbol base y ejerciendo como segundo de a bordo de Colin Addison y José María Maguregui. En la temporada 2004/05 dirigió también al equipo de cadetes en la liga gallega. En diciembre de 2013 se le entregó la insignia de oro de la Agrupación de Antiguos Jugadores del Real Club Celta de Vigo, juntamente con otros futbolistas históricos como Quique Costas, Félix Carnero, Gabriel Lezcano, Manolo Rodríguez o el también ferrolano Santiago Castro.

Y es que cuando un celtista piensa en la comarca de Ferrolterra uno de los nombres que inevitablemente le vienen a la cabeza es el de este gran centrocampista ofensivo de los 70. La historia dice que muchos años antes de que se inventase el término, el Celta de los 70 ya tenía su falso nueve. Juan Fernández Vilela, como tantos otros integrantes del equipo que vivió aquella década, celebró grandes éxitos y sufrió rotundos fracasos. Como la vida misma.