En Valladolid se ganan Ligas y como se demostró también se pueden perder, especialmente si se produce la autoinmolación de un equipo que nos hizo disfrutar y soñar, pero que en este 2014 dimite en bloque siguiendo el ejemplo de su expresidente.

Nos queda la inquietante sensación de que el Barça se deshace, el grupo de campeones que fue tomado como ejemplo de un canon estético en el que la belleza de su juego era directamente proporcional a su rendimiento y por tanto a sus éxitos, ha entrado en un bucle de desorganización que le ha llevado a perder absolutamente la naturalidad y grandeza con la que hasta no hace mucho tiempo ganaba copas. Una preocupante imagen de desgobierno asola al Barcelona tanto en lo institucional como en lo deportivo. El guion de esta temporada escrito por los responsables técnicos e institucionales del Barcelona, bien podría haberlo escrito el más fiel de los madridistas, pues se suceden desde hace un tiempo situaciones que difícilmente se comprenden.

No se comprende la altísima inversión en un solo fichaje cuando el equipo necesitaba urgentemente una transfusión de sangre nueva que le hiciera recuperar el hambre perdida. Como he defendido en más de una ocasión se han dejado de tomar decisiones y el reciente ejemplo de Pep Guardiola dejando marchar a Ronaldinho y Deco tendría que haber cundido en los diversos responsables técnicos que asumieron el papel desde que el de Santpedor dejó Barcelona.

No tengo la más mínima duda de que en este caso se cuece el sentir de que además del tiempo, la marca se está comiendo al mejor Barcelona de la historia. El jugador es un producto y el aficionado su consumidor, y en el sangrante caso del Barça la marca los ha separado completamente. El mejor Barça fue reconocible por su juego, por la cercanía de este con La Masía, pero la idea, la filosofía mucho me temo que está siendo engullida por el negocio. De otra forma no sería comprensible la excesiva preocupación del Barça por atar su destino a Qatar, vincular su futuro deportivo a la adquisición de un solo jugador con un enorme tirón publicitario, pero evidentes interrogantes respecto a su rendimiento deportivo. Un futbolista que seguro será extraordinario, pero que indudablemente genera un cisma salarial en el seno de la plantilla. El Barça que ya era grande y lo fue aún más por una idea de juego, por una generación que creció en la naturalidad del juego y su incalculable cuota de diversión, acabó desnaturalizándose como consecuencia de la enorme dimensión que llegó a cobrar. Bajo mi punto de vista se tocó la cima del mundo y en cierta medida los que nos hicieron disfrutar dejaron de hacerlo.  

El modelo de juego del Barça fue objeto de un intenso estudio táctico técnico que llevó a crear un modelo de juego antibarça al que no se dio la respuesta requerida y en el que se estampó repetidamente. El equipo se ha convertido en demasiado plano, se cuestiona su propia identidad, se debate entre ser profundo y ser el Barça, pero para volver a ser, las piernas y la cabeza, deberían correr a la endiablada velocidad con la que antaño trazaron triángulos pitagóricos admirados en todo el planeta.   

Es difícilmente incomprensible lo sucedido con Leo Messi desde finales de la pasada temporada, cuando esa marca de la que hablo acabó engullendo al más grandioso jugador de barrio. Jamás comprenderé lo sucedido con Víctor Valdés, el mejor portero de la historia del Barcelona que anunció su marcha dos temporadas antes de llevarla a efecto. Mucho menos la falta de previsión en el caso Thiago, a mi juicio el futbolista con el perfil más adecuado para paliar la paulatina marcha de Xavi, un jugador sin duda insustituible. Tampoco y respetando la nobleza, la honradez de Carles Puyol, emblema del club, se entiende que el capitán del Barcelona anuncie en el tramo decisivo de la temporada que deja el Barça al final de la misma, dando definitivamente la razón a todos aquellos que reclamaban la incorporación de un central desde que el mítico Carles comenzó a dejar de ser él mismo por culpa de las lesiones, momento en el que se improvisó con la rapidez y profesionalidad de Mascherano, al que jamás se le pudo reprochar la más mínima entrega, pero al que siempre la faltaron centímetros. Cuestiones que dejan en un mal lugar tanto a la secretaría técnica como al entrenador, que en el juego del error del que nos habló hace pocas fechas, encuentra en este punto uno de los mayores cometidos.  No me cabe duda que Tata es un gran entrenador, pero para el contexto histórico era necesario el perfil de un técnico que como él fuera cercano a la filosofía, pero sobre todo conocedor de la casa, con la suficiente personalidad como para no verse impresionado por las estrellas y tomar decisiones dolorosas e impopulares que habrían apuntalado la naturaleza competitiva del equipo.

La cuota de responsabilidad ha de ser repartida proporcionalmente sobre todos y cada uno de los estamentos del club, comenzando por la directiva y acabando por los jugadores e incluso socios y aficionados. La prensa también tiene su cuota de responsabilidad, pues en la mayoría de las ocasiones se da mayor importancia a lo que llega de Madrid, que en contar la verdad de lo que se está cociendo en Can Barça. Urge una reflexión, pero no como la que dice Andoni Zubizarreta, sino una reflexión que conlleve decisiones, no es cuestión de tirar de esa cadena que sonaba en el esperpéntico twitter de Víctor Valdés, sino de demostrar que en todos estos años en los que el Barça fue referente mundial, se ha aprendido a algo más que convertir en una marca productiva un estilo, una filosofía que siempre estuvo basada en el juego, el sentido lúdico del mismo y la identidad de un club con el corazón de Puyol, la cabeza de Xavi, la genial pierna zurda de Messi, las manos de Valdés, la armonía de Andrés Iniesta y la sabiduría de Pep, un técnico que entre otras muchas virtudes conocía a la perfección lo que representaba el Barcelona.