Ronaldinho llegaba al Barça con humildad, prometiendo hacer todo lo posible por la camiseta que defendería. Y lo hizo. A lo grande, además.

¿Quién no se ha emocionado con sus goles? ¿Quién no se ha llevado las manos a la cabeza con sus virguerías? ¿Quién no ha alucinado con sus pases de tacón? ¿Quién no recuerda aquel gol de falta al Werder Bremen en el que toda la defensa saltaba y el balón se colaba debajo de ellos? ¿Quién no vibró con su último gol con el Barça (de chilena y frente al Atlético de Madrid)? ¿Quién no ha babeado casi literalmente con la dupla que formaba con Eto’o y más tarde con Messi? ¿Quién no ha considerado que es el jugador con más magia que ha pasado por el Barça?  En definitiva, ¿quién no se ha ‘enamorado’ de Ronaldinho?

Ronnie cambió al Barça. Llevó al equipo en volandas hacia el juego perfecto. Ronnie hizo del Barça el mejor equipo de su momento. Ronnie dejó más de una vez en evidencia al Real Madrid y, precisamente eso, enamoraba aún más a la afición culé.

Daba gusto verle jugar. Uno se pasaba la semana esperando que llegara el sábado o el domingo para verle jugar. Porque, señores, la magia es un espectáculo para privilegiados, pues no todos la captan… Y en ello Ronaldinho era todo un experto.

Sus goles, su sonrisa, su talento, su capacidad para hipnotizar con su fútbol a todo el que pasara, iluminó Can Barça. Y ese brillo permanecerá siempre en la ciudad condal porque el legado de Ronaldinho tiene una dimensión que, seguramente, nunca se calculará exactamente.

Es una lástima que su final en el equipo catalán no fuera de otra manera porque Ronnie merecía otro.

Todavía se le echa de menos en la Liga. Algunos creen que Cristiano o Messi son mejores que él… No confundan talento con magia. La magia de Ronaldinho no la alcanzará nadie… Nunca.

“Felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace”. Jean Paul Sartre.