En la noche del martes, Barcelona y Paris Saint-Germain volverán a verse por cuarta vez en esta campaña, algo inusual entre equipos de diferentes países. Tras los dos partidos de la fase de grupos más el disputado en el Parque de los Príncipes hace una semana, será difícil que Laurent Blanc y Luis Enrique puedan sorprenderse con algún movimiento. Sin embargo, fue justamente en el segundo partido del curso contra el PSG cuando el técnico asturiano revolucionó más su sistema y once en la presente temporada.

Fue a principios de diciembre cuando el Camp Nou presenciaría la última jornada del grupo que lideraba el Paris. Los franceses tenían un punto más que el Barcelona. Los dos estaban ya clasificados para octavos, por lo que únicamente se iban a jugar ser el primer puesto. El gran ausente de la cita sería Dani Alves, por sanción. Luis Enrique debía buscar un sustituto al lateral derecho. Sin embargo, no lo hizo. Sin confiar en Montoya o Douglas, sustitutos naturales del brasileño, y con el asterisco añadido de estar obligados a ganar, prefirió alterar el ecosistema culé y convertirlo en más agresivo con el entorno.

FC Barcelona - Paris SG - Football tactics and formations

Como vemos en la imagen, el Barcelona formó de entrada con tres centrales, dos carrileros-extremos, un pivote, dos interiores y dos delanteros. En principio, un 3-1-4-2 pero con mucha variabilidad según la zona del esférico por un lado, y la de Messi por otro, que hizo más de mediapunta que de delantero. Así, cuando el Barça iniciaba la posesión desde atrás, sin que el PSG presionase apenas a los tres centrales, los centrocampistas y delanteros se escalonaban dibujando una W (visión lateral). Mascherano, Busquets, Iniesta, Messi y Suárez, por este orden, dibujaban el grafema. Mientras, Neymar y Pedro, pegados a la línea de cal, irían ganando metros según la pelota ganase metros en esa W. Al estar tan abiertos, los marcajes de van der Wiel y Maxwell no serían tan cercanos porque habría mucha separación con Silva y Luiz respectivamente.

El planteamiento culé provocó que en ambas áreas los delanteros pudieran jugarse el uno contra uno

Cuando el Barcelona llegaba a las cercanías del área rival, los carrileros ya se habían convertido en extremos, Suárez hacía de nueve y Messi estaba colocado por detrás, muy cercano a Iniesta y Busquets. Se formarían dos líneas de tres que favorecerían la recuperación rápida y muy arriba. El Barcelona, sí se lo proponía, podía presionar al hombre la salida por raso francesa sin que existiera un hombre libre: Pedro y Neymar con los dos laterales, Suárez y Messi con los dos centrales, Iniesta con Verratti, Busquets con Matuidi y Mascherano con Ibrahimovic. Embotellar al PSG era realmente posible.

Sin embargo, la mayoría de los culés recién nombrados no nacieron para perseguir más de pocos segundos a sus marcas. En cuanto el PSG conseguía conectar dos o tres pases, el Barcelona quedaba demasiado expuesto. Y pasó a menudo debido a la capacidad de los Silva, Luiz, Verratti, Motta y la ayuda de Ibrahimovic al que se le buscaba en juego directo, pero que también bajaba al centro del campo. El partido era una constante de duelos individuales, salvo para Messi, siempre encimado por Motta o Matuidi y el central que no estuviese con Suárez (casi siempre Thiago Silva). El argentino, cansado de no tocar, hizo más veces las funciones de un mediocentro que de un delantero falso nueve. Las parejas de baile en el otro área eran: Lucas Moura con Mathieu, Cavani con Bartra y a Ibra se lo turnaban Mascherano y Piqué, que también debían estar preocupados de Matuidi, jugador en movimiento por definición, y que rotaba con el sueco.

Control descontrolado

La primera parte, de esta manera, fue una corriente continua de ocasiones. Era el Barcelona quien aglutinaba la posesión, pero era el PSG quien más claro atacaba, con menos acierto ciertamente. Al descanso se llegó 2-1 con goles de Messi y Neymar que habían remontado el tanto de Ibra. Ese tanto del sueco en el minuto 15 dejó patente la peligrosidad del invento de Luis Enrique a las primeras de cambio. Más o menos ocurrió como se explica a continuación.

El 0-1 de Ibra evidenció las carencias naturales del plan blaugrana

Es el minuto 14 y el PSG se presenta en campo contrario. Lo ha hecho tras una combinación sencilla entre Thiago Motta y Marco Verratti y con el beneplácito de Messi e Iniesta que presionan como vigilan como los socorristas a los bañistas, desde la distancia. En la divisoria espera Zlatan Ibrahimovic que, ejerciendo de boya, toca con van der Wiel primero y con Marco después. El italiano, al que Iniesta sigue vigilando con prismáticos, toca verticalmente hacia Blaise Matuidi y supera la línea de medios culés. El francés recibe solo porque Busquets ha ido en busca de Zlatan. Busquets se quedará entre dos aguas y permite al sueco volverá a recibir solo y abrir a Lucas Moura, pegado a la banda derecha. Lucas encara a Mathieu (que no era el Mathieu de 2015) mientras Blaise corre hacia el puesto de delantero. Ahora es al "Jefecito" a quien le entran dudas. Se pregunta si debe echar una mano a Jérémy en la banda o seguir a Ibra. Desbordado, no alcanza a ninguno. Lucas centra raso; Blaise toca de cara para Ibra; y el sueco, dentro del área y nuevamente solo, fusila a ter Stegen.

Luis Enrique rectificó tras iniciarse la segunda mitad | UEFA.com - Getty Images

No sería la única del equipo parisino en la primera parte, pero sí fue la jugada en la que su mejor jugador jugó cuatro veces la pelota sin un defensa cercano a él. El final, si hubiera pasado en el área contraria Messi, se podría intuir. Por suerte para Luis Enrique, los tres de arriba voltearon el marcador gracias al coraje de Luis Suárez, la fe de Messi y el gran golpeo al palo largo de Neymar. Por eso y porque el PSG tuvo también fallos defensivos del mismo nivel que los blaugranas.

Rectificación prematura

El experimento del 3-5-2 salía cara al descanso, pero Luis Enrique rectificó al poco de iniciar la segunda parte. Tras el enésimo susto parisino, el equipo volvió al 4-3-3 habitual con el que, minutos después, se cerraría el marcador con el tanto de Suárez (3-1). Mathieu pasó a ser el lateral izquierdo, mientras que Bartra se escoraría al otro lateral para dejar el centro de la zaga a Mascherano y Piqué. Nunca más el gijonés volvió a probar de inicio algo similar. Tal y como está la eliminatoria actual ante el mismo equipo que aquella noche (1-3 a favor), no parece que sea necesario volver a arriesgar. Empero, no se puede descartar que el invento interrumpido prematuramente no se vaya a repetir de aquí al final de campaña. Unos retoques previos sí demandaría, eso sí.