Tal vez, haría todo lo posible para repetir ese momento. Quizás, si tuviera que eliminar sí o sí algún recuerdo, desecharía cualquier otro menos ese instante del 18 de diciembre del 2004. Hasta, probablemente, renunciaría a todos sus vestigios futbolísticos por solo resguardar aquel episodio en su memoria. Porque aquella noche fría de Barcelona, Lionel Messi conoció a su ídolo y, por una milésima de segundo, el mundo detuvo su marcha solo para que el alumno pródigo conociera a su maestro. El sueño tenía que hacerse realidad. Estaba escrito.

El partido terminó igualado. Había abierto el marcador Stefano Fiore para el Valencia pero luego Ronaldinho empató para el Fútbol Club Barcelona decretando la paridad en el resultado. Para todos los que asistieron aquella noche al Camp Nou fue un cotejo más en la vida del club catalán, sin ningún condimento especial. Para todos salvo para Messi, quien todavía no era Messi. Solo era un suspiro de gran futbolista. De grandísimo futbolista. El entrenador holandés, Frank Rijkaard, había decidido que el adolescente de 17 años formara parte de los suplentes. En aquel encuentro, el técnico no utilizó al canterano que usaba por aquel entonces la camiseta número 30, que representaba que pertenecía al equipo filial, Barcelona B. Nada de eso le importó al joven argentino, quien terminado el partido corrió en busca de su ídolo, Pablo Aimar, una de las figuras de aquel Valencia dirigido por Claudio Ranieri. Entonces Lionel Messi se acercó hasta él, a quien trataba de imitar y veía como su reflejo. Casi sin hablar le pidió la camiseta, apenas le salían las palabras. Había soñado con ese momento. Intercambiaron las casacas y el adolescente, aún desconocido en todo el mundo pero ya apodado “La Pulga”, durmió feliz esa noche fría.

Tiempo después de aquel encuentro, ya devenido en pieza estandarte del Fútbol Club Barcelona, Lionel Messi dijo: “Tenía unos nervios bárbaros, pero fui igual. Me sorprendió, porque Pablo sabía quién era yo. No lo podía creer. Fue un momento muy lindo, inolvidable. Esa camiseta la tengo entre mis mejores recuerdos y no me la toca nadie. Fue la primera camiseta que pedí”. El idolatrado recogió el halago y contestó: “¿Cómo no iba a saber quién era Leo? Me acuerdo de que en esos días ya todo el mundo empezaba a hablar de él y había tenido la oportunidad de verlo jugar. Cuando se me acercó, nos quedamos charlando un ratito. Yo también tengo su camiseta guardada”. Entre ídolos se entienden. El fútbol aquella noche de diciembre decidió reunirlos. Si sabrá de idolatrías…

En 2002, el idilio se hizo público. Por aquel entonces, Lionel Messi tenía solo 15 años y ya asombraba a todos en La Masía. Sus goles eran moneda corriente en tierra catalán: “Yo creo que cada uno es diferente. Pero tengo el estilo de Aimar: toca rápido, recibe rápido, antes de recibir sabe lo que tiene que hacer. Es impresionante la velocidad que tiene, cómo distribuye el juego, las bochas que mete…”, había asegurado el joven rosarino en una entrevista. Pasaron los años y una vez, el canal televisivo oficial del Fútbol Club Barcelona, le mostró a Lionel Messi un video en el que Pablo Aimar elogiaba al futbolista azulgrana. La sonrisa del rosarino al ver las imágenes es la que pondría cualquier alumno en la escuela al recibir una felicitación de su profesor. Antes de que “La Pulga” fuera el futbolista de los récords, el jugador surgido en River Plate aseguraba sin tapujo: “No hay ninguno como él”. El tiempo le dio la razón al ex Valencia. El fútbol también.

En la Selección Argentina integraron el plantel de 23 futbolistas que viajó a Alemania para disputar el mundial del 2006. Extrañamente, Pablo Aimar y Lionel Messi apenas coincidieron dentro del césped 36 minutos (contando los dos tiempos suplementarios) en el encuentro por los octavos de final donde la albiceleste, dirigida en ese entonces por José Pekerman, se impuso frente a México con un recordado gol de Maximiliano Rodríguez.

Al año siguiente, en la Copa América de Venezuela, Alfio Basile decidió también contar con ellos. Siempre titular Lionel Messi en el certamen, coincidió de a ratos en el césped con su ídolo, quien era suplente. Conformaron una sociedad notable en el debut en el trofeo continental, donde Argentina venció 4 a 1 a Estados Unidos. Aquella vez, Pablo Aimar ingresó en el segundo tiempo. Esos minutos que jugaron juntos dieron una exhibición de fútbol. Era como si se conocieran futbolísticamente de toda la vida. Había química entre los dos. Messi ya empezaba a ser Messi y el Fútbol Club Barcelona tenía intenciones de contratar a Pablo Aimar. Pero nunca sucedió.

La última función de la dupla Aimar-Messi fue el 9 de octubre del 2009. La jornada jamás será olvidada para el público argentino. En El Monumental, el combinado albiceleste derrotó 2 a 1 a Perú con un gol agónico de Martín Palermo bajo una incesante lluvia. Nunca más volvieron a compartir una misma camiseta. El destino los quiso separados pero juntos a la vez.

El ídolo de Lionel Messi decidió llevar su talento a Portugal, curiosamente a la tierra de Cristiano Ronaldo. Pablo Aimar vistió la camiseta del Benfica por más de cinco años. En la UEFA Champions League 2012-2013, el Fútbol Club Barcelona y el equipo portugués coincidieron en el grupo G. En el Estadio da Luz de Lisboa, el conjunto azulgrana se impuso por 2 a 0. Ocho años después de aquella primera vez, Lionel Messi buscó nuevamente a su futbolista admirado para intercambiar camisetas. Ya existía la costumbre de que siempre que terminaba un partido, los rivales le pedían la casaca al 10 culé. Pero esta vez, fue al revés: Lionel Messi se acercó hasta Pablo Aimar. Existió una mirada cómplice entre los dos. Hablaron unos minutos, el rosarino ya no lucía tímido como en 2004. “Con Leo hablamos unos minutos antes y después del partido. Me contó cosas de él”, aseguró luego Aimar.

Los roles se invirtieron el 12 de enero del 2015 porque la sorpresa la recibió Lionel Messi de parte de su ídolo. En la gala del Balón de Oro, en Zúrich, la organización mostró un video en el que Pablo Aimar le hablaba a Messi: “Sabes lo que te admiro como jugador y lo que pienso de vos como persona. Te felicito por la carrera que estás haciendo, por lo que has hecho, y ojalá por lo que sigas haciendo. Para mí vas a ser siempre el mejor”. Luego vino la respuesta de la estrella azulgrana: “Es un jugador que admiré siempre, desde que empezó a jugar en River. Me gustaba su manera de jugar y la verdad que es una persona a la cual le tengo mucho aprecio”. En esa ocasión, Lionel Messi no obtuvo el Balón de Oro pero seguramente jamás olvidará aquellas palabras del ex Benfica, que ya entrenaba en River Plate.

Seis meses después de aquellos elogios públicos que vio todo el mundo, Pablo Aimar decidió retirarse profesionalmente. A los 35 años, el ídolo de Messi le dijo adiós al fútbol. Juntos solo jugaron algunos minutos en apenas 13 partidos, con la camiseta de la Selección Argentina. El alumno aprendió mucho de su maestro y viceversa. Incesantemente se buscaron y constantemente se admiraron. Quizás, al enterarse del retiro de su ídolo, Lionel Messi recordó aquella noche fría de diciembre del 2004. La sociedad siempre quiso pero nunca pudo ser. Será entonces hasta que este caprichoso deporte los quiera volver a juntar. Porque el fútbol jamás entenderá que un ídolo nunca se retira. Porque para ellos, la idolatría será eterna...