El Rayo Vallecano llega a la última jornada contra las cuerdas para permanecer en Primera División. Al equipo de Paco Jémez sólo le vale ganar y esperar que ocurra un milagro en El Molinón y el Villamarín. Los jugadores saben que la permanencia está muy complicada pero mientras las matemáticas no les condenen directamente, los franjirrojos se aferrarán a todas las esperanzas que existan. Aun así la semana no está siendo agradable para técnicos y jugadores. En la sesión de recuperación de ayer, reinaba el silencio y las caras largas, sobre todo en el cuerpo técnico y el entrenador. Los suplentes y los no convocados trabajaron apenas 50 minutos.

Y es que el equipo viene de caer de forma inesperada en Anoeta (2-1) y la derrota caló en ellos como un jarro de agua fría. El conjunto no dio el nivel y su entrenador tuvo que morderse la lengua en rueda de prensa donde llegó a admitir que el equipo evidenciaba el camino que los dirige a la Segunda División del fútbol español. Sin embargo, el club madrileño alberga una última esperanza. Ellos son conscientes que tienen altas posibilidades de ganar en su estadio y ante su afición en un campo que se espera abarrotado tras la oferta de venta de entradas que ha llevado a cabo el club.

Los de Jemez se presentan de esta manera al último encuentro de Liga con tres derrotas consecutivas y 4 puntos de 15 posibles y con una derrota y una victoria en sus dos últimos partidos en casa. El precedente del año pasado avala la victoria de los locales, quienes consiguieron endosar un 4-2 al Levante en su casa. Pese a ello, el equipo debería esperar que tanto Sporting en su casa como Getafe en el Villamarín pinche a sabiendas que con la victoria de uno de ellos su destino ya está sentenciado