Mareo, lugar emblemático en el mundo del fútbol español. Una de las canteras más exitosas de la que han salido grandes jugadores de todo tipo. Pero concretamente, grandes delanteros. Si seguimos los tópicos podemos afirmar que no es más importante un jugador que otro, que el conjunto hace la fuerza... Pero todo aficionado al fútbol sabe que tener a un gran delantero hace que en el momento de la verdad, un equipo triunfe o no. Muchos son los casos de equipos modestos con un buen delantero que ganan, y pocos de grandes equipos con delanteros discretos que encuentran el éxito.

Pues bien, Mareo es especialista en encontrar grandes jugadores en esta posición tan especial, o quizás lo era, puesto que desde David Villa a principios de siglo, no se puede decir que el equipo haya encontrado un talento mayúsculo. Aunque hubo un tiempo en el que el mundo estaba muy pendiente de los arietes salidos de Mareo. El ya mencionado Villa, el histórico Enrique Castro "Quini" o el protagonista de hoy, Javier Manjarín.

Un escaparate al mundo

Un joven Manjarín llegaba al Sporting de Gijón Atlético en 1988, filial rojiblanco que militaba en Tercera. Un año le bastó para demostrar su calidad y ganarse un puesto en el primer equipo. Debutó un 8 de octubre de 1989, en un partido de triste recuerdo para el delantero pues acabaría con la derrota en casa por cero tantos a uno frente al Athlétic. El entrenador por aquel entonces, García Cuervo, confiaba en Manjarín como primera opción tras sus titulares, Narciso y Joaquín Villa. Aunque no sería hasta el siguiente año, con la llegada de Ciriaco Cano, cuando Manjarín se viera como titular.

Siendo resultadistas, no fue una mala decisión, y es que la jovencísima delantera formada por Manjarín y Luis Enrique aupó al equipo hasta la quinta plaza de la Liga, permitiéndoles así disputar la Copa de la UEFA. Dos años más estaría en el Sporting, llegando a disputar 115 encuentros de rojiblanco, anotando 16 goles, cifra que dista mucho los grandes goleadores actuales, pero que teniendo en cuanta los registros que eran normales en aquella época y que Manjarín no era precisamente un goleador, no dejan al gijonés en mal lugar ni mucho menos.

Clave en el SúperDepor

En 1993, en legendario Lendoiro consideró que Manjarín era el delantero que necesitaba su equipo, pagando así su cláusula, 200 millones. Comenzó entonces un sueño para el asturiano, y no solamente por el salto cualitativo que había pegado su carrera, sino porque compartía vestuario con Bebeto, Fran, Mauro Silva o Donato. En su primer año el equipo iba fenomenal, lanzado a por el título, pero el famoso penalti fallado por Djukic iba a desbaratar todas sus esperanzas en la última jornada, ya que el título de Liga acabaría en las vitrinas del Vlencia. En la siguiente temporada, llegaría la venganza, cuando el Deportivo superaba a su bestia negra, el Valencia, y se alzaba con la Copa del Rey.

Poco después llegaría el segundo y último título en la carrera de Manjarín, una Supercopa de España, en una final ganada al Real Madrid. Seis años vistió en total de blanquiazul, hasta que tras una última temporada relegado al banquillo, decidió irse al Racing, club que militaba también en Primera. Dos temporadas y tres goles son el pobre registro del asturiano en tierras cántabras. Optó entonces por seguir los pasos de otros grandes como Míchel o Butragueño, poniendo rumbo a México. Allí jugo dos temporadas, para el Atlético Celaya primero, y con el Santos Laguna después. Su retiro llegó tras su vuelta a España, donde disputó una campaña en Segunda B con el Atlético Arteixo, club de dirigía su antiguo compañero Jose Ramón.

Villano nacional

Su paso por la Selección Española comenzó de manera inmejorable, ya que tras conseguir el oro en Barcelona 92, fue convocado con la absoluta para la Eurocopa de 1996, disputada en Inglaterra. Contó con muchos minutos en dicho evento, llegando a ser incluso titular. La España dirigida por Clemente se plantó en cuartos de final tras una mala fase de grupos en la que solo fue capaz de ganar a Rumanía, dejándose dos empates ante Francia y Bulgaria. En los cruces les esperaba la anfitriona, Inglaterra.

Muchos recuerdan aquel partido, pero solo los que tengan mejor memoria recordaran que Manjarín, con empate a cero en el marcador, se plantó solo ante David Seaman, portero inglés del Arsenal y al que todo aficionado al Zaragoza recuerda por encajar en famoso gol de Nayim en la Recopa. En dicho mano a mano, fue Seaman quien ganó la partida. Se llegaría así a los penaltis, donde Nadal fallaría el penalti decisivo tras una nueva intervención del portero inglés. Una vez más, a casa en cuartos.