A día de hoy, fichar a un jugador a cambio de unos cuantos millones prima sobre ascender del filial a un joven que ha estado alimentándose del espíritu del club durante años, yendo día tras día al campo y soñando con convertirse en uno más de la plantilla. En definitiva, alguien que sienta la camiseta y conozca lo que significa llevarla puesta. Sin embargo, Carlos Castro rompe con esta tendencia.

La fábrica de sueños de Mareo

Muchos clubes se han olvidado de todo lo que aporta un canterano, pero desde luego, que el Sporting de Gijón no. Es verdad que hay quien defiende que esta situación de apostar por la cantera no ha sido de elección propia, sino la consecuencia del pésimo estado económico del Sporting. Pero la opción de apostar como entrenador por el mejor conocedor de la cantera es claramente el reflejo de la confianza en los jugadores jóvenes. Nadie ha obligado a Abelardo a apostar por “niños” como Ndi, Pablo Pérez o el protagonista de hoy, el 'ratón' de Ujo, Carlos Castro.

Tras pasar por las categorías inferiores del Caudal y del Real Oviedo, Carlos llegaba a Mareo, donde iba a anotar 167 goles en cuatro años, dejando clara su condición de goleador y haciéndose un hueco en el Sporting B. Pero no sería hasta el año 2013 cuando conseguiría tener ficha con el filial rojiblanco, dejando de alternar con el juvenil.

La llegada al primer equipo

Castro solo iba a poder disputar media temporada con el filial a consecuencia de una fractura del peroné. En total 18 partidos, 10 como titular, donde vio puerta en 4 ocasiones. No parecen unos magníficos números, pero Abelardo vio algo especial en él, por lo que al comienzo de la siguiente temporada, con el técnico gijonés ya en el banquillo del primer equipo, Carlos Castro iba a obtener una sorpresa muy especial.

Allá por el 3 de Septiembre, surgía la noticia de la inclusión en el primer equipo de dos “cachorros” de Mareo, el zaguero Julio y Carlos Castro. Con el dorsal 16 a sus espaldas, el delantero iba a debutar frente al Valladolid, en Copa del Rey. El resultado malo, pues la derrota por 1-3 dejaba al Sporting fuera de dicha competición. Dos semanas más tarde, Carlos volvía a pisar el césped de El Molinón, de nuevo ante el Valladolid, esta vez en Liga. El recuerdo es mejor ya que el Sporting iba a sumar un valioso punto tras empatar con gol de Guerrero.

La explosión del goleador

En su siguiente encuentro, ante el Leganés, llegaría la primera vez que Carlos puso en pie al estadio. Corría el minuto 93 y el Sporting empataba a uno. Luís Hernández ponía al área uno de sus característicos saques de banda, y ahí estaba Carlos Castro, que tras una serie de rechaces, se daba la vuelta haciendo alarde de una excepcional clase y batía a Queco Piña.

No iba a tardar en llegar su segundo gol, y es que dos semanas más tarde, ante Osasuna, el de Ujo iba a sentenciar el encuentro tras anotar el dos a cero. Y de nuevo dos semanas más tarde, de nuevo en El Molinón, Carlos firmaría su primer doblete al marcar dos de los tres goles del Sporting frente al Zaragoza. Con cuatro goles en los tres últimos partidos como locales, Castro comenzaba a ser uno de los ídolos de la grada. De repente la racha se detuvo, y aunque hacía buenos partidos, el gol no llegaba. Once jornadas sin ver puerta, pero entonces iba a reaparecer su instinto goleador frente al Albacete, donde tras una fenomenal maniobra, anotaba un soberbio gol. Su sexto y séptimo gol de la temporada, la última jornada ante el Mirandés.

Ahora, el 'cazagoles' Castro tiene puestos sus ojos el choque de Zorrilla, ante el club contra el que debutó. Ante él, la oportunidad de marcar su primer gol lejos de Gijón y seguir haciendo historia, ya que entre otras muchas estadísticas, resalta la que dice que David Villa, antes de cumplir los 20, había anotado seis goles. De momento, Castro lleva 7. No está nada mal para un jugador que parece tener un idilio con el gol. ¿Hasta donde será capaz de llegar Carlos Castro?