El colmillo de marfil

Vicente Gaos escribió en una ocasión: "El negrito de alas en los pies, azogue en la cintura". Los versos iban dirigidos a Jair Ventura, 'Jairzinho', pero sin saberlo, el poeta también se refería a Didier Drogba. El líder de los Elefantes marfileños es un binomio, una paradoja. Dentro del campo, demonio enfurecido galopando en estampida. Fuera del terreno, un ángel negro, un alma caritativa cumplidora del dogma de amor al prójimo.

El colmillo de marfil
Foto: diez.hn.
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Por Sergio Vicente Z.

Frente a las costas de Abiyán, en Costa de Marfil, nació un mito. Una leyenda de África Occidental, con el misterio envolvente de país con pasado desconocido. A la corta edad de cinco años abandonó el Continente Negro, pero su tierra latía en él y le hizo regresar. La crueldad del destino obligó a una segunda despedida, esta vez definitiva y con Francia en el horizonte. Sin embargo, la sabana desértica del norte y la selva virgen ya habían mellado para siempre el espíritu de Drogba. A sus espaldas, un país en rebeldía frente a las tropas francesas le moldeó en un estilo combativo, siempre restringido al campo de juego. En su alma, una fe católica ancestral le sirvió de faro, de luz, de guía.

Pasos en falso

El mayor goleador de la selección de Costa de Marfil en la historia, fue un niño atormentado por las circunstancias. Los pasos tambaleantes en las categorías inferiores de diversos clubs franceses acabaron curtiendo su dura piel de elefante. Su insistencia fue clave en la llamada que recibió del Olympique de Marsella. Allí surgió la bestia, impuso el poderío muscular y la clase innata, grabó a fuego su recuerdo en cada retina de la grada del Stade Vélodrome.

Tanto fue así, que la camiseta que portó Didier en la tierra del campo de plata y la cruz azur, está aún refugiada allí. En la basílica de la Bonne Mère, custodiada por la Virgen de Oro de su torre, la segunda piel del marfileño se conserva junto a su inquebrantable fe.

Ascensión en Londres

Desembarcó Drogba en 2004 al oeste de Londres, capital de la isla, país de tranquilas conversaciones alrededor del té y refinados modales hasta que alguien nombra al balón. El feroz chico de ébano coleccionó títulos, goles, experiencias y conquistó gradas. Su aventura inglesa le alzó a los altares de su país natal e incluso su continente al completo le rindió pleitesía. En Londres, tocó techo tras un ascenso místico, fruto de la unión especial con el portugués José Mourinho. La salida del entrenador trajo desastres naturales en el coraje marfileño, provocando la lluvia en sus ojos y la sequía en sus botas.

El chamán coronado

Paulatinamente, fue recuperando su fe, debilitada pero nunca perdida, y armándose de confianza por un camino que conducía al núcleo del fútbol. El 19 de Mayo de 2012, el colmillo de Drogba estaba más afilado que nunca. El marfil resplandecía al sol cuando se bajó del autobús en München, serio, concentrado y consciente de su destino.

Su equipo sufría bajo el sólido peso de la escuadra germana y en la recta final del partido, el omnipresente Müller hería de muerte a los ingleses, corriendo feliz a celebrarlo con los suyos. Sin embargo, el alemán olvidaba los milagros, la fe, la brujería y el esoterismo que rodea al fútbol. Más aún, cuando el equipo contrario poseía el poder chamánico de Drogba.

Viendo a sus hermanos foráneos moribundos, escuchó los latidos de su corazón y los interpretó como tambores de gbégbé. Un vuelo limpio, un violento cabezazo y el grito de éxtasis común culminaban el ritual favorito del elefante de ébano. Un empate para seguir luchando. El caprichoso destino aún guardaba una línea secreta dedicada a Drogba en aquella noche. Después de la prórroga, el resultado inconcluso transportó al partido a los penaltis.

Tras los sucesivos lanzamientos, todo dependía del marfileño. Observando su movimiento, firme como el del elefante y su mirada sangrienta, como la del sagaz depredador, el desenlace era evidente. No hubo error, pero sí un africano sometiendo a toda Europa. “Esculpiendo un genuflexo grupo de ébano, una bella estatua orante / la humilde y soberbia manifestación de un pueblo oprimido, triunfante, asombroso, asombrado”, retomando versos de Vicente Gaos.

La pasión turca

Tras un breve y vacuo tiempo en China, el poderoso marfileño regresó a Europa. Eligió como hogar el infierno y como camiseta el fuego. La memoria a corto plazo de los europeos le había hecho caer en el olvido, pero su aparición representaba la vuelta de una bestia temible, a las órdenes de un equipo fogoso. En Galatasaray, recuperó el tiempo perdido y fue partícipe activo en la consecución de diversos campeonatos. En la Uefa Champions League de 2013 pudo ser sujetado con relativo éxito por los furtivos blancos. Un año después, se enfrenta a sus captores con hielo en la mirada y fuego en el corazón.

El buen samaritano

El heredero de Eto´o muestra aspectos antitéticos entre el jugador y la persona, ambos personificados en él. Mister Hyde en el terreno de juego, pero doctor Jekyll en su vida cotidiana, ha sido precursor de diversas obras de caridad y siempre regresa a sus raíces para cuidar su origen y a la colectividad que lo representa. Su acción de máxima belleza no ocurrió a ras de césped, sino después de un éxito deportivo. Tras la clasificación de la selección de Costa de Marfil para el Mundial de 2006, el delantero cambió la fiereza vestida de corto por un traje diplomático. Lanzó un desesperado aullido de paz y unión. Su rugido y el eco acercaron el mensaje a sus compatriotas y consiguió parar las balas en el aire, al menos temporalmente. El mejor tanto de Didier fue contra la guerra.

Foto 2: blogdosmanos.com

Foto 3: rollingout.com