El Real Madrid sobrevive a un relámpago

Al Rayo se le acababan las pruebas. Dos derrotas ante rivales directos como Osasuna y Valladolid le obligaban a ejercer un antiguo oficio, recobrar la etiqueta de matagigantes. El Real Madrid rendía visita a Vallecas, un campo del que suele salir victorioso, después de olvidar la derrota ante su máximo rival a fuerza de derrochar goles ante el Sevilla. Foto: Dani Mullor | (VAVEL.com)

El Real Madrid sobrevive a un relámpago
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Por Sergio Vicente Z.

Saltaron ambos equipos por el peculiar túnel de vestuarios de Vallecas, con el aliento “bukanero” llevando en volandas a los suyos. Vestido de ilusión, con la valentía por sombrero, el Rayo Vallecano sacó su rabia histórica y arrinconó a primera vista al Real Madrid. Jémez envió a sus discípulos al ataque, con su habitual planteamiento ambivalente, nunca se sabe si de una valentía loable o de una osadía suicida.

Inicio fulgurante

Cristiano Ronaldo quiso convencer de lo segundo. El Rayo Vallecano asfaltó una pista de aterrizaje en su banda derecha y Cristiano lo agradeció. Modric vio a su compañero en carrera aeronáutica y le sirvió el balón. El luso se topó con Gálvez, pero le burló con un túnel que terminó de despejar la zona de despegue. El goleador madridista pisó área y la curvatura de su disparo salvó la salida de Rubén. Corría el segundo minuto de juego y el Rayo Vallecano sucumbía a la jerarquía blanca.

El equipo de Vallecas, de naturaleza proletaria, se rebeló ante el poder. Saúl disparó a un atento Diego López y poco después Gálvez asustó desde el balón parado. Sin duda Diego López se acordó de su colega Esteban sufriendo la certeza del central rayista. El Rayo Vallecano sumaba atacantes con criterio y el Real Madrid vivía de las rentas, de su gol tempranero. Claro que el ataque blanco sucede “in medias res”, aún no se ha captado su planteamiento cuando llega el desenlace, con el balón besando la red rival.

Gareth Bale, asistente

El partido se entibió y se aplacaron los intentos ofensivos locales. La apatía se adueñó de los dos conjuntos, pero las jugadas se desarrollaban en los pies rayistas. Jémez dijo que se podía meter goles “por talento o por pesados” y los machacones centros de Lass y Falqué dieron finalmente fruto. Pero el infortunio se cebó con los franjirrojos en una jugada para guardar en hemerotecas y aleccionar futuros árbitros. Dos jugadores rayistas llegan al remate en el segundo palo en solitario. El de segunda línea dispara y el balón, antes de entrar en la meta de un rebasado Diego López rebota en su compañero, adelantado. Fuera de juego, con el reglamento en la mano. Para complicar más el asunto, el cuero desemboca en los pies de Bale. El galés arranca y con una desacostumbrada diestra dirige perfectamente un centro hasta la cabeza del elegante francés, Karim Benzema. En una preciosa aliteración: galés, galo, gol.

La justicia en fútbol no entiende de méritos. El azar y el incisivo ataque madridista ponían al equipo blanco a dos goles de distancia de su vecino del sur. Así terminaba la primera mitad, con un Rayo ofensivo pero nublado, sin sol en sus ideas y un Real Madrid que se sostenía en remates esporádicos e imposibles de Cristiano Ronaldo.

Muerte y resurección

Nada más nacer la segunda parte, Bale tiene más fe que nadie y corre a un envío que aparentaba marcharse del terreno. El efecto la mantuvo dentro y Bale se sirvió de una exquisita calidad para sobrepasar al rival con un sombrero. Se internó en el área y se la cedió a Cristiano que empujó el pase convertido en nueve.

Los posteriores disparos de Lass y Falqué encontraron los laterales de la red y no parecían poder ser óbices para una victoria tranquila del Real Madrid en Vallecas. Nada más lejos de la realidad. Viera controla un esférico dentro del área rival y fabrica una joya de museo en forma de sombrero. Fue derribado y rubricó su arte desde los once metros. Apenas un puñado de segundos después, Larrivey cabeceaba hacia una meta desprotegida. Su remate encontraba el larguero y la continuación de la jugada acaba una vez más en el punto de penalti. Mismos protagonistas e idéntico resultado.

El Real Madrid, sin olvidar la locura que imperó en su encuentro ante el Sevilla, volvía a ser su peor enemigo, a replegarse hasta el área, a resucitar la diversión de un partido muerto. Los de Ancelotti perdieron la cordura que otorga Xabi Alonso y se precipitó al vacío, mientras que el equipo local funcionaba por la energía de los gritos de la grada, donde se rugía, se saltaba y se animaba a pecho descubierto.

Colección de oportunidades

El Rayo Vallecano, revolucionado y revolucionario, se inspiró en antiguas gestas ante los más grandes. Sus jugadores llegaban un segundo antes y saltaban un centímetros más que los rivales. Diego López, o mejor dicho, la punta de los dedos del portero blanco desviaron hacia el palo el primero de los avisos rayistas. Se abrió la veda, el área madridista era un coto de caza donde cada jugador local empuñaba el rifle a la más mínima ocasión. Una auténtica colección de oportunidades, entre las que destacaron dos del recién ingresado Embarba, cuya primera relación con el balón casi fructifica en gol.

El Real Madrid, en la más absoluta anarquía discordante, era un caos. Daban facilidades de todos los colores al equipo de la franja, que sin embargo no conseguía certificar la remontada. Cristiano Ronaldo, que no necesita equipo, cocinó su propia jugada, pero Rubén, que tampoco lo necesitó, intervino dos veces para desesperación del luso.

En los últimos diez minutos, el equipo de Ancelotti consiguió recolocar filas y ponerle puntos de sutura a la sangrante brecha en la zaga. En un postrero cabezazo anónimo, en el que saltó todo el equipo de Jémez, todo el estadio y todo Vallecas, se esfumaron las opciones del Rayo Vallecano, farolillo rojo que cierra la clasificación en la jornada 12. El Real Madrid vuelve a divertir al espectador neutral y a desesperar a su aficionado, pero conserva de nuevo los tres puntos. Fútbol en estado puro.