Portero de reflejos, de intuición, de paradas al alcance de muy pocos, de esos que ya no quedan. No cabe duda de que Iker Casillas se ha ganado un puesto en el Olimpo de los guardametas. Capaz de detener balones destinados a ser gol sí o sí, la carrera del mostoleño se resume en paradas imposibles grabadas en la retina del delantero de turno que no podía superar, igual que otros muchos, al número uno madridista. En este reportaje, se recordarán algunos de esos pequeños milagros obrados con las manos, las piernas o incluso la cara.

Un niño en la élite

Su debut llegaría en septiembre de 1999, en el antiguo Estadio San Mamés. No fue la mejor noche de Iker, que con otro mal partido esa misma semana, ante Olimpiacos en Champions, hacia saltar las dudas sobre si de verdad estaba preparado. ¡Y vaya que si lo estaba! A final de año, Casillas se habría convertido en titular indiscutible en un equipo que reinó en Europa por segunda vez en tres años al imponerse por 3-0 en la final contra el Valencia.

Unos meses antes se había producido el primer Clásico de Casillas. El Madrid vencía por tres a cero, resultado engañoso, ya que con el resultado igualado, el mostoleño resultó clave al sacarle una clara pelota de gol a Luis Enrique. Comenzaba entonces la leyenda de Casillas, capaz de secar a los mejores delanteros del mundo cuando vestían la camiseta azulgrana.

Glasgow, la noche mágica

Curiosamente, su quizás mejor partido comenzó con Iker de suplente. A mitad de la temporada 2001/2002, Del Bosque decidía cambiar de portero, ubicando a César Sánchez como titular. Hay quien dice que Hierro y Raúl tuvieron mucho que ver en esta decisión. Casillas vivió uno de sus peores momentos profesionales, y desde el banquillo observaba como el Madrid se metía en una nueva final de Champions, y en contraposición, perdía la final de Copa en su propio estadio ante el Deportivo.

El partido comenzaba con César en el arco, pero mediada la segunda parte, el vallisoletano, tras una mala caída, pedía el cambio. Entraba en escena un joven Iker, cuya máxima preocupación antes de entrar en una final de Champions, era que alguien cortara las mangas de su camiseta, pues a él le gustaban cortas, y si eran largas le molestaban.

Heróe de la Novena tras salvar al Madrid en tres ocasiones durante el descuento.

Así saltaba al césped con una camiseta cortada a base de tijeretazos, y salía de él como héroe. Tres increíbles intervenciones en el tiempo de descuento cuando el Madrid vencía por la mínima, le hacían partícipe de la novena Copa de Europa blanca. Desde aquel entonces, Casillas se agarraba a la titularidad, tanto en la selección como en el Real Madrid, durante dos lustros.

La consagración de la leyenda

En un Real Madrid que dejó de ganar, Casillas se elevó durante el resto de jugadores, para pasar a ser apodado El Santo, el salvador de cada partido en el que el Madrid no daba la talla. Iker estaba ya entre los mejores porteros del mundo, aunque su falta de títulos con la selección, unido al bajo nivel del Real Madrid en competiciones europeas, ponía a rivales como Buffon o Cech un paso por encima del madrileño.

Todo cambió en 2008, cuando tras un soberbio partido entre España e Italia de los cuartos de final de la Eurocopa 2008, Casillas mostraba que está hecho de otra pasta, y se interponía en dos de los penaltis de la tanda final. Dos partidos más tarde, España era la campeona, y Casillas sería nombrado por primera vez mejor portero del mundo.

Caída libre

Este galardón se repitió en cuatro ocasiones más, todas ellas consecutivas, y hasta 2012, nadie dudó de que Casillas era el mejor. En cambio, la primera persona en creer que esto no era así, supuso la gran piedra en el zapato para Casillas en su carrera; Jose Mourinho. El portugués prefería porteros con más envergadura, mejor juego de pies, y más seguridad aérea. Tras una inoportuna lesión de Iker contra el Valencia, Diego López llegaba a la capital con unas características próximas a las que pedía Mourinho.

Diego López se ajustaba a la idea de Mourinho de como debía ser su portero.

Cinco meses de baja para Casillas, que cuando estaba 100% recuperado, veía como el entrenador portugués seguía apostando por López. A Casillas le tocó esperar en el banquillo a que el técnico decidiera que el Chelsea era mejor sitio para él que el Madrid, y se fuera de España. Con la llegada del nuevo técnico, Ancelotti, el debate estaba de nuevo abierto. ¿Diego López o Casillas?

La decisión fue salomónica, Liga para López, Copa y Champions para Iker. Gracias a este extraño modus operandi, Casillas pudo aumentar su palmarés con estas dos competiciones, sumando su tercera Copa de Europa y su segunda Copa del Rey. Volvió a la total titularidad en el siguiente año, pero aquel Casillas que obraba milagros cada semana, había dejado de existir en diciembre de 2012 tras su lesión y los posteriores problemas con Mourinho.

En su lugar, un gran portero, pero cuando se ha acostumbrado a la afición a la excelencia, a una matricula de honor en cada partido, de poco sirven los notables. Comenzaron los pitos y las dudas, que llevarón a Casillas a la decisión de proseguir con su carrera en Portugal, donde espera reencontrarse con su mejor visión

Milagros por doquier

En la memoria de todo aficionado, intervenciones únicas que nunca se volverán a repetir, como cuando levantó un muro en su puerta ante Irlanda en el Mundial 2002, o cuando en el Barcelona-Madrid de 2009, detuvo durante 80 minutos el vendaval culé por entonces muy superior al Madrid. Perotti y Manu del Moral aún se preguntan como pudo volar de un palo a otro en unas milésimas para despejar un gol claro.

Trezeguet, Rivaldo, Totti, Henry, Messi o Eto´o entre otros sufrieron en sus carnes a El Santo.

Fernando Torres le sufrió en el derbi de 2007, aunque Aguero, Forlán o Falcao tampoco tuvieran mucha suerte cuando el capitán madridista estaba ante ellos. Holanda llegó a odiarle tras evitar que Robben ganara para su país su primer Mundial después de dos finales perdidas, así como Alemania llegó a temerle tras la final de 2008, y las semifinales de 2010.

Fuera con la mano, el cuerpo, los pies, o la cara, Casillas se levantaba una vez tras otra como si de un gigante se tratase, haciendo pequeña la portería madridista, comiéndole la moral a los atacantes, haciéndoles sentir pequeños cuando delante estaba una leyenda, el mito. El Santiago Bernabeu no volverá a disfrutar de los milagros del mejor portero de la historia de España .