Cuando la miel se convierte en hiel

En agosto de 2013 llegaba a Donostia un suizo de origen bosnio que pocos aficionados de la Real Sociedad conocían. Su nombre Haris Seferovic, sus credenciales, internacional sub-21 por Suiza, procedente de la Fiorentina y desde enero de 2013 cedido en el Livorno de la Serie B. Ante si tenía un gran reto, ser la referencia en ataque de un equipo que había conseguido por meritos propios la clasificación para la previa de Champions League.

Cuando la miel se convierte en hiel
Haris Seferovic el día de su presentación (fuente: terra.es).
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Por Iker Estala

Haris Seferovic llegó a San Sebastián de puntillas. Quien más quien menos, se había afanado en saber quien era aquel delantero centro del que nunca habían oído hablar, aunque poco se podía saber y decir de él. La fuente de la que tiraron los aficionados fue la de internet y de las redes sociales pero había que fiarse del director deportivo y de Jagoba Arrasate, recién nombrado entrenador, para pensar que había llegado a Donostia un futbolista largamente deseado.

Su idilio con la afición comenzó el mismo día que se vistió por primera vez la camiseta txuriurdin. Fue frente al Real Unión y Haris Seferovic firmó cuatro goles de diferente factura. Prensa y afición eran unánimes en aplaudir la versatilidad del delantero, su rapidez, fuerza y definición.

Salir por la puerta grande

La lesión de Imanol Agirretxe le abrió las puertas de la titularidad en los primeros encuentros oficiales que disputó la Real Sociedad y el delantero suizo no defraudó. Refrendó con dos auténticos golazos, en Anoeta contra el Getafe y en Gerland ante el Olympique de Lyon, su actuación en pretemporada y se convirtió por meritos propios en el ídolo de la afición local.

Seferovic saboreaba las mieles del triunfo. Sus goles habían servido para que la Real Sociedad arrancara de forma espectacular la liga y consiguiera encarrilar la clasificación definitiva para la liguilla de la Champions League. Vini,Vidi,Vinci.

Ni juego ni resultados

No fue más que un espejismo. La Real Sociedad comenzaba a flaquear en liga y encadenar una serie de resultados negativos que afectó a todos los jugadores del club, entre ellos a Seferovic. Su actitud en el campo se convirtió en más agria, discutía, protestaba, se desesperaba y, lo más importante, su efectividad quedó bajo mínimos.

Jagoba Arrasate comenzó a recuperar efectivos, Agirretxe ya mejorado de su lesión, comenzó a entrar en las rotaciones y el delantero aquel, el que logró acallar a todo Gerland en Lyon y embelesar a la audiencia internacional con su maravilloso gol, pasó de ser el ídolo local, de la titularidad indiscutible, a calentar banquillo.

Ni aún en esas circunstancias recibió ni una sola queja o reprimenda por parte de la afición txuriurdin. Cada vez que saltaba al campo era aplaudido y jaleado a la espera de que revolucionara el partido con alguna acción o genialidad. El propio Agirretxe, aquel que consiguió el 3-2  frente al Barcelona en Anoeta, para el que se pedía la selección la pasada temporada, era y sigue siendo más cuestionado que Haris Seferovic. Hasta cánticos con sorna ha tenido que escuchar el de Usurbil por su falta de olfato goleador.

Jugadores e institución

Y ni en esas circunstancias se le ha oído a Imanol Agirretxe una palabra más alta que la otra. La línea del ¡qué bueno¡ al ¡qué malo¡ es demasiado fina, y más en un mundo tan resultadista como el del fútbol y los jugadores, por lo menos los que han nacido, crecido y triunfado en la Real Sociedad, lo saben. Ni una sola palabra contra el entrenador o la institución. Que se lo pregunten al propio Agirretxe, o a Ansotegi, Estrada, Carlos Martínez o Mikel González, por citar a algunos.

Por eso nadie en el entorno de la Real Sociedad entiende la actitud de Seferovic. Los aficionados no habían dirigido ni un solo reproche al suizo, su bajo rendimiento se camuflaba en el bajón general del equipo y ni su vida privada había sido cuestionada, por lo menos en público.

La institución, con Jokin Aperribay a la cabeza, ha querido cortar de raíz tales comportamientos. Ha obligado al jugador a pedir perdón públicamente haciéndole ver que esa no es la actitud que impera en la Real Sociedad, pero bien harían entrenador y directiva en mostrar a aquellos que no conocen a la Real Sociedad cuales son sus valores. Esos valores que anteponen el triunfo colectivo al individual, los que frente al egoísmo trabajan por mejorar y hacer mejor a los demás; los que por encima de una carrera deportiva están  los colores blanco y azul, un colectivo y una afición. Una afición que no duerme, viaja miles de kilómetros llora, ríe, disfruta y sufre por verles a ellos defender los colores que tanto quieren, los de la Real Sociedad.

No obstante fue Seferovic quien abrió la caja de Pandora y es ahora él quien debe sufrir las consecuencias de sus actos. La primera de ellas, escuchar la reprimenda que le dedicó su propia afición en un terreno de juego abarrotado de público; la segunda, hacer de tripas corazón y superar el regusto amargo que deja pedir públicamente perdón. La tercera y la más difícil, superar estar bajo la lupa de los aficionados y no convertirse recurrentemente en el origen de los males de su equipo. Si es que ya lo dice el refranero "Más moscas se cogen con miel que no con hiel".