Escribía el Poeta Tomás de Iriarte una fabula en la que un burro, paseando por el campo, se encontró tirada una flauta que un niño había olvidado. Acercando su hocico al instrumento resopló por casualidad y en vez de rebuznar, el animal hizo sonar la flauta produciendo el sonido más hermoso que había salido en su vida de burro.  Su única reacción fue decir: “¡Oh! ¡Qué bien sé tocar! ¡Y dirán que es mala la música asnal!”.
 
Jagoba Arrasate se encontró esa flauta tras la marcha de Philippe Montanier. Una flauta que con una simple brisa era capaz de hacer la mejor de las melodías, el mejor fútbol que los aficionados txuri-urdin recordaban. Una música que asombró a toda Europa, más tras los dos maravillosos conciertos que los blanquiazules dieron en pretemporada ante el Olympique de Lyon. Una flauta, que simplemente cerrando los agujeros necesarios, era capaz de tocar sola.
 
Esta situación impulsó a jugadores de la cantera que lo han hecho muy bien Pero aquellos tiempos pasaron. La marcha de Illarramendi lastró el comienzo de temporada de los donostiarras, las lesiones agudizaron un poco más el renqueante comienzo de temporada y el calendario obligó a gestionar un vestuario necesitado de oxigeno. Pero no todo fue negativo, gracias a esta situación, descubrimos a perlas como las de Zaldua, Gaztañaga, Sangalli o Ros. Jugadores de la cantera que mostraron su capacidad para que se siguiera confiando en ellos.
 
Y a Jagoba Arrasate le llegó la hora de coger y tocar la flauta, de ser compositor y colocar las notas para que no sonara desafinada. Muchos borrones en el pentagrama, muchas probaturas, incorporaciones de gran calidad… pero la flauta ha dejado de sonar igual. La música que de ella sale hace tiempo que dejó de deleitarnos. A veces parece que sí, como ante el Barcelona, pero no es más que un canto de sirena. En el siguiente concierto vuelve a ser la de toda la Liga, la flauta que espera en cualquier esquina a que le echen unas cuantas monedas. Lo malo de todo esto es pensar que esperando con paciencia, soplando y resoplando, quizás, la flauta vuelva a sonar como lo hizo en sus días de gloria.
 

La hemeroteca no engaña

La Real Sociedad mantiene el sexto puesto de la clasificación de la Liga BBVA por meritos propios, tanto por su buen juego en fases del campeonato de Liga como por lo errores cometidos en muchos de los encuentros que ha jugado. 50 puntos en la clasificación no se logran por casualidad y algo tendrán que ver en ello tanto jugadores como entrenador. Más cuando se está peleando por segundo año consecutivo por una plaza europea. Y entonces, ¿por qué hay esa sensación de derrotismo, de desengaño con esta Real Sociedad entre los aficionados? 
 
La respuesta habría que buscarla en la propia Real Sociedad y en su indisimulada poca ambición, una ambición tan pobre que ha convertido a uno de los equipos referencia en la historia de la Real Sociedad en un equipo sin brillo, capaz de lo mejor, pero casi siempre, capaz de lo peor.  
 
La gestión de los partidos, el talón de aquiles de los blanquiazules Y sí, los resultados sí han acompañado, si no, la Real Sociedad no hubiera tenido 50 puntos, pero en la mayoría de los casos, el juego no. En los viajes a Pamplona, Málaga, Valencia, Getafe, Elche, Valladolid… se consiguió un buen botín aunque podía haber sido mucho mejor. No hay más que tirar de hemeroteca para certificar que malos planteamientos, malas decisiones, nervios de última hora y mala gestión de los encuentros hicieron que la Real Sociedad perdiera muchos puntos que, ahora mismo, podrían darle una posición más holgada y cómoda en la tabla clasificatoria.
 
Si a esto le sumamos que en varios partidos, Real Madrid, Atlético de Madrid, Barcelona (Camp Nou), Villarreal…  la Real Sociedad perdió los puntos por incomparecencia, quizás, la visión que tengamos del conjunto txuri-urdin sea más de sombras que de luces, y la valoración que hagamos de su temporada, no sea tan optimista como algunos quieren hacer creer.
 

Sin fidelidad a sí misma

Las continuas rotaciones a consecuencia de jugar tres competiciones se convirtieron en el principal argumento para los cambios que Jagoba Arrasate introducía cada partido; algo que influía de manera decisiva en la continuidad tanto del estilo como del rendimiento del equipo. Pero ese argumento tenía fecha de caducidad, quedó sin efecto el día que el Barcelona eliminó a los donostiarras de la Copa del Rey y, ante la sorpresa de los aficionados realistas, aún sigue produciéndose. Es como si desde las mismas entrañas del equipo, no se apostara por un estilo único, auténtico, diferente.
 
Dicen que es difícil hacer de un burro un caballo de carreras, pero aún resulta más difícil y además incomprensible, convertir un caballo de carreras ganador en un burro. Y en el vestuario de la Real Sociedad hay mucho caballo de carreras, algunos incluso van a galope tendido y, si nada lo remedia, su carrera les llevará hacia otros horizontes. No obstante, también hay percherones, podencos, burros y alguna que otra pottoka. 

Nunca la Real había tenido tanto caballo de carreras La virtud del entrenador es saber combinarlos para así, entre todos, equilibrar un equipo, dar forma a un estilo de juego reconocido y reconocible. Los burros deben hacer su trabajo, al igual que los percherones y los caballos de carreras, pero jamás se pueden sustituir a unos por otros, y menos, vulgarizar o sacar fuera del equipo a estos últimos tanto como para dejar a tu equipo, a esta Real Sociedad que actualmente aspira a Europa, sin la capacidad de dar su mejor versión. Y desgraciadamente, Jagoba Arrasate lo hace continuamente y ha convertido a los caballos de carreras en burros, dedicados más a tareas que no son las suyas, más a tirar de carros que los lastran de tal manera, que ni pueden galopar tal como lo hicieron en su día.

El problema no es la flauta, el problema es saber tocarla y, darse cuenta que si una vez llegó a sonar bien fue porque quien la dejó la afinó de tal manera que casi tocaba sola. Pero en Vigo igual la Real Sociedad consigue los tres puntos e igual, a final de temporada, vuelve a clasificarse para una competición europea. Entonces, otra vez, oiremos decir al burro: “¡Oh! ¡Qué bien sé tocar! ¡Y dirán que es mala la música asnal!”.