Zorrilla estalló hace dos sábados, en la visita del Albacete a su césped. Un rival de la zona baja de la tabla llegaba a Pucela con la vitola de rival aparentemente sencillo, así que existía cierta confianza de cara a conseguir otros tres puntos para no alejarse del ascenso directo. A pesar de la derrota sufrida en Ponferrada, sumada a la caída en Heliópolis y el tropiezo anterior en Tenerife (ocho goles recibidos, cero a favor y cero puntos cosechados), los 10.241 aficionados que acudieron al estadio iban con cierto optimismo, con ganas de ver a los suyos ganar y revertir la dinámica.

Había ganas de ver ganar al Pucela

La situación era similar a la de unas semanas atrás, pues tras el dos a cero en el Heliodoro Pérez, los castellanos golearon al Numancia, un oponente de menor poderío, así que era de esperar algo similar contra los manchegos. Era, y no fue, porque todo salió mal. El cuadro albaceteño se adelantó pronto y los nervios, la falta de acierto y el desatino se cebaron con el Real Valladolid y con su entrenador, un Rubi que no logró darle frescura al equipo con los cambios, más aún después de un planteamiento desacertado, pues Chus Herrero en el lateral derecho y Chica en el izquierdo fueron un completo desacierto.

La frustración que ya se rumiaba en la grada se multiplicó con el paso de los minutos, al ver a los suyos inoperantes de cara a gol. Los silbidos resonaron en el feudo albivioleta, hasta el punto de que el foco del enfado no fueron los jugadores, sino el entrenador. "Rubi, vete ya", coreó un sector tal vez minoritario, pero audible, del público, descontento con el joven técnico catalán, que veía desde el banquillo cómo o bien sus pupilos no asimilaban lo que él quería que hicieran, o bien sus explicaciones no eran del todo buenas. Algo falla en el Pucela, que está siendo incapaz de corregir sus errores y la afición se está empezando a molestar, algunos se pronuncian y otros reservan su opinión.

Foto: Real Valladolid

Ridículo fuera de casa

El Valladolid tiene un serio problema cuando se sube al autobús o al tren y pone rumbo cada quince días a otras ciudades. Miedo escénico, falta de intensidad, mala suerte, atino del rival, errores de planteamiento, fallos individuales, desacierto arbitral y mil y una excusas más se pueden utilizar para intentar explicar este acusado bajón de rendimiento cuando juegan en otros campos. Cierto es que en esto del fútbol influyen muchos factores, pero tan mal lo están haciendo los pucelanos que no se les puede quitar culpa con respecto a estos pobres resultados.

21 de los 54 son a domicilio

Solo 21 de sus 54 puntos provienen de partidos lejos de Zorrilla, el que menos de los cinco de arriba, con hasta nueve puntos de diferencia con respecto al Girona, que lidera la tabla en este aspecto y es segundo en el cómputo global. Los 33 cosechados en casa son buenos registros, pero de poco sirve esta fortaleza si no se mantiene. Desde el 1-4 traído de El Sardinero, el pasado siete de febrero, los vallisoletanos no han puntuado en sus cuatro salidas, han anotado solo un gol y han recibido diez. Así, difícil optar al ascenso directo.

Rubi lo ha probado todo, desde el 4-3-3 al 4-2-3-1, ha movido las alineaciones, ha dado paso a Túlio de Melo y dado minutos a Sastre en la medular, las permutas en los extremos y en la delantera tampoco han servido. Los palos en las alineaciones no han surtido efecto, como tampoco la zanahoria: el catalán prometió dos días de descanso por cada triunfo a domicilio antes de la visita a Montilivi, poniendo en riesgo la preparación del siguiente encuentro, todo con tal de intentar motivar a su plantilla en una medida desesperada. Nada de nada.

Discurso

Las comparecencias ante la prensa también ayudan a conocer a un entrenador, la visión de este acerca de los partidos y cómo interactúa ante su vestuario, pudiendo seguir tácticas tan agresivas como las de Mourinho, capaz de señalar a los suyos directamente, como más sosegadas, véase el talante de Del Bosque. El míster de Villamassar de Mar pertenece a esta segunda categoría, sin elevar mucho la voz, aunque con una característica que no está gustando al público que atiende a sus palabras.

Foto: Real Valladolid.

Tras la derrota en El Bierzo, donde su equipo mostró auténtica inoperancia, afirmó que habían gozado de múltiples ocasiones de gol como para irse de vacío, a pesar del malísimo hacer de los suyos. Verbo parecido empleó Rubi tras perder en casa contra el Albacete, incidiendo en lo anímico: "hemos estado nerviosos, los jugadores son humanos y se bloquean". El desastre del Real Valladolid en ese partido lo tradujo en un "no nos han salido las cosas" que no convenció al aficionado pucelano, que gusta de mayor contundencia y honestidad en sala de prensa, como era el caso de Mendilibar o Djukic, que no aplicaban paños calientes ante los micrófonos.

No por elevar el tono se tiene más razón

Sus palabras tras caer en Girona fueron ligeramente más serias que en citas previas, aunque sin tanto trasfondo como podrían tener: "el equipo no está consiguiendo buenos resultados", aseguró el míster, aunque en esta ocasión lamentó que sus jugadores no hubiesen estado tan acertados de cara a gol como intentó con una alineación con carácter ofensivo. A pesar de que no por elevar el tono se tiene más razón, en Pucela gustaría que su entrenador se mostrase con más franqueza, tanto en las buenas como en las malas. La inexperiencia del catalán, pues lleva pocos años en los banquillos, supone que aún no domine su discurso ya no dentro del vestuario, sino fuera, algo también importante para un técnico.

Futuro, ¿incierto?

A pesar de estas voces que reclaman su adiós, es muy improbable que Rubi haga el petate antes de que acabe la temporada. El Valladolid es quinto a cinco puntos del ascenso directo y a ocho del liderato, y aún quedan 32 por disputar. La empresa parece difícil, ya que ni Betis ni Girona o Sporting están dando muestras de flaqueza, no como Las Palmas y los propios pucelanos, que han pinchado en las últimas jornadas. Aunque nadie se esperaba que tras el 3-0 sobre los asturianos en Zorrilla los castellanos se desinflaran de forma tan acusada, el fútbol es así, de modo que hasta que la calculadora no lo permita, soñar con algo más que el play-off está permitido para los vallisoletanos.

Carlos Suárez, salvo mayúsculos ridículos de su equipo en las próximas fechas, raro sería que despidiera a su entrenador en plena recta final de la Liga Adelante. Rubi ha manifestado en repetidas ocasiones que siente el respaldo de la directiva, por mucho que haya gritos en su contra: "lo único que siento es confianza por parte de la gente del club".

El equipo

La plantilla confeccionada por Braulio, muy bien reforzada en el mercado invernal, tiene capacidad para competir en los ocho encuentros que quedan por delante y aspirar a recortar puntos con los de arriba. El alta médica de Roger, lesionado el pasado 26 de septiembre, da aún más alternativas al frente ofensivo, con hombres de la calidad de Jonathan Pereira, Óscar, Túlio de Melo, Hernán Pérez o el mismísimo pistolero valenciano.

Foto: Real Valladolid

Pese a que en la medular juegan futbolistas de la calidad de Leao, Timor o Rubio, últimamente tampoco ellos están llegando a su mejor nivel, de modo que todas las líneas del equipo se acaban viendo afectadas por esta mala racha de juego y resultados. Los cambios de esquema, que oscila del 4-3-3 al 4-2-3-1 de una semana a otra, tampoco está consiguiendo mejorar a este Real Valladolid, que tendrá que mejorar muchos enteros si quiere volver a ser un digno aspirante a retornar a Primera sin necesidad de la liguilla de ascenso, tan peligrosa como imprevisible.

Parece difícil que Rubi sea despedido

El cuerpo técnico que encabeza Rubi, por su parte, tiene que trabajar mucho tanto en entrenamientos como en privado para conseguir motivar a sus jugadores y convencerlos de que aún pueden lograr el objetivo. A pesar del clima de crítica de las últimas semanas, si algo quiere Zorrilla es volver a ver a los suyos demostrando que tienen ganas de recuperar la categoría, y eso solo se consigue con acierto y ganas tanto en el césped como en el banquillo. El reto está ahí, solo queda conseguirlo.