Los optimistas dominarán el mundo, porque solo ellos sabrán apreciar los tonos grises del negro, y dentro de los grises, distinguir esos tonos blancos que al más pesimista se le escapan. Si hay algún consuelo para el presente Real Valladolid es que el margen de mejora es muy, muy elevado, aunque, en clave política, se adivinan unos pequeños brotes verdes, unas briznas que Los Pajaritos sorianos se han comido cuando estaban iniciando una tímida primavera pucelana.

La tarde soriana comenzó soleada, con veintidós futbolistas, once en cada lado, que no sabían que el encargado de impartir justicia sería finalmente quien iba a decantar la balanza del encuentro. Piñeiro Crespo, silbato en mano, se erigió como protagonista indeseado para el conjunto visitante, que terminó los noventa minutos con dos hombres menos y con la sensación de que, más allá de errores puntuales que todo ser humano comete, el trencilla tuvo un distinto baremo para valorar las acciones de los rojillos y las intervenciones de albivioletas.

Una vez más esta temporada, sin ser el Pucela un equipo duro más allá que intenso, los chicos de Garitano se han quedado en inferioridad numérica sin haber hecho un encuentro bronco. De ahí la protesta airada del vasco al terminar del encuentro, sabedor de que bastante tienen los pucelanos con mejorar su juego como para tener que lidiar con baches externos. En este punto rescatado de tierras sorianas, el primero a domicilio de esta campaña, la sensación es muy amarga, ya que el triunfo no fue una utopía cuando entre Mojica y Rodri elevaron dos goles al marcador visitante.

Luces, sombras y efectividad

La primera parte mantuvo la tónica avistada en estas primeras semanas de competición: muy poco juego, escasa fluidez y la sensación de que hará falta un salto de calidad para conseguir aupar a este equipo a lo alto de la tabla. La medular en esta ocasión la integraron Timor y Leao, como de costumbre, acompañados de un Tiba que se estrenó como titular en el puesto de un Óscar que se quedó en el banquillo. Primer toque para el salmantino. Ahora bien, el luso supo demostrarle a su entrenador que no se equivoca al apostar por él, cuajando un partido más que decente en su posición entre la media y la delantera.

Primer encuentro de Óscar en la suplencia

El Numancia no tardó en controlar el ritmo de juego, manteniendo la costumbre de que los vallisoletanos se vean dominados por el adversario, pero fue en este bloque de duro cemento gris cuando la luz de Mojica, bien acompañada por un error de Munir, adelantara sorprendentemente a los suyos sin haber hecho apenas nada para merecerlo e hiciera pensar en el primer triunfo fuera de casa. Fue entonces cuando se inició lo que los optimistas llaman lectura de encuentro, con un Valladolid replegado y paciente, conservando su ventaja y frustrando los ánimos locales, y lo que los pesimistas tildan de bodrio de manual, con los de blanco y violeta nulos en movimiento de juego y aguardando a ver qué hace el rival para actuar en consecuencia. Cada uno es libre de interpretarlo a su antojo.

Terminaba la primera parte cuando Juan Villar, sin comerlo ni beberlo, se veía en la calle fruto de una falta inocente y unas protestas sobre el colegiado asturiano. Amarilla, amarilla, roja y a la ducha. No se lo pensó el árbitro para dejar con diez al Pucela ante el estupor de propios y extraños y un rebote monumental en Garitano. Tras el paso por vestuarios y en contra de lo previsible, un buen pase de Mojica lo hizo oro Rodri, oriundo de las tierras en las que Machado se enamoró de Castilla, para demostrarle a los pesimistas que con un fútbol rácano también se puede marcar goles y afirmarle a los optimistas que el Valladolid sabía adaptarse a los encuentros broncos tan propios de Segunda. De nuevo, cada cual valora a su antojo.

Morir de pie sin rendirse de rodillas

Dentro de lo ocurrido ante el Numancia, los tonos de claridad se van adivinando entre los claroscuros, puesto que el Real Valladolid ha luchado como ha podido en busca del mejor resultado posible, aunque los momentos oscuros siguen siendo demasiados. Es el caso de la expulsión de Samuel Llorca por un penalti más ficticio que de facto, que rubricó el espectáculo de Piñeiro Crespo y acercó a los numantinos, que hasta entonces lo habían intentado sin éxito ante la línea defensiva rival.

Las decisiones arbitrales cambiaron el choque

Gol y cambio de tornas, afianzándose la teoría de que los de Zorrilla juegan mejor cuantas más adversidades tienen por delante. Siendo solo nueve hombres en un terreno de 105 por 68 metros, el esfuerzo fue máximo hasta que, porca miseria, un ex como Óscar Díaz se vengó de sus compañeros del año pasado y frustrando esos dos goles con los que más de uno se había ilusionado y había visto un arcoíris blanco y violeta como inicio de una senda hacia el ascenso. Pese a haber perdido dos puntos de forma inmerecida en Soria, más por influencias externas que por deméritos propios o virtudes del rival, de lo que no cabe duda es que en este grupo hay actitud, un aspecto muy importante cuando el fútbol no acompaña. Si más temprano que tarde aparece la calidad y el engranaje entre los jugadores, será un buen cóctel para los castellanos.

Baile central

Las expulsiones no están dejando que el cuerpo técnico pueda contar con una pareja consolidada de centrales y pueda repetir zaga jornada tras jornada, lo cual termina otorgando una gran seguridad y confianza entre los once jugadores. Las dos tarjetas rojas que han provocado que Gaizka Garitano le haya dado un aviso a Juanpe, que pese a ya no estar sancionado, se ha quedado fuera de la convocatoria para que se dé cuenta de que no se puede permitir el lujo de dejar con uno menos a su equipo. Sin embargo, Llorca ha cogido el testigo del ex del Racing, aunque sin hacer verdaderos méritos para acabar en el vestuario a destiempo.

Con el joven central en casa por decisión técnica, la inesperada expulsión implicó que fuera Chica quien ejerció de improvisado acompañante de Marcelo Silva, quien tendrá otra vez a Juanpe a su lado en la visita del Nástic a Zorrilla la semana que viene, a no ser que el club alegue la expulsión de Samuel y los estamentos que imparten justicia hagan caso al recurso. Extraña relación la pucelana con los colegiados, a quienes no se pide que ayuden a los de rayas blancas y violeta, sino que al menos permitan que sea el balompié quien castigue o premie al Real Valladolid sin intervenciones arbitrales.