Tras un partido de ida donde el Espanyol se impuso con claridad al Sevilla, el gol de Bacca en el descuento abría un atisbo de claridad para los hispalenses en el partido de vuelta. La afición, volcada, llenó el Pizjuán con la palabra remontada en boca de todos. Pero su equipo no respondió en el césped. Tras una primera mitad inulsa por parte de los locales, el Espanyol supo mantener el tipo también en la segunda y el golazo de Diogo, ya cuando se llegaba al final, solo hizo apurar la ilusión de una afición que se fue abatida a casa.

Emery salió de inicio con Beto, Fernando Navarro, Carriço, Gameiro, Bacca, Iborra, Kolo, Denis Suárez, Deulofeu, Pareja y Coke, ante un Pizjuán lleno hasta la bandera que presentó sus mejores galas.

Los primeros minutos del Sevilla fueron fulgurantes, volcados sobre la portería de Pau López pero sin llegar a crear ocasiones de gol. Quien sí lo hizo, y en el primer minuto de partido, fue Arbilla, lanzando un libre directo a la cruceta que enmudeció al Pizjuán.

El Sevilla acabó yendo de más a menos ante un Espanyol bien plantado en el campo y que supo entender el partido. Las ocasiones se hacían esperar para los hispalenses, que acaban chocándose contra el muro perico.

Ya en la segunda mitad, el Sevilla aumentó una marcha más, si cabe, para encerrar al Espanyol en su área. No terminó de sufrir en exceso, pues a los de Emery les seguía costando llegar con claridad y solo los balones colgados al aérea parecían que pudiesen acabar en gol.

Pero el gol llegó. Aunque demasiado tarde. Diogo Figueiras, a pierna cambiada, se sacó un derechazo que se coló por la misma escuadra de Pau López, que nada pudo hacer. Quedaba el tiempo añadido y Nervión se vino arriba...

... pero tres minutos no fueron suficientes. El Espanyol celebró con mucha efusividad el pase a semifinales, en un lado del cuadro donde nadie le daba a priori como favorito y en el que ya ha conseguido eliminar a dos grandes rivales como el Valencia y el Sevilla.

Los jugadores acabaron celebrando el pase con los aficionados desplazados hasta la capital andaluza. Una celebración llena de rabia, efusividad y que dejaba a la afición con una alegría difícil de explicar.

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