Millones de espectadores presenciaron este miércoles la final de la Europa League entre Sevilla y Dnipro. El partido deparó un apasionante duelo en el que se vivieron emociones muy fuertes y que perdurarán en la memoria de los aficionados durante mucho tiempo. El Sevilla no fue el de otras finales y por primera vez comenzó perdiendo en un partido de estas características en Europa.

Con el tercer gol del Sevilla, obra de Carlos Bacca, el Dnipro se echó al ataque sabiendo que no tenía otra opción que dejar huecos atrás por tener que tomar riesgos. El conjunto de Emery intentaba contemporizar con posesiones largas pero era incapaz, los nervios hacían caer a los andaluces en continúas precipitaciones y por lo tanto en pérdidas estúpidas.

En uno de esos balones perdidos por el Sevilla y que terminó en saque de banda, los de Nervión aprovecharon para realizar su último cambio y dar entrada a Iborra por Banega. Un pequeño respiro para españoles y ucranianos. En la grada, los sevillistas empezaban a verse como campeones y los aficionados del Dnipro daban el último aliento a los suyos para intentar obrar el milagro y forzar la prórroga.

En un instante, el silencio se apoderó por completo del Estadio Nacional de Varsovia, los aficionados que lo veían desde sus casas no sabían lo que ocurría y en el propio terreno de juego cundió el desconcierto primero y luego el miedo. Matheus caía desplomado tras perder el conocimiento y junto a él, uno de sus compañeros lo colocaba en posición lateral de seguridad para evitar que este se tragara la lengua.

Los jugadores de ambos equipos solicitaron la entrada de las asistencias urgentemente y el árbitro le pedía a los jugadores calma y que le dieran espacio a los servicios médicos para que hicieran su trabajo. Finalmente el jugador recuperó el conocimiento y fue retirado en camilla al tiempo que jugadores del Sevilla y el Dnipro le aplaudían. El Estadio se sumó a esa ovación y todo el mundo respiró aliviado al ver recomponerse al jugador luso.

El fútbol dejó de importar por un momento, el título era lo de menos y solo importaba la salud del jugador brasileño, al término del encuentro, el propio entrenador ucraniano informó en rueda de prensa que el futbolista tenía los huesos de la nariz rotos y de ahí vino provocado su desmayo. El día después de la final, en las diferentes tertulias se comenta el partido pero no se deja escapar el desmayo de Matheus. Sevilla vivió algo igual con Antonio Puerta en 2007 y el corazón de los andaluces aún tiene muy fresco su recuerdo.