Sevilla FC 2012: una de cal y dos de arena

Tras el mejor de los sueños jamás imaginado, el sevillismo ha vivido su peor pesadilla desde el comienzo del nuevo siglo. La crisis deportiva e institucional que atraviesa el conjunto nervionense ha sumido a la grada en un ambiente de crispación y división que hace más dura la tarea de reflotar la situación.

Sevilla FC 2012: una de cal y dos de arena
jvega
Por José Antonio Vega

El sentimiento de frustración y la etiqueta de irregular han acompañado una vez más al Sevilla FC durante su trayectoria deportiva en el año 2012. Un año donde, por primera vez desde hace mucho tiempo, lo institucional ha cobrado más importancia que lo deportivo para una afición crispada y consciente de que el libro de aquel Sevilla que conquistaba territorios europeos está completamente cerrado y guardado en el desván de los mejores sueños en rojiblanco.

Una vez más se ha podido demostrar que, en el mundo del fútbol, cuando la pelota deja de entrar en la portería rival, los problemas de toda índole empiezan a llover sobre el seno de la entidad.

Mal inicio de año, decapitación de Marcelino

Inestable acabó e inestable comenzó el 2012 el equipo de Nervión. La eliminación copera a manos del Valencia en octavos y una humillante racha de 7 partidos sin conocer la victoria en Liga acabaron por finiquitar la andadura de Marcelino García Toral en el Sevilla FC.

La andadura del técnico asturiano, el que para muchos estaba llamado a devolver la ilusión al sevillismo tras una discreta temporada 2010/11 con Antonio Álvarez y Gregorio Manzano como inquilinos, terminaba mucho antes de lo que todos esperaban. Un técnico que aportó trabajo e ilusión a un proyecto que se vio alterado por los malos resultados y por una planificación deportiva que a posteriori dejó mucho que desear.

La carencia de efectivos en ataque se sumó a una endeble defensa y al mal estado físico de jugadores llamados a ser clave en el equipo sevillista, como los casos de Ivan Rakitic o Diego Perotti.

El técnico tuvo que esperar hasta enero para contar con las incorporaciones deseadas en ataque. Llegaron Babá y Reyes. El hijo pródigo volvió a Nervión sin el protagonismo que todos hubiesen deseado, hasta tal punto de haber salido, en más de una ocasión, entre pitos del Sánchez Pizjuán.

Entre lágrimas y recibiendo elogios de Del Nido y Monchi, Marcelino abandonaba el club hispalense, ubicado en la undécima posición de la tabla, con un amargo sabor de boca y seguramente con el pensamiento de que de haber tenido más mimbres y menos presión en los objetivos marcados hubiese, al menos, concluido la temporada como entrenador del Sevilla.

La llegada de Míchel

No hubo que asistir a un baile de novias para ocupar el banquillo rojiblanco. Pronto se supo que sería Míchel González el elegido para enmendar el rumbo y devolver al Sevilla entre los grandes.

Firme en su discurso desde el primer momento, el entrenador madrileño apostó por los jugadores como protagonistas: “La solución no la tengo que poner yo, la tienen que poner los jugadores, de los que dependemos futbolística y emocionalmente. Ellos van a tirar del carro y nosotros vamos a ayudar”, declaró en su presentación.

Debutó con derrota en Anoeta pero posteriormente sumó dos victorias ante Osasuna y Valencia, así como un empate frente al Atlético de Madrid, que devolvieron la calma a la parroquia sevillista, el equipo tenía otra cara.

Tras dos nuevas derrotas ante rivales complicados como el necesitado Sporting y el todopoderoso FC Barcelona, los de Míchel encadenaron tres victorias consecutivas en Liga por primera vez en toda la temporada, algo que les acercaba al objetivo europeo.

Míchel empezaba a ganarse el respeto del vestuario y de la afición. Había devuelto las esperanzas de salvar la temporada con un buen tramo final que les permitiese evitar una catástrofe y jugar Europa League. Pero cuando más esperanzas había puestas en los suyos, de nuevo llegó la decepción; en cuatro jornadas solo sumó 1 punto de 12 posibles, incluyendo una humillante goleada en Getafe (5-1) y una más que dolorosa derrota ante el Betis en el derbi sevillano, que terminó de dinamitar las opciones europeas del cuadro sevillista.

Tras el ascenso del Betis, era la temporada del regreso del partido más especial de la ciudad de Sevilla. En la ida los rojiblancos, gracias a un tanto de Negredo, consiguieron empatar tras un tanto inicial de los verdiblancos, pero en la vuelta Beñat fustigó al Sevilla de la manera más cruel posible.

Fracaso y adiós de Kanouté

A falta de dos jornadas y sin opciones matemáticas de jugar siquiera la Europa League, la palabra fracaso ya no era evitada por nadie. El enfado de la afición era más que entendible, se le había vuelto a vender un abono de Champions para un equipo mediocre, algo que la grada no dudó en manifestar en el último partido de la temporada en casa.

Dicho partido fue ante un Rayo que acabó goleado (5-2) para homenajear al que para muchos ha sido el mejor jugador de la historia del Sevilla FC: Frederic Kanouté.

Las ovaciones no cesaron para despedir al profeta del fútbol, cuya marcha suponía para muchos el definitivo fin de ciclo del mejor Sevilla de la historia. Un equipo de leyenda reducido a un equipo discreto que acaba en la novena posición de la tabla con 50 puntos y a unos jugadores acusados, por un sector de la grada, de mediocres y de mercenarios.

Del Nido baja el listón

Con las aguas revueltas a orillas del Guadalquivir, la planificación deportiva de la temporada 2012/13 se presentaba con expectación por parte de prensa y afición. José María del Nido se encargó de calmar las aguas en la presentación de la nueva campaña de abonados. Confirmó la renovación de Míchel, quien según el máximo mandatario nervionense “no tuvo los mimbres para alcanzar el objetivo marcado”, además de anunciar unas medidas de ajuste económico en todas las parcelas de la entidad. “Hemos vivido en una nube. Ahora tenemos que adaptarnos a la realidad”, comentó Del Nido, que aseguraba que la no clasificación para competición europea tras 8 años consecutivos en ellas les obligaría a bajar sus expectativas y fijar el objetivo en intentar clasificarse para competición europea.

“Damos un paso atrás para tomar impulso”, afirmaba Del Nido, quien no escondía su firme creencia en que el Sevilla de Míchel volvería a codearse con los grandes de Europa.

También declaró que “la losa de los títulos logrados ha pesado mucho. Ese Sevilla ya pasó”, palabras para muchos tardías a la vez que clarividentes de que estábamos ante el comienzo de un nuevo ciclo en la entidad sevillista.

Un nuevo ciclo que se abría en la secretaría técnica, que volvía ser una de las más rápidas del mercado veraniego, con incorporaciones como las del guardameta Diego López o la del polivalente Hedwiges Maduro, que aportarían su experiencia, la del brasileño Cicinho, la sombra más cercana de Dani Alves en el carril diestro, o las de Kondogbia y Rabello, una dosis de juventud y dinamismo.

No obstante, el fichaje con más nombre llegó a finales de verano; el canterano del Barcelona Alberto Botía, quien tendría que ocupar el vacío que dejó en el eje de la zaga la marcha del siempre elegante Julién Escudé.

Enmiendas en el vestuario e ilusionante comienzo

El Sevilla de Míchel empezó la nueva campaña con una victoria en casa y dos empates a domicilio. Fueron cinco puntos sumados con muy poco esfuerzo empleado. El equipo estaba en pleno rodaje, era más serio, Míchel había logrado recuperar a jugadores importantes como Rakitic o Spahic, pintaba bien.

Posteriormente, una meritoria al igual que inesperada victoria en casa frente al Real Madrid hizo a Míchel ganarse el respeto de la afición, la cual empezaba a recobrar la ilusión en un equipo sólido y con la casta y el coraje que tanto habían echado en falta en las últimas fechas.

Tras ello y tras una victoria en Riazor, le tocaba el turno al Barça de Tito Vilanova, que visitaba un feudo invicto y con un Sevilla lleno de moral y bien posicionado en la tabla. Los bluagranas, pese a llevarse los tres puntos con polémica del Sánchez Pizjuán, sufrieron de lo lindo ante un Sevilla muy competitivo y guerillero, que llegó a ponerse 2-0 en el marcador.

Vuelta a las andadas

A raíz de ese momento, e inexplicablemente, los hispalenses fueron perdiendo fuelle y la irregularidad en los resultados fue alejando cada vez más el objetivo europeo. La grave lesión de Trochowski y las contínuas sanciones y lesiones de diferentes jugadores rompieron el esquema fijo del técnico madrileño. La solidez defensiva que formaban en el eje de la zaga la pareja Botía-Spahic se había roto, ante la falta de puntería de hombres como Babá o Manu del Moral, la figura de Negredo se antojó indispensable para encontrar el camino del gol, y las desastrosas actuaciones en San Mamés o el Vicente Calderón descosieron toda la tela cosida hasta el momento.

Entre tanto, la goleada por 5 goles a 1 endosada al eterno rival. Parecía que podía ser el punto de inflexión que los rojiblancos necesitaban para volver a la senda de los buenos números, pero nada más lejos de la realidad, el Sevilla siguió dando una de cal y dos de arena.

Los malos resultados también empezaron a darse en el Sánchez Pizjuán, lo que acentuó paulatinamente el malestar de la grada. El juego del equipo era lento y se reducía a una genialidad de Jesús Navas o de Álvaro Negredo. Sin ellos, no había ideas, ni frescura, ni gol.

Crisis institucional

Por si fueran pocos los problemas deportivos, en la recta final del 2012 la atención se centró en una Junta General de Accionistas marcada por la convulsión. José María del Nido salió reelegido como presidente del Sevilla FC pese al inconformismo del sevillismo y pese a presentar unas pérdidas de 15 millones de Euros, algo que explicó con la ausencia de la presencia nervionense en competiciones europeas. También anunció cambios en el consejo de administración tras la marcha de José María Cruz, uno de los pilares del Sevilla moderno.

El ambiente de crispación que vive el sevillismo no solo se refleja en la peña Biris Norte, la cual ha mostrado en el último trimestre su disconformidad ante las medidas de control de acceso al estadio. Tras la derrota frente al Málaga en Liga, en el último partido disputado en casa del año, gran parte de los asistentes al feudo nervionense mostraron su enfado y miraron al palco antes que al banquillo. Y es que la grada, tras haber visto pasar a 5 técnicos en los últimos tres años, es consciente de que el probema no radica exclusivamente en el banquillo, radica en todas las parcelas del club.

Futuro incierto

Resulta más complicado que nunca saber qué deparará el futuro próximo al Sevilla FC. Es evidente que, tanto deportiva como institucionalmente, el equipo depende de los ingresos económicos y el caché que solo te da disputar competición europea. Para ello los de Míchel deberán mejorar exponencialmente sus números, ya que situados en la decimocuarta posición de la tabla con 19 puntos, se anotja bastante complicado acceder a Europa por la vía directa.

Los más optimistas ven en la Copa del rey -donde el equipo tiene pie y medio en cuartos tras golear al Mallorca en la ida- una opción real de acceder a la Europa League llegando a una hipotética final contra Real Madrid o Barcelona, que además salvaría la temporada deportivamente hablando. No obstante, eso no deja de ser una ilusión, y ya sabemos que, por duro que nos resulte, es complicado vivir de ilusiones. La realidad se halla en un equipo con mucho que mejorar y que tiene ante sí una dura cuesta de enero para empezar a encauzar la situación y calmar, de nuevo, las aguas en Nervión.

En los despachos, expectación por saber qué movimientos podrían alterar aún más la situación deportiva y/o económica del equipo. Para mantener la viabilidad del pryoecto habrá que vender, según Del Nido, y los rumores sobre las posibles salidas de hombres como Jesús Navas o Álvaro Negredo atemorizan a una afición que ve en ellos la única opción de reflotar la nave dentro del terreno de juego.

El panorama no es plato de buen gusto para nadie. La gradas, cada vez más vacías, representan el desgaste de una afición que solo exige lo que desde la cima del club se les ha vendido: Un Sevilla competitivo. Ahora la exigencia recae sobre el tejado de una directiva que solo asume responsabilidades con la boca pequeña.