La historia del internacional chileno con el Sporting ha sido corta. Más corta de lo que al propio jugador, club y afición le habría gustado. Con 22 años, el central llegaba a Gijón en el mercado de invierno después de haber jugado en equipos como el Universidad de Chile o el segundo equipo del Oporto. Pero sus oportunidades vistiendo la elástica rojiblanca se resumen en los dos partidos que jugó contra el Barcelona.

A pesar de que el futbolista no ha contado con muchos minutos ya se especula con una posible vuelta al equipo asturiano ya que la imagen que dejó en el cuerpo técnico ha sido muy buena. Sin Luis Hernández y sin Bernardo, una puerta se abre para Lichnosvsky con la posibilidad de demostrar todo lo que este año no ha podido hacer.  Su deseo quedaba reflejado así en su despedida por la red social Instagram: “Siempre pendiente de ustedes y a ver si el futuro nos vuelve a juntar”. La afición sportinguista también vería con buenos ojos la vuelta del defensa. 

Una maleta como destino

Y es que al futbolista no le ha quedado otra que encarar al destino con la tranquilidad y prudencia que la vida le ha ofrecido. “Mi padre se machó de su país sin condiciones, con fortuna y con lo puesto. Tenía sólo un año cuando abandonó Austria con mis abuelos. Todo salió bien y aquí estoy yo”, relataba el defensa al diario Marca.

Una familia que sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial y  que “el polaco”, como se le conoce, ha sabido sobrellevar la esencia de la historia de su familia, preparado en todo momento y con las ganas de demostrar su valía.  A sus 22 años, al chileno con apellido imposible le queda mucho fútbol que dar a sus aficionados, en Oporto, Gijón o en cualquier rincón del mundo.