Que Éver Banega es uno de los jugadores con mayor calidad del Valencia no es un hecho noticiable. La clase del centrocampista con el balón en los pies está al alcance de muy pocos. Sus controles, sus regates, su visión, y hasta su capacidad para proteger la posesión con el cuerpo rozan la exquisitez.

Todas esas cualidades han convertido a Banega en el hombre más importante del equipo blanquinegro. Si no funciona, el gigante sigue soñando. No hay más que ver el Valencia del verano y el Valencia de hace poco más de un mes. Con el argentino en plena forma, el Valencia se exhibió en la mejor ciudad del mundo goleando al Inter de Milán. Y el ‘10’ apenas tardó siete minutos en colocar un balón en la escuadra. Todo marchaba según lo previsto. Incluso mejor. Pero llegó la competición real.

El Valencia abrió la Liga BBVA ante el Málaga en Mestalla. La victoria se quedó en casa, pero el equipo era una mera burla del visto en pretemporada. Y todo por culpa de Tissone, el mediocentro del conjunto blanquiazul, que ocupó sus noventa minutos en secar a Banega. Un partido, primeras críticas. El juego dependía de un solo jugador, y los rivales lo sabían. El Espanyol también aprendió la lección.

Las críticas iban dirigidas hacia la ‘Banegadependencia’, pero se centrarían en el jugador tras el partido ante el Barcelona. Banega perdió un balón en el centro del campo cuando tenía opciones de pase y su error sirvió para que Messi pusiera el segundo gol del partido. Y contra el Betis siguió dejando tintes negativos. El Éver Banega que habíamos visto en verano se había diluido.

Todo pareció cambiar en el partido ante el Sevilla. Ya no solo en el argentino, sino en todo el Valencia. Se venció y se convenció. La tan ansiada victoria, quizás, hizo olvidar algunos errores del encuentro. Errores que no pasaron desapercibidos en Granada. Por seguir centrándonos en Banega, el centrocampista no consiguió conectar con ninguno de los hombres de arriba en todo el partido. Aún así, Banega fue quien habilitó a Canales en la jugada del éxtasis final.

Pero si hay un partido que refleja la actual situación de Banega en el juego del Valencia es el más reciente. En el nuevo San Mamés, el Valencia ofreció su mejor imagen, con un juego controlado desde atrás y con una transición defensa-ataque que no había sido vista antes. Pero la nota discordante la puso el ‘10’. Pese a que anotara el gol de penalti y diera fluidez en el centro del campo en muchas ocasiones, Banega hizo multiplicarse a Javi Fuego. El ex del Rayo Vallecano tuvo que salvar las pérdidas, siempre peligrosas, del argentino en el círculo central.

Y es que el principal fallo del mediocentro está en su obsesión por querer llevar el balón al pie. No hay que tener los ojos muy abiertos para ver cómo Banega tiene dos tres opciones de pase y su empeño por conducir el cuero le nubla la vista. Es entonces cuando pierde la posesión y el rival genera peligro. Algo que obliga a Javi Fuego a emplearse más a fondo si cabe para enviar el peligro lejos de la portería.

El Valencia necesita a Éver Banega. Eso es sabido por todos. Pero necesita a un Banega regular, que juegue fácil y que haga más fácil también el trabajo de los demás. Miroslav Djukic insiste en cada rueda de prensa de que hay que hacerlo así. Y Banega es quien debe liderar esa facilidad.

Éver Banega es el príncipe que debe besar el balón con sus pies y despertar al gigante. Poco a poco, el Valencia va levantándose del letargo. Es tiempo de Banega.