Nada más conocerse el resultado del sorteo de los grupos de la primera fase del Mundial, la opinión general dio por eliminada a Costa Rica. La selección que dirige Jorge Luis Pinto fue calificada directamente como la ‘cenicienta’ del ‘grupo de la muerte’. Sus opciones de dar la campanada y eliminar a dos campeonas del mundo, para clasificarse junto a otra campeona del mundo eran mínimas para la gran mayoría de analistas, aficionados e incluso los propios rivales tenían apuntado ese partido como victoria segura.

Afortunadamente, el fútbol no es una ciencia exacta y dos más dos no siempre son cuatro. Es este hecho el que hace del fútbol un deporte tan apasionante. No siempre gana el mejor -al menos, no el mejor sobre el papel- y un equipo con menos calidad pero más trabajo es capaz de doblegar a cualquier potencia que se le plante delante.

Pinto siempre lo supo: “Nos encanta el grupo. Cuanto más bravo sea el toro, mejor es la corrida”. Así, sin complejos y dispuesta a plantar batalla se presentaba la selección costarricense. Nadie confió más en ellos, que el propio grupo de jugadores y técnicos que conforman la tica. Conscientes de que contaban con la mejor generación de futbolistas de la historia de su país -ligeramente superior a la de Italia 90- se presentaron en Brasil con las armas bien afiladas, con mucho por ganar y muy poco que perder.

El conjunto por encima de lo individual

Costa Rica cimentó sus esperanzas en un bloque sólido, solidario y en el que el trabajo colectivo tratara de tapar las posibles carencias en lo individual. Los hombres llamados a liderar este trabajo grupal eran tres: el portero del Levante Keylor Navas, el centrocampista del PSV Bryan Ruíz y el delantero que perteneciendo al Arsenal, jugaba en Olympiacos, Joel Campbell. De las actuaciones indivudales de estos tres pilares iba a depender en buena parte el éxito o el fracaso de los ticos en su cometido.

Liderar el grupo de la muerte

Tres campeonas del mundo, siete estrellas cosidas en tres camisetas distintas y sólo una selección sin ninguna estrella en su elástica. El sobrenombre de grupo de la muerte parecía estar esta vez bien elegido, aunque fue la más humilde de todas la que logró dar muerte -deportiva- a dos de las tres potencias con las que peleaba.

La primera en morder el polvo fue Uruguay. La celeste se las prometía muy feliz con el tanto de Cavani en la primera parte, pero Campbell, Duarte y Ureña lograban darle la vuelta al marcador y comenzar a escribir con tintes heroicos la historia más brillante del fútbol costarricense.

Italia era la siguiente piedra en el camino. La Azzurra venía de salir victoriosa ante Inglaterra en un partido precioso y presentaba su candidatura a llegar lejos en Brasil 2014. Los de Prandelli no advirtieron la victoria tica frente a Uruguay como un indicativo de peligro y no tomaron las debidas precauciones para enfrentarse a la ‘sele’. Los italianos se mostraron inoperantes y Bryan Ruíz con su tanto y todo el grupo con su trabajo lograron el pase a los octavos de final, con la tercera jornada aún por disputarse.

Un tercer choque frente a una Inglaterra ya eliminada, en el que una especie de pacto de no agresión fue la nota dominante. Empate a cero. Los ingleses a casa y los costarricenses a soñar. No querían despertar.

Foto: Reuters

El héroe bajo palos

Se acercaba la cita. Keylor y los suyos habían quedado con la chica que más deseaban: la historia. Acicalados para la ocasión, con sus mejores galas, saltaron al césped para enfrentarse a los aguerridos griegos. Una cita que, tras el gol de Bryan Ruíz, pudo terminar en los 90 minutos reglamentarios si no hubiera emergido la figura de Sokratis, un héroe inesperado que añadía emoción y treinta minutos más de juego al apasionante duelo. Una prórroga en la que pudo ganar cualquiera, pero que llevó a helenos y ticos a jugarse desde los 11 metros el pase a los cuartos de final y a la gloria -para las dos selecciones llegar a cuartos de final habría sido su mejor clasificación histórica-.

La tanda de penaltis empezó con aciertos en los dos lados, nadie parecía ponerse nervioso, nadie fallaba. Keylor Navas se acercaba cada vez más a los disparos griegos y cuando Gekas disparó, el guardameta del Levante se lanzó adivinando la trayectoria del disparo, logró rechazarlo y se erigió en el héroe de una Costa Rica que, tras el acierto de Umaña en el posterior lanzamiento, hacía historia y se convertía en eterna.

El final del trayecto

Todo lo que empieza, acaba. Por largo que sea el viaje, siempre hay una enlatada voz que anuncia la llegada del destino, que indica que el viajero debe recoger sus pertenencias y abandonar el vagón. Algunos viajan incómodos y esperan ansiosos el momento de dejar el tren y que el trayecto que han realizado pase al olvido. Otros, como Costa Rica, están tan a gusto que desearían que el viaje no terminara nunca. Echando una cabezadita o cavilando despiertos no dejan de soñar. Saben que su parada se acerca, que tarde o temprano, inevitablemente van a tener que apearse. La zona a la que pertenecía su billete se había acabado y Krul, disfrazado de revisor, fue el encargado de expulsarles del convoy del que nunca quisieron bajar.

Orgullosos de lo andado

Costa Rica dejó el Mundial invicta, sorprendió más a extraños que a propios, hizo historia y se marchó con la cabeza bien alta y el pecho hinchado por el orgullo de quien sabe que ha dado todo por un sueño y ha hecho sentirse orgulloso a todo aquel al que los colores ticos le representan. Tras disfrutar de este viaje, los costarricenses miran hacia el futuro con optimismo. La brillante generación de futbolistas que ha disputado el Mundial todavía tiene cuerda para rato y aun sabiendo de la dificultad que entraña repetir las gestas de Brasil, no quiere ponerse límites.