Hay días en los que no sale nada. Otros en lo que todo lo que tocas lo conviertes, como coloquialmente se dice, en oro. Esta tarde, en Ebebiyín, no fue ni uno, ni otro. Fue un día feo, lluvioso, en el que el fútbol brilló por su ausencia y las ocasiones por su escasa aparición. Cabo Verde y Zambia se midieron en un choque físico y táctico, ninguna quería perder y por ello no decidió dar un paso al frente hasta el final. Pero tampoco fue nada del otro mundo, todo lo contrario, la timidez y el miedo a recibir gol fue la constante del choque.

El juego directo fue constante durante el primer periodo. En este acto inicial, tras el gol de Túnez en el otro duelo del grupo, Cabo Verde tan solo necesitaba aguantar el empate a cero, y a eso se dedicó. Los Tiburones Azules apenas crearon peligro, más allá de un par de salidas rápidas de Garry Rodrigues que no llegaron a buen puerto. Zambia tuvo un buen acercamiento al cuarto de hora de juego, después de que Vozinha no atrapara un disparo frontal de Singuluma. Kangwa, que dribló a la perfección al meta rival, no pudo concretar su disparo puesto que varios defensas le encimaron. Eso fue lo más destacable antes del último arreón.

Lo dio Cabo Verde, pero en jugada de estrategia. Increíble cómo Toni Varela no acertó a cabecear a puerta un perfecto servicio de Garry Rodrigues. El cabezazo del caboverdiano, en la posición que lo hizo en el área pequeña, era más complicado marrarlo que meterlo entre los tres palos. Finalmente, de nuevo mediante un centro cerrado del jugador del Elche, Cabo Verde pudo adelantarse, pero no hubo rematador. Así, y sin mucho juego, la primera mitad finalizaba con los Tiburones Azules clasificados por la momentánea victoria de las Águilas de Cartago. Pero todo cambiaría.

Foto: CAF

Agua, mucha agua

Y cambió de primeras, tras la vuelta de los vestuarios, porque un tremendo aguacero recibió a los futbolistas. La lluvia, más fuerte que la del primer tiempo, encharcó el campo e hizo que el fútbol se convirtiera en waterpolo. Los jugadores repartieron una patada tras otra al esférico, tratando de que este rodara, pero era impracticable. Sin embargo, el colegiado camerunés no paró el encuentro y este siguió. Fueron diez minutos perdidos, en los que los chapuzones y piscinazos, nunca mejor dicho, se sucedieron.

Poco a poco dejó de llover y el campo mejoró, y pasada la hora de juego todo volvió a la normalidad. Lo hizo con un saque de falta de Kalaba que pudo dar un susto a Vozinha, o lo que es lo mismo, con los Chipolopolo de nuevo al ataque, necesitaban el gol. No tardó en llegar, pero lo hizo en el otro encuentro: los Leopardos empataban y mandaban a casa a las dos protagonistas de Ebebiyín. Así pues, con poco menos de 25 minutos por disputarse, un tanto daba un billete hasta cuartos de final. Los movimientos en los banquillos empezaron en ese instante, pero no tuvieron un gran efecto, en ninguno de los dos equipos.

Apenas hubo oportunidades, pero fue Zambia la que más lo intentó. Cabo Verde, con un par de centros y disparos lejanos, inquietaron tímidamente a un seguro Mweene; mientras que las Balas de Cobre tuvieron una clara oportunidad de hacerse con los tres puntos in extremis. Fue a falta de escasos segundos en el descuento, tras una gran acción individual de Kalaba por banda. El capitán, en una jugada de fuerza y garra, se llegó el balón tras deshacerse de varios rivales, pero al pisar área no pudo concretar un buen centro y el remate final se marchó desviado. No era el día de marcar goles.

Foto: CAF

Así, después de una segunda parte desafortunada por ambas selecciones, y con la pólvora más mojada que nunca, finalizó el choque. En el otro, hubo alegría; en este, lágrimas. Ambos conjuntos lamentaron la oportunidad perdida, pues dependían de sí mismos para llegar hasta cuartos. Cabo Verde se marcha con el sabor de no haber rendido a tope de sus posibilidades, tras una gran clasificación, y con tan solo un gol anotado, desde el punto de penalti. Y Zambia con la imperiosa necesidad de encontrar un delantero que haga gol, pues las repetidas ocasiones falladas han impedido llegar más lejos. Quizá Mayuka, lesionado, habría cambiado el signo del encuentro.