"En el túnel, antes del partido, no respondo nunca a los chicos del otro lado cuando me saludan". La frase no es actual, pero podría serlo. La pronunció Basile Boli, ex jugador del Olympique Marseille en los años noventa, en referencia a la actitud que mantuvo en los clásicos que disputó ante el Paris Saint-Germain, rival del OM en la decimotercera jornada de la Ligue 1. Se medían primero y segundo, dos extraordinarios equipos separados por cuatro puntos.

Un duelo en el que la pasión se mezcló con el buen fútbol para dejar tras de sí un gran espectáculo en el que el Paris Saint-Germain reivindicó su candidatura al título, y recordó que no va a poner fácil una Ligue 1 que esta temporada parecía más disputada que nunca, desde que los petrodólares controlan París. Moura, en el primer tiempo, y Cavani, en el tramo final del partido, firmaron los tantos de una dulce y trabajada victoria de un PSG que fue superior a su rival, especialmente en el segundo tiempo, cuando la sinfonía parisina desnudó el poder colectivo del Marseille.

El príncipe desnudó al obrero

En el Parc des Princes no peligraba el liderato de los de Bielsa, pero sí su solidez. El feudo parisino presentaba una entrada espléndida, un ambiente ensordecedor y lleno de colorido digno de las mejores ocasiones. Una caldera lista para vivir todo un clásico francés, uno de los mejores encuentros que se pueden ver en Francia y en Europa. Blanc apostó por su habitual 4-3-3, con Lavezzi-Cavani-Moura en ataque, reservando a Ibrahimovic en el banquillo. Tampoco modificó su esquema Bielsa, que repitió con su exitoso 4-2-3-1, con tres mediapuntas por detrás del pichichi Gignac. Las principales novedades del OM, Alessandrini y Lemina en el lugar de los lesionados Romao y Ayew.

Con traje oscuro y de pie, Laurent Blanc, con chándal azul claro y de cuclillas, Marcelo Bielsa. Dos técnicos con amplia reputación, cuyos estilos se confrontaban por primera vez en sus carreras. El dominio del juego total de los marselleses frente a la presión y contragolpe de las talentosas estrellas del PSG. El trabajo grupal de once obreros ante la sinfonía de una orquestra de once solistas locales.

El primer aviso serio del encuentro lo protagonizó el Marseille, al peinar Gignac un córner que terminó en la cruceta, para fortuna de los parisinos. Dos minutos más tarde, fue Alessandrini quien dispuso de una formidable ocasión para abrir el marcador con una potente volea con la zurda que se perdió ligeramente desviada por un costado.

El descaro marsellés no cesaba, y Gignac lo volvía a intentar. Esta vez desde fuera del área, de nuevo sin éxito, pero otra vez demostrando que este Marseille no se deja intimidar ni por un estadio a rebosar ni por un equipo formado a base de millones. Los primeros minutos sólo tuvieron un color, el blanco del Marseille, omnipresente en todas las acciones. Su juego contiene altas dosis de riesgo, pues sitúa la defensa alrededor de unos 42 metros por delante de su portería, casi 10 más que su rival. Bielsa seguía sentado observando con detalle. Blanc, con las manos en los bolsillos, también.

La lucha por el balón y los espacios

Pocos conjuntos en Francia saben dominar mejor el balón que el Marseille. Con Bielsa, al OM le gusta dominar, y cuando lo tiene el rival, aprieta hasta recuperarlo. Su forma de crear peligro siempre es con el balón, al contrario que el PSG. Los parisinos esperaban su oportunidad cerrando líneas por dentro, obligando a hombres como Cavani, Pastore o Moura hacer sacrificios en defensa. Son estrellas, pero cuando toca también saben ponerse el mono de trabajo.

Los de Bielsa sufrieron a balón parado, pues Pastore estuvo cerca de adelantar a los suyos al rematar de primeras un balón que quedó muerto dentro del área. Mandanda andó rápido de reflejos. La respuesta del Marseille no tardó en llegar. Circulación rápida del balón, que viaja primero en vertical y luego se mueve de izquierda a derecha, para terminar en los pies de un Dja DjéDjé que cada vez se suma al ataque con mejor criterio, y que esta vez prueba un tiro que no encuentra portería.

El Marseille llegaba con buenas triangulaciones a la zona de tres cuartos de campo rival, pero se topaba con un equipo bien plantado. El PSG se defendía gracias al acierto e inteligencia de David Luiz y Thiago Silva, pero la presión de los marselleses no les permitía grandes alegrías. De una recuperación en campo contrario, en el minuto 27, Payet estuvo a punto de encontrar premio con un tiro que no terminó entre palos. Poco se le podía achacar al conjunto de Bielsa en la primera media hora de juego. Si acaso, la falta de acierto en el remate.

Dos gallos con orgullo

Carácter no les faltó a PSG ni a Marseille. De hecho, una intensidad y tensión muy altas presidían Le Classique, dos rasgos que aliñados con un fútbol de calidad dejaron tras de sí una pelea de gallos de gran atractivo. Los dos equipos sabían que había algo más en juego que los tres puntos o la solidez del liderato marsellés: la hegemonía del fútbol francés, en poder de los parisinos estos últimos años. Lo sabían los jugadores, incluso los atacantes, Cavani y Gignac, que se enzarzaron en un encontronazo que no fue a más. La tensión se olía en cada jugada.

Los puñales parisinos intentaban dañar al Marseille al contragolpe, especialmente por la derecha, donde Aurier y Moura buscaban crear superioridades ante Mendy. Precisamente fue el extremo brasileño quien hizo saltar la sorpresa, si por ello se entiende un gol del equipo dominado. David Luiz realizó un excepcional envío en largo hacia Lavezzi, quien trazó una pared con Pastore para terminar asistiendo a Lucas Moura, que apareció desde el otro costado anticipándose a su marcador, un lento Mendy que no estuvo fino en el marcaje individual.

Payet pudo lograr la igualada apenas cuatro minutos más tarde, cuando se quedó solo ante el guardameta, pero tardó demasiado en rematar y dio tiempo a Verratti a replegarse y al resto de defensa a acudir a la ayuda. Le pudo costar caro el desliz defensivo al PSG, que se pudo sentir muy afortunado de irse a los vestuarios con la portería local a cero. 1-0 al descanso, y la sensación que la efectividad estaba penalizando en exceso a un Marseille que mereció más.

La brillantez en la locura

El segundo tiempo empezó abierto, con un susto inicial del PSG y un contragolpe que a punto estuvo de finalizar Gignac. Aumentó el pressing el equipo de Bielsa, pero los parisinos encontraron en el juego combinativo la forma de deshacerse de la presión visitante. Un error atrás, sin embargo, estuvo a punto de costar el tanto del OM, pero Alessandrini, en el dos contra uno con Gignac, desestimó la opción de asistir a su compañero y se la jugó con una vaselina que detuvo sin problemas Sirigu. Susto importante, pero una ocasión salvada más. Respiró el Parc des Princes.

Las prisas marsellesas se transformaron en imprecisión, lo que aprovechó el PSG para aguardar con algo más de paciencia que en el primer tiempo el balón. Nada sorprendente, dado que el marcador sonreía al conjunto local, y el reloj acuciaba a los visitantes. Los nervios no ayudaban a los visitantes, pues sufrían atrás las embestidas de un PSG que no renunciaba a los ataques verticales. Moura pudo doblar la ventaja local en un dos para tres, pero su egoísmo le jugó una mala pasada, y Nkoulou pudo rechazar su tiro.

El PSG salió mejor plantado tras el descanso, tal vez por la tranquilidad que le da a uno la ventaja, aunque sabiendo que ante el OM de Bielsa no hay relajación que valga. Le Classique estaba abierto, con alternativas y juego de área a área, sin un dominador claro, como sí tuvo el primer tiempo. El gol de Moura parecía haber desencajado al OM, que no encontraba la manera de recomponerse mientras sufría para que el PSG no les castigase con otro tanto.

El retorno del rey

El control del juego estaba siendo del PSG, y para profundizar en su dominio, Blanc dio entrada a Ibrahimovic, quien reaparecía tras varias semanas de baja sustituyendo a Lavezzi, y a Cabaye, que ocupó el lugar de Verratti. Apenas había noticias del ataque del Marseille, desaparecido en prácticamente todo el segundo tiempo. Gran parte de culpa tuvo ahí la defensa parisina, muy atenta en todo momento, relevándose con constantes ayudas y manteniendo una atención abrumadora.

Los parisinos especulaban con el balón a partir de rondos estériles que, muy de vez en cuando, encontraban salida con algún ataque puntual para recordar de su presencia a su rival. Necesitaba una solución el Marseille, falto de alternativas al bloqueo que sufría el equipo. Faltando un cuarto de hora, Bielsa dio entrada a Barrada, pero un minuto más tarde, el colegiado expulsó a Imbula con una roja directa injusta por un choque con Cabaye. Era la primera amonestación que mostraba en el partido, y era de color rojo, lo que aún agudizaba más el reto de los de Bielsa.

El encuentro se resolvió en los cinco últimos minutos, cuando el PSG aprovechó que el OM se rompió para asestar el golpe definitivo, firmado por Cavani. El jugador uruguayo cabeceó con precisión un medido centro de Aurier desde la derecha, anotando el 2-0 que cerraba el marcador. Si no llegó el tercero, fue porque Mandanda no lo quiso. Él fue el único sustento de un Olympique desnudado de los pies a la cabeza, rendido a la autoridad de un príncipe que reivindicó su corona.

Puntuaciones VAVEL Ligue 1

Paris Saint-Germain (2) Olympique Marseille (0)

Sirigu 7 Mandanda 7
Aurier 8 Dja DjéDjé 5
David Luiz 8 Nkoulou 5
Thiago Silva 8 Fanni 4
Maxwell 7 Mendy 5
Matuidi 6 Lemina (76') 5

Verratti (64')

7 Imbula 3

Pastore (88')

7 Thauvin (65') 5
Lucas Moura 9 Payet 4

Lavezzi (64')

7 Alessandrini 5
Cavani 8 Gignac 4
Sustitutos
Ibrahimovic (64') 6 Barrada (76') 5
Cabaye (64') 6 Batshuayi (65') 5
Marquinhos (88') -