El 31 de diciembre de 1941, la localidad escocesa de Govan, situada al oeste de Glasgow, vio nacer a una leyenda (junto a Kenny Dalglish, también nacido en dicha zona) que alumbraría con luz propia el legado histórico de Escocia bajo el velo del fútbol profesional. Ese mismo día, la unión del matrimonio de Alexander Beaton Ferguson, un peón de la industria náutica, y de Elizabeth Hardie, su esposa, dio lugar al primero de los cuatro hermanos que componen el linaje Ferguson. Su nombre, escrito con letras de oro: Alexander Chapman Ferguson, más conocido como Sir Alex Ferguson.  

De tradición náutica y marítima, Govan se convirtió en referente mundial de la construcción naval durante el siglo XIX. Las fábricas textiles y de minas de carbón componían gran parte de la facturación total de la producción final de la ciudad. La alcurnia Ferguson no era para menos, fielmente vinculada con una larga trayectoria dedicada al cuidado, reparación y construcción de barcos. El trabajo en los astilleros apuntaba a ser el futuro de, al menos, uno de los cuatro hijos del matrimonio Ferguson, atendiendo a la férrea educación que acostumbraban en su árbol genealógico (la estirpe Ferguson cuenta con varios hijos ilegítimos que provocaron posteriormente dicha educación). Sin embargo, y por suerte, el camino tomó un sendero diferente.

Alex Ferguson, el mayor de los cuatro hijos, cursó sus estudios en el Broomloan Road Primary School y en el Govan High School, prestigiosos espacios educativos en cuanto a enseñanza en Govan. Ferguson no era un buen estudiante: tuvo que repetir un año antes de ingresar en la enseñanza superior. Fue en Broomloan, con 9 años de edad, cuando entró por primera vez en contacto con el fútbol. “Era tan malo que era casi imposible atrapar una pelota”, recuerda sobre sus pinitos. No obstante, la ilusión era su punto fuerte: “Había pedazos de vidrio y de metal sobre el campo, pero me daba igual, para mí era como pisar Wembley”. A los dieciséis años de edad, el Queen´s Park, un equipo amateur escocés que vio en él un delantero especial, con atributos de liderazgo sobre el campo con gran actividad sindicalista fuera del terreno de juego. De su debut no guarda un buen recuerdo, a pesar de anotar un gol. “Fue una pesadilla”, reconoce. Pero como mandan los cánones tradicionales de la familia Ferguson, a Alex no le quedó más remedio que compaginar el fútbol con su trabajo de aprendiz en los astilleros de Clyde. Ni siquiera los 20 goles en 31 partidos le permitieron tomarse un respiro. Tampoco su fichaje posterior por el St Johnstone le dejó dar de lado la rutina naval de la familia.

Su paso por “los protestantes” de Glasgow y las convicciones católicas de su mujer

Cansado de la situación y de ejercer un oficio que no le permitía disfrutar al 100%, el Dunfermline le rescató de las llamas en 1964, dando el salto definitivo al fútbol profesional y donde consiguió entrar en la historia de los máximos goleadores de la SPL. Sus actuaciones no pasaron desapercibidas y en 1966 el Glasgow Rangers abonó 68.000 euros al Dunfermline, cifra récord pagada por un jugador entre dos equipos escoceses en aquella época. Desde que fichase por los Rangers, las malas lenguas apuntaron multitud de hipótesis sobre su carrera: desde que no triunfara en Glasgow por culpa de que su mujer, Cathie, era católica (el Glasgow es un equipo de tradición protestante) hasta que ella misma le prohibió crecer futbolísticamente al impedir marcharse al Nottingham Forest.

Falkirk y Ayr United fueron los últimos resquicios donde se respiró al Ferguson futbolista para dejar paso al Ferguson entrenador en 1974, al cargo del East Stirlingshire.

Cocinando a fuego lento la leyenda viviente

El primer sueldode AlexFerguson en los banquillos se basaba en 50 euros semanales en un equipo que sobrevivía con lo mínimo. Por no tener, no tenían ni un portero titular que defendiera bajo palos. Las condiciones eran paupérrimas y los jugadores cobraran un salario de 6 euros a la semana. Era el primer obstáculo al que tenía que hacer frente Ferguson con 33 años de edad. Más tarde y ya situado en lo alto de la cima, el veterano técnico reconoce que fue una estación de paso.

Pero que fuera algo pasajero en su trayectoria no estorba a que se implicara al máximo, hasta tal punto que el delantero Bobby McCulley admitiese sentir temor por él. “Nunca he tenido miedo de nadie pero Ferguson fue un bastardo terrorífico desde el principio”.Un entrenador muy metódico, que tenía claro desde el principio hacia donde tenía que virar los logros de sus equipos. “Todo estaba enfocado hacia sus objetivos. El tiempo no le importaba, nunca llevaba reloj. Si quería hacer algo, le daba igual cuando llegase, ya fuera tarde o temprano llegaba”, reconoce McCulley.

Más tarde, el Saint Mirren le contrató en la temporada 1975, llevándolo a ser campeón de la First Division en 1977 con un equipo muy joven, con Tony Fitzpatrick como capitán del equipo a los 17 años de edad. El propio Fitzpatrick, a caballo entre futurólogo y buen observador, vislumbró el paradisiaco porvenir del escocés: “Era una de esas personas con un aura a su alrededor. Se notaba. Creo que es una de esas grandes figuras que vemos corriendo a través de la historia, que definitivamente tiene el don de liderazgo”. Sin embargo, su salida del club fue algo más que tormentosa, hasta tal punto que Willie Todd, presidente de la entidad, afirmase que no tenía la habilidad suficiente para sentarse en los banquillos y la FA le acusó de “mezquino”.

El nacimiento del “Furious Fergie” y la gloria del Aberdeen

En el verano de 1978, Ferguson se convirtió en técnico del Aberdeen. A su llegada, prometió un plazo de dos años para devolver al club a la gloria, algo que se resistía desde el último título en 1955. No fue fácil: el vestuario no estaba con él ya que no creían autosuficiente a un técnico de la misma edad que muchos jugadores del equipo. Tampoco ayudó a su situación caer en Copa y terminar 4º en Liga. El inicio de la siguiente temporada, el último año del que había dado como plazo Ferguson, no invitaba a honores. Pero como los grandes púgiles, que se crecen ante las adversidades, el técnico escocés logró a volver a escribir con letras de oro la historia del Aberdeen al alzarse con el título.

Su palmarés y su leyenda se engrosaban a la misma rapidez que su fama de hombre rudo y violento. Su Aberdeen era conocido como el “Furious Fergie”. La filosofía de Ferguson está bien marcada: no hay nada de malo en perder los nervios si el camino es el correcto. Con ello, incentivaba una mentalidad ganadora, mostrándose como un motivador nato con unas técnicas poco ortodoxas. No solo con sus jugadores, también con la prensa, a la que acusó de favorecer única y exclusivamente a Celtic y Glasgow Rangers.

Sin embargo, su mayor hito histórico tuvo lugar en la temporada 82/82, cuando el Aberdeen batió por 2-1 al Real Madrid en la Recopa de Europa. Ferguson, que anteriormente rechazó ofertas de la Premier League al considerar que aún no había demostrando nada con el Aberdeen, afirmó días más tardes de la conquista del título que “ahora sí que he hecho algo importante en la vida”.

La etapa más oscura de Fergie en Manchester

Toda hazaña derivó en un currículum impresionante, digno de mención y de alabanzas. No solo eso. Los grandes de la Premier League, como Tottenham Hotspur y Arsenal, coquetearon con la posibilidad de incorporarle a sus banquillos. Había nacido un mito, un hombre a seguir, el futuro del éxito.

En noviembre de 1986, Ferguson recalaba como entrenador del Manchester United. Era una época marcada por la dinámica de que los futbolistas ingleses se salían de madre con sus excesos en cuanto a alcohol y fiestas. Fergie dio un toque de atención porque denotaba que en su vestuario había un exceso de futbolistas aficionados al alcohol. La disciplina Ferguson, tan bien marcada desde su infancia e impuesta en cada uno de los banquillos por donde pasó, rápido se notó en el vestuario del Manchester United, aunque su resultado se certificó con un undécimo puesto. Un arranque poco veraz con su historial pasado.

El desembolso económico con la finalidad de crear un núcleo duro no exento de calidad comenzó su marcha. Los jugadores llegaban pero los resultados se hacían esperar. Paul Ince, Steve Bruce, Mark Hughes o Gary Pallister eran solo algunos de las nuevas contrataciones. A día de hoy, Sir Alex Ferguson es toda una institución en Old Trafford, pero lo que muchos no saben es que en la temporada 1989-1990 estuvo cerca de rezar su epitafio como técnico del Manchester United. El Manchester City, rival por antonomasia de la ciudad, le endosó un durísimo 5-1, una humillación que trajo consigo 2 puntos de 21 posibles. Old Trafford se alzaba en contra de Fergie: “Tres años de excusas y esto todavía es una basura”, rezaban las pancartas. Más tarde, el propio Ferguson no quiso esconder que se trataba de “la etapa más oscura de mi carrera”.

Fin a 26 años de sequía

Cuando tocas el fondo y no hay más donde caer, no queda otra que tomar aire y volver a asomar la cabeza para respirar. Ese fue el camino a seguir del Manchester United de Ferguson. Poco a poco se recuperaron de las críticas y lograron victorias consecutivas que fueron devolviendo el crédito. No fue como se esperaba pero el triunfo en la Recopa de Europa contra el Barcelona daba alas. “Ahora estamos preparados para ganar una Premier League”, reconocía Ferguson.

Los resultados no llegaban y nuevamente el Manchester United hacía un esfuerzo económico en el mercado de fichajes al incorporar a Eric Cantona a la plantilla, procedente del Leeds United. Mano de santo. El Manchester United volvía a lograr una Premier League 26 años después en 1992. Además, reconocieron el mérito a Sir Alex Ferguson, que fue nombrado por vez primera como entrenador del año.

“Los novatos de Fergie”, a escena

Eric Cantona se erigió como el hombre de Ferguson. Hasta tal punto que el Manchester United empeoró de forma notable después de sancionaran al francés por agredir a un hincha del Crystal Palace. Tiempo después, Ferguson dio dar un respiro a la política de fichajes sin fin efectuada por el Manchester United. Por elló, ingresó bastante dinero tras las ventas de Paul Ince, Mark Hughes o Kanchelskis entre otros. ¿Y las incorporaciones? Ferguson se sacó un as de la manga y decidió dar paso a jóvenes y futuras promesas de la cantera, una hornada de imberbes jugadores que rezumaban mocerío por los cuatro costados.

Ferguson cayó derrotado en el primer partido que decidió alinear a los jóvenes jugadores. Los recién salidos Gary Neville, David Beckham, Nicky Butt o Paul Scholes no dieron la talla y la prensa se echó rápidamente sobre el escocés. “Con niños no vas a ganar nada”, espetaba Alan Hansen, periodista de la BBC, en 1995. La respuesta de Ferguson se vio sobre el campo: 6 triunfos consecutivos con “los novatos de Fergie”.

Tiranía de Ferguson en la década de los 90

Los años próximos al primer título cosechado por el escocés en 1992 estarían marcados por el dominio del Manchester United. En los 10 próximos años (2002-03), los ‘Red Devils’ se alzarían con la Premier League en 8 años diferentes.

Pero sin duda, el punto de inflexión se consiguió en la 98-99, en un partido que pasará a los anales de la historia balompédica. El camino del Manchester United en la Champions League no fue de color de rosas. Una notable actuación de Roy Keane frente a la Juventus le permitió conseguir sellar el pase a la final, celebrada en el Camp Nou y donde le esperaba el Bayern de Munich. Los de Baviera dominaron el encuentro durante la mayoría del partido, incluso se adelantaron en el marcador. No obstante, un gol de Teddy Sheringham en los últimos minutos colocaba el empate a 1 en el electrónico y presagiaba una más que peleada prórroga. Pero la historia es dichosa y se alía siempre con el factor suerte. Ole Gunnar Solksjaer, el noruego asesino con cara de niño, acuchillaba el tejido óseo de los de Munich al anotar de cabeza el gol de la victoria en el descuento, coronando al Manchester United campeón de la Champions League en un final de infarto. Las lágrimas de Kuffour mientras era recogido por Collina, árbitro del partido, o la cara de impotencia de Kahn sentado bajo los palos, es el legado histórico de la competición europea más prestigiosa. El asombro reinaba en Ferguson minutos después. “No lo puedo creer. Fútbol. Maldita sea”, articulaba el escocés.

Manchester reina la Premier League

Jaap Stam, David Beckham, Paul Scholes, Ryan Giggs, Ruud Van Nistelrooy, Cristiano Ronaldo, Wayne Rooney, Rio Ferdinand, Van der Sar, Gary Neville o Roy Keane son algunos de los nombres que han acompañado a Ferguson durante su mandato en el Manchester United. No se concibe su dirección técnica sin el cariño, la procesión de afecto y respeto del vestuario hacia su figura. Ferguson supo imprimir a cada una de sus estrellas un halo de sumisión, de obedeciencia hacia sus técnicas sin olvidar en su ser más interior el carácter y el hambre del triunfo. Quizás bajo esa filosofía se ha gestado uno de los equipos más admirados en la última década, ganador de todo lo posible, cuyo palmarés revienta las vitrinas de la sede del club y cuyo modelo es admirado por cualquier institución. Necesitaríamos horas y horas, portadas y más portadas para reflejar año a año la última década del Manchester United.

El historial de Ferguson y del Manchester United habla por sí solo desde que el escocés asumiese la dirección: 12 Premier League y dos Champions League, entre lo más granado. Fergie se convirtió en el tercer entrenador de origen británico en obtener en dos ocasiones la Champions League, después de Brian Clough y Bob Paisley.  

La Premier League viste de color de rojo desde la llegada de Ferguson al Manchester United. En cada temporada, siempre ha tenido un máximo rival directo con el que pelearla. Desde el Arsenal de Wenger y de Henry, Pires, Vieira o Bergkamp, hasta el Chelsea de Terry, Drogba y el dinero de Abramovich.

Sir Bobby Charlton, toda una institución en Old Trafford, vive bajo una nube desde que Alex se hizo con el puesto. "Nunca en mis sueños pude imaginar que iba a ver tantos años al Manchester rodeado de éxitos en estos últimos 30 años. Ha sido mágico y todo se lo debemos a Ferguson", apunta. Su filosofía, ruda y estricta, queda marcada por el propio Bryan Robson. "Es imposible ganar todo lo que ha ganado sin renovarse y el truco es que no deja que la gente de su alrededor pierda el hambre", indica Robson.