Cesc Fàbregas, una vida marcada por las despedidas

El futbolista catalán nunca ha logrado sentir un acomodo definitivo en ninguno de los clubes en los que ha militado. Ahora aterriza en Stamford Bridge en busca de una nueva oportunidad de mostrar su indudable categoría.

Cesc Fàbregas, una vida marcada por las despedidas
Foto: Carla Cortés | VAVEL
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Por Iván Manzana Mollar

Nacido en la localidad barcelonesa de Arenys de Mar, Francesc Fàbregas Soler, pasó su infancia y juventud en la Masía. Allí se forjó como una de las piezas clave de la mejor generación que ha salido de la entidad azulgrana; pues el de Arenys, jugaba en un cadete plagado de estrellas. Piqué y el propio Cesc brillaban con luz propia, al igual que un menudo y vergonzoso argentino llamado Leo.

Con el paso de los años llegó su maduración futbolística, pero el primer equipo estaba hecho, y los Ronaldinho, Xavi, Puyol y demás figuras copaban una plantilla curtida, en la que difícilmente  tendrían cabida los cracks emergentes. A Messi, por ser de otra galaxia, sí le hicieron un hueco. Alex Ferguson y Arsène Wenger, dos sabios del fútbol, aprovecharon la oportunidad y se apresuraron a hacerse con los servicios de Piqué y Cesc, respectivamente. Se separaron pues, los caminos de tres jóvenes talentos que habían crecido juntos. El fútbol, años más tarde, los volvería a unir para que escribieran una de las más gloriosas etapas del club azulgrana.

Las fichas de los tres cracks de La Masía. | Foto: Taringa
Los tres cracks de La Masía. Foto: Taringa

Cesc no solo había perdido a dos grandes amigos, sino que hubo de separarse del club de sus amores, del que se lo había enseñado todo. Eso sí, el joven de Arenys, que por aquel entonces contaba dieciséis primaveras, nunca negó su voluntad de volver. Pero el Arsenal apostó fuerte por él, y con Arsène Wenger al mando, Cesc se hizo futbolista. Maduró. Con el paso de los años, llegó a ser uno de los pilares de aquel temido Arsenal que lideraba Thierry Henry. Hombres como Patrick Vieira o Gilberto Silva fueron clave en el aprendizaje del catalán. Al lado de ellos, Cesc se sentía cómodo, protegido. Bien secundado para hacer gala de su incipiente desparpajo.

Llegó 2006. Para el Arsenal, hambriento de reconocimiento europeo, un año esperanzador. Tras vencer al Villarreal en semifinales de Champions, llegaron a Paris, la ciudad del amor. Allí les esperaba, paradójicamente, el Fútbol Club Barcelona. Por todos temido, por Cesc idolatrado. La historia de aquella noche salió de la bota de Belletti y acabó en los brazos de Puyol, con la orejona en el cielo.

Cesc y el resto de los gunners volvieron a Londres con las manos vacías. Se había esfumado una oportunidad de oro para eternizar a un club que siempre había estado entre los grandes, pero nunca logró consagrarse.

De promesa emergente, a futbolista total

Pasaban los años. El Arsenal iba perdiendo a sus estrellas. Henry, Hleb, Reyes, Vieira y Bergkamp emigraron en busca de títulos. Entonces apareció el Real Madrid -eterno rival del Barcelona- dispuesto a llevarse al catalán. Fàbregas, fiel a sus sentimientos, se negó a aterrizar en Chamartín. Wenger depositó toda su confianza en Cesc para asumir los galones del equipo. Él, encantado.

Los éxitos que no logró cosechar en el Arsenal si los obtendría al enfundarse el otro rojo -este más vivo- de la selección española. En 2008 fue un hombre crucial para la consecución de la Eurocopa. Sin llegar a ser indiscutible para Aragonés, repartía sus funciones entre la mediapunta  y en centro del campo de aquella magnífica selección.

CFàbregas, en un amistoso con la selección ante Italia.

Lejos de acaparar protagonismo, Cesc Fàbregas ha sido un hombre clave para la Roja. Agazapado en la sombra, él fue el que abrió el camino; el que superó la barrera de los cuartos de final ante Italia en la Eurocopa de 2008. Asumió la responsabilidad del quinto penalti y no falló. También fue él el que vio el desmarque de Iniesta en Johannesburgo. De ahí, a la eternidad.

El regreso y el segundo adiós al club de su vida

En 2011 llegó, quizá, la mejor noticia para el catalán. El Barça le quería e iba a pagar por él. Wenger, comprensivo, le dejó marchar. Cesc siempre quiso triunfar en el Barça. Caprichos del fútbol, allí se reencontró con su amigo del alma Piqué y con aquel menudo argentino llamado Leo.

Juntos, como en aquel mastodóntico juvenil, llevaron a la gloria al club de sus amores, tanto a nivel nacional como europeo. Pero la carrera del de Arenys siempre ha estado marcada por constantes vaivenes. Este verano ha tenido que volver a emigrar. Mourinho aprovechó el desconcierto en las arcas culés, y se llevó al crack catalán a su renovado Chelsea. La historia se repite. Cesc está ante una nueva oportunidad de poner el mundo a sus pies. Esta vez, vestido de azul.