Una plaza en semifinales de la competición más antigua del mundo, ni más ni menos eso es lo que estaba en juego en el estadio de Ewood Park. Un billete para Wembley, la salvación de la temporada para un Liverpool que fracasó por partida doble en Europa y que lo tiene más que complicado para volver a la Champions League el próximo año.

En el caso del Blackburn Rovers, sin opciones realistas de pelear por entrar en los playoffs de ascenso a la Premier League, visitar la catedral del fútbol británico y, por qué no, dar alguna que otra sorpresa más –ya habían dejado en la cuneta a dos equipos de la máxima categoría como el Swansea y el Stoke City–, eran razones más que de sobra para dejarse todo sobre el césped del recinto de la localidad de Lancashire.

Ewood Park había colgado el cartel de “No hay billetes” por primera vez en cuatro años. Con eso estaba todo dicho.

La ambición del grande

Como no queriendo más sorpresas, el Liverpool salió en los primeros compases totalmente decidido a asediar a su rival y lo probó hasta en dos ocasiones. La primera, una volea de Joe Allen que, medio mordida, se marchó por el lateral. La segunda, un chut con rosquita de Raheem Sterling que tocó las redes por encima del travesaño. Tímidos acercamientos que no se concretaron en una ventaja que, a buen seguro, hubiera tranquilizado los ánimos de los visitantes.

La réplica la puso Conway cuando el encuentro se aproximaba a su cuarto de hora de juego pero Sakho, interviniendo de manera providencial, envió el cuero a saque de esquina.

En el ataque red, Sturridge y Sterling, muy móviles e intercambiando sus posiciones, inquietaban a la defensa riversider. Cuando el 31 recibía, el sonido de viento provocado por la hinchada local apretaba sin cesar.

Sturridge pelea un balón con Henley. Foto: dailymail.co.uk / Ian Hodgson

Sin embargo, quien estuvo muy cerca de perforar las redes locales poco después fue el otro delantero de los de Merseyside, un Daniel Sturridge que se encontró con Simon Eastwood, el cancerbero local, que despejó su lanzamiento a córner aunque Kevin Friend decretó saque de puerta favorable a los rovers.

Kolo Touré en 2015

Corría el minuto 26 cuando Jordan Rhodes, gran referente ofensivo del Blackburn, apareció por primera vez para cabecear alto ante la oposición de Mamadou Sakho. Gary Bowyer se lamentaba en la banda al tiempo que arengaba a la afición. Su homólogo, Brendan Rodgers, recibía malas noticias: el central francés se había lesionado en ese lance y se vio obligado a gastar su primer cambio dando entrada a Kolo Touré. Una acción que, con muy mala baba, festejó la grada local como si de un gol se tratara. En el otro fondo, tímidamente, la afición red aplaudió al costamarfileño.

En la primera jugada en la que participó, las dudas entre el ex del Manchester City y Mignolet provocaron el runrún en el respetable. Kolo ya no es el del Arsenal, ni siquiera el del City. La inseguridad que transmite el mayor de los Touré es más que preocupante para un equipo de la talla del de Anfield. En cada despeje, el miedo y la incertidumbre en la grada liverpudlian se podían palpar.

Kolo Touré no es el que era. Foto: dailymail.co.uk / Ian Hodgson

Mientras tanto, el croata Dejan Lovren, que también ha sido más que cuestionado durante el año, estaba teniendo una tarde bastante tranquila en su pelea con Jordan Rhodes.

Tras estos breves instantes de confusión en las filas visitantes provocada por la sustitución en la zaga, los reds volvieron a intentarlo de nuevo. Lo probó Sturridge con una volea desde fuera del área tras una buena combinación con Henderson aunque Eastwood, bien colocado nuevamente, solventó con serenidad el problema.

Posteriormente, apareció de nuevo el guardameta rover para salvar, casi en la línea, un balón suelto que Philippe Coutinho enganchó en el área tras un rechace en un córner.

En el bando local, y con el descanso a la vuelta de la esquina, Gary Bowyer pedía juntar líneas para evitar echar por tierra todo el trabajo que los suyos habían hecho hasta entonces, y Lee Williamson mordía en el centro del campo, animando a sus compañeros a hacer lo propio para cumplir el deseo de su míster de llegar, al menos, con el 0-0 al paso por los vestuarios. Así fue.

La ilusión del 'outsider', la pegada del favorito

Empezó fuerte el cuadro local tras el breve asueto y, casi sin dejar tomar asiento a los aficionados más rezagados, Tom Cairney obligó al arquero visitante a realizar una intervención brillante tras un potente zurdazo desde la frontal del área. En el saque de esquina posterior, entre Simon Mignolet y el poste evitaron de nuevo el gol del Blackburn Rovers, en esta ocasión tras un cabezazo de Ben Marshall.

Mignolet y la madera frenaron a Marshall. Foto: dailymail.co.uk / AP

Jordan Rhodes, instantes después, se revolvió en el área pero no pudo conectar su disparo. Un minuto más tarde, le pasaría lo mismo a Henderson en el área contraria. La segunda mitad había comenzado con un ritmo vertiginoso.

Cumplida la hora de juego, salió al campo Rudy Gestede en el lugar de Craig Conway. La grada de Ewood Park se caía ovacionando a su dorsal 39. En su primer contacto con el balón, una pelea aérea que ganó para ceder posteriormente a Rhodes, ya generó peligro. Si la jugada no acabó en gol fue porque el disparo del escocés fue despejado a córner gracias a la rápida respuesta de la defensa red. Este Gestede es una bestia por alto, una continua molestia para los zagueros, como así ya lo experimentó en sus carnes el propio Liverpool en el encuentro disputado en la ciudad de los Beatles.

Pero en esto del fútbol, suele ocurrir que quien perdona lo acaba pagando y, a pesar de haber generado peligro y ocasiones más que suficientes para adelantarse en los primeros minutos de la segunda parte, el Blackburn Rovers acabó acusando la pegada del equipo de Premier League. Se juntaron los que saben, Coutinho tiró una pared con Henderson, se adentró en el área y, con un disparo raso cruzado que golpeó en la base del palo largo, batió finalmente a Eastwood.

Coutinho lo celebró con la grada visitante. Foto: @eduarroyolopez

Con la conmoción del golpe recibido, a punto estuvo de sentenciar Daniel Sturridge, pero el ariete inglés picó el balón en exceso ante la salida del portero riversider. Se marchó por centímetros.

Ya en la recta final, los de Brendan Rodgers tuvieron dos nuevas ocasiones para cerrar la contienda y evitar mayores sufrimientos pero, primero Lambert –que había entrado por Sturridge segundos antes– y después Sterling, no acertaron a enviar el balón entre los tres palos.

Kevin Friend decretó cuatro minutos de prolongación y la grada de Ewood rugió esperanzada. A pesar de que el Liverpool reclamó un penalti el 91 por una posible carga de Williamson sobre Allen, la última oportunidad, en el último suspiro del encuentro, fue para los locales.

Y es que en el minuto 94, la magia de la FA Cup a punto estuvo de aparecer de nuevo y, tras un saque a lo Rory Delap de Tommy Spurr, el balón le cayó al cancerbero Simon Eastwood, que había subido por si sonaba la flauta, dentro del área. Por desgracia para los suyos, su disparo, raso y entre decenas de piernas, lo atrapó –no sin dificultades– Simon Mignolet y ahí acabó la aventura de este meritorio y peleón Blackburn Rovers.

Mignolet sonríe tras frenar el disparo de su homólogo rover. Foto: bbc.co.uk / Reuters

En cambio, el Liverpool tiene licencia para soñar, ya tiene su billete para las semifinales de Wembley.